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'Succession' (HBO Max) se acerca a su fin: "Esta temporada es el caos"

Hablamos con Sarah Snook (Shiv), Alan Ruck (Connor) y Nicholas Braun (Greg) sobre los últimos compases de la sinfonía del caos familiar que ha mantenido en vilo a medio planeta

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Juan Manuel Freire

Juan Manuel Freire

La noticia llegó a finales de febrero: Succession, el brillante drama satírico sobre una dinastía de ricos adicta a las puñaladas traperas y las maniobras dudosas en la oscuridad, acabaría con su inminente cuarta temporada, la que este lunes, día 27, se estrena en HBO Max. Aquello sentó a muchos como un jarro de agua fría, pero a la vez, como maná llegado del cielo: era otra muestra del afán de Jesse Armstrong, padre de los Roy, por hacer las cosas bien. En lugar de seguir estirando las maquinaciones y acabar haciendo una serie que nunca estaría mal del todo, pero se sentiría cada vez menos orgánica, ha preferido hacer "algo más musculoso y completo, y marcharse más o menos fuerte", como él mismo explicaba en la entrevista con 'The New Yorker' que sirvió de anuncio del final

De modo que solo quedan diez episodios para saber cuál de los hijos de Logan Roy (Brian Cox), patriarca feroz, experto del insulto, tomará las riendas del conglomerado de medios y entretenimiento Waystar Royco. Podría ser el siempre entregado pero algo torpe Kendall (Jeremy Strong), o quizá el más rápido, pero casi nunca atinado Roman (Kieran Culkin), o igual la opción más justa sería Shiv (Sarah Snook), de no ser porque, a ojos de Logan, que sea hija y no hijo resulta un problema. Demos por seguro que cualquier elección resultará sorprendente y que quien sea que gane, no ganará del todo. 

Succession nunca se ha basado en blancos y negros, sino en grises eléctricos. Atmósferas impredecibles en las que un chiste cruel puede dar paso a (o ser a la vez) un golpe de emoción sincera. Según ha contado el mismo Armstrong, en la sala de guionistas solía lanzar la pregunta: "¿Qué sería lo más divertido que podría pasar aquí, y con eso quiero decir lo más doloroso?". La tragedia de los Roy es su imposibilidad de compartir una misma habitación durante dos minutos en verdadera paz, como también su adoración por esas dinámicas intrafamiliares. "Les preocupa mucho lo que los demás podrían hacer a sus espaldas", nos explica Sarah Snook, alias Shiv, en un junket virtual. "Siempre quieren saber qué está pasando en la familia. Y no son capaces de engancharse así a nadie fuera de su círculo. Les cuesta encontrar colegas que conecten con su riqueza o su elitismo. En cierto sentido, es o esta familia o nada".

En la tercera temporada, recordemos, los hermanos Roy habían hecho frente común para destronar a Logan, ese padre cruel que, a la vez, no deja de quererles, solo que a su poco sofisticada manera. "Él cree que sus hijos le odian, cuando tampoco es así", comenta Snook. "Hay mucho dolor y confusión por ambas partes". Tras ser traicionada por su padre y su madre, Shiv sufrió al final de temporada, además, la deslealtad de su marido Tom (Matthew Macfadyen), cuyo soplo de un inminente motín había permitido a Logan arreglarlo todo para que sus hijos no tomaran posesión de la compañía. 

Cumpleaños total

La cuarta temporada arranca, como la primera, con una fiesta de cumpleaños del patriarca, que estaría por los 82 según los cálculos de Armstrong. El único hijo presente es el mayor, Connor (Alan Ruck), medio hermano del trío rebelde. Resulta menos peligroso para Logan porque su aspiración no es Waystar, sino la Casa Blanca. En un mundo posTrump, todo es posible, pero cuesta imaginar como presidente a un hombre que aspira a tener peleas de vagabundos en su fiesta de boda. Pregunto a Ruck cómo lo hace para mantener la compostura soltando delirios de ese calibre. "¿Sabe quién la pifia siempre? Matthew Macfadyen, ahí donde lo ve. El gran galán romántico británico. Se parte de risa a la primera". 

Kendall, Shiv y Roman no parecen decididos a dejarse hundir y, varios meses después del fracaso de su revuelta, tienen entre manos su propia empresa, TheHundred, aparente cruce de Substack, MasterClass, The Economist y The New Yorker, o como lo vende Roman, "clickbait para gente lista". Pero sus planes cambian ligeramente cuando encuentran una nueva gran oportunidad para devolvérsela a su padre.

"Esta temporada es el caos", avanza Nicholas Braun, más conocido como el Primo Greg, algo menos primo desde que tramó un imposible bromance con Tom. "Todo queda patas arribas. Las dinámicas no dejan de cambiar. La gente pierde poder de formas que uno no sabría esperar". Cambia definitivamente, por ejemplo, la dinámica entre Tom y su mujer Shiv. "Empezaron estando en el mismo bando, o casi –recuerda Snook–. Hacían planes conjuntos contra la familia o Shiv lograba acorralar a Tom para que le siguiera la corriente. Pero en estos episodios los vemos en lados opuestos".

¿Y ahora qué?

Tras alimentarse durante casi siete años de la mejor clase de escritura –una rica, ambigua, compleja–, los protagonistas de Succession temen ahora los guiones que puedan llegar. (Nicholas): "Es realmente duro. Lo que estoy leyendo ahora no es igual. No es fácil dar con personajes tan ricos o situaciones a la vez divertidas y terribles".

Por suerte para ellos, Armstrong no se ha cerrado a la posibilidad de explorar algún rincón del universo Succession en un spinoff. Snook piensa que una comedia de media hora basada en Tom y Greg sería el proyecto ideal. Braun, alias Greg, aceptaría sin un leve pestañeo: "Haría cualquier cosa por ese hombre; es mi guionista favorito". Ruck, por su parte, tirándose piedras sobre su tejado, admite entre risas que "una serie sobre Connor sería muy limitada: daría para dos episodios"