MÚSICA

Los directores artísticos de Quevedo: "El cabrón clavaba cada escena del videoclip a la primera"

Joaquín Luna y Alfonso Riera son los artífices de 'Donde quiero estar', en la que se puede ver al rapero canario por su isla y por los 16 cortes del elepé

Los directores Alfonso Riera y Joaquín Luna.

Los directores Alfonso Riera y Joaquín Luna. / L.O.

Asier Ganuza

De la mano del productor argentino Bizarrap, el joven rapero canario Quevedo se convirtió, de la noche a la mañana, en un fenómeno global. Su Quédate –que ni siquiera es el título oficial del hit, la sesión número 52 del beatmaker bonaerense– rozó el año pasado los 1.500 millones de reproducciones, y su incipiente legión de fans se mostraba expectante ante el primer largo del de Las Palmas de Gran Canaria. Pero Donde quiero estar (2023), lanzado el pasado 20 de enero, no vino solo, sino acompañado de un visual álbum que acompaña a Pedro –así le llaman los cercanos– por su isla y por los 16 cortes del esperado elepé. Los directores de esta película son Joaquín Luna y Alfonso Riera, mejor conocidos como El cielo.

P. ¿Qué es El cielo?

R. El nombre viene de Asesinao por el cielo, una frase que nos punzó a los dos una tarde escuchando el disco Omega (1996), de Enrique Morente. Fue a los pocos días de conocernos, además. Más adelante la rescatamos para dar a conocer El cielo, una dupla de directores. Por cierto: somos Joaquín Luna y Alfonso Riera, dos jóvenes de 30 y 29 años que compartimos una forma de ver y entender.

P. Vivimos en la era del audiovisual, y también en la del single. Pero no es habitual que un artista saque 16 videoclips del tirón... Así que, para entrar de lleno en Donde quiero estar (2023), cuéntenme: ¿cuál es el germen de este proyecto?

R. La cosa es que nosotros ya habíamos trabajado con parte del equipo de Pedro. Habíamos dirigido un par de piezas para Delaossa con la dirección creativa de nuestro querido Emilio Holguín, de Velodrome, con quien hicimos muy buen equipo y buenas migas. De hecho, tanto él como nosotros sabíamos que volveríamos a trabajar juntos. Y Velodrome lleva también la dirección creativa de todo lo que tiene que ver con Quevedo, así que tenían sobre la mesa este proyecto y se pusieron en contacto con Nabil Ejey, de la productora Antiestático, para llevar a cabo la producción del filme. Total, que después de una fase de propuestas y tratamientos de diferentes directores, fuimos elegidos para dirigir y escribir este proyecto.

P. ¿Cómo fue esa fase?

R. El equipo de Velodrome fue el que nos transmitió la idea general sobre la que debía girar el proyecto; en concreto, en torno a Pedro y su vida en la isla. La isla debía hablar de Pedro y Pedro, de la isla. A partir de esa idea empezamos a escribir una serie de clips –16, para ser exactos– que funcionasen de manera individual y, a su vez, que contasen una historia única en una pieza audiovisual completa de 55 minutos. Y la verdad es que formamos un gran team junto a Carlos Saiz y Emilio Holguín, porque, con ellos, logramos escribir el guion en escasos cuatro días.

P. ¿Y cuál es la filosofía? ¿Qué se busca con este mastodóntico proyecto? Porque rompe un poco con las reglas del juego.

R. Bueno, nosotros creemos que los límites del cine dejaron de existir hace un tiempo. Entonces... ¿por qué no hacer una película completa del álbum de un artista? Se suele pensar que el videoclip sirve únicamente para acompañar con imágenes una canción, pero el pensamiento de El Cielo no es ese. Para nosotros, crear una historia visual para una canción es elevarla y darle un mayor sentido, más estímulos, más empaque. Al final, la música es una herramienta –como existen muchas otras– para expresarse, y la imagen y el sonido a la vez, gritan más fuerte que una sola.

P. En cualquier caso, supongo que idear, preparar, rodar y montar dieciséis videoclips es un trabajo descomunal...

R. ¡Y más cuando lo haces en tiempo récord! Pero lo cierto es que nosotros hemos tenido mucha suerte con el equipo que se ha formado para llevar a cabo esta película. Todo el mundo ha puesto su energía y fuerza en sacar Donde quiero estar de la mejor manera posible. Desde que aterrizó el proyecto en las oficinas de Antiestático, nos pusimos manos a la obra y, después de esos cuatro intensos días escribiendo, el equipo de producción (Nabil Ejey, Matías Dumont, Juan Carlos Ballesteros y Blanca) empezó a organizar lo que sería la semana previa al rodaje, buscando localizaciones en Las Palmas junto al maravilloso equipo de Macaronesia Films. Recorrimos toda la isla en varias furgonetas junto a nuestro equipo de foto y cámara (Marino Pardo, Alberto Zamora y Antonio Albalate) y con nuestro equipo de dirección (Iñaki Tena, Manu Lázaro y Anyela Button) y las directoras de arte (Laia N. Pazos y Maria Carreté), intentando encontrar los rincones que mejor hablasen de Pedro, que funcionasen a nivel narrativo, estético y que se adaptaran a una producción que implicaba grabar casi dos videoclips al día.

P. Si la escritura del guion fue intensa, esto...

R. Imagínate... Entramos todos como en una atmósfera en la que, durante dos semanas, únicamente existía eso. Pero nos sentimos supercómodos en todo momento: pasó muchísima gente por el set, pero todos nos abrían las puertas de sus casas, todos en la isla ponían de su parte para facilitar el rodaje. Estamos realmente agradecidos por eso, la verdad.

P. Además, había mucho curro más allá del set...

Sí. Estando aún en Canarias rodando, estábamos currando en paralelo en lo que sería la pieza de animación que aparece en mitad de la película de uno de los temas más reconocidos del disco, Punto G; animación que realizó La Perra Gorda (Susana Marlo y Samu Gambín), quienes se sumaron a la aventura y, también en tiempo récord, sacaron una pieza increíble. Así que llegamos a Madrid con una maleta llena de discos duros y con la misión de darle la forma a la película. Este fue uno de los momentos más locos del proyecto, y, si no, que se lo pregunten a los montadores (Gómez Selva y Carlos Saiz) y al diseñador de sonido (Pablo Serrano), que, con el tiempo justo y la Navidad de por medio, sacaron hacia delante una cinta de 55 minutos que estuvimos afinando hasta el día de la presentación del disco en Madrid.

P. ¿Qué tal ha sido grabar con Quevedo?

R. No es que tenga tablas, es que podría ser actor. La capacidad de interiorizar y entender lo que le contábamos y las ganas e ilusión que mostraba eran increíbles, lo clavaba todo a la primera, el cabrón.

P. El resultado, como decían, es casi una película: son 55 minutos y, efectivamente, tiene un sentido narrativo (más allá de que estos 16 actos funcionen de manera independiente). ¿Cómo definen ustedes Donde quiero estar?

R. Donde quiero estar es un recorrido por las vivencias de Pedro en Las Palmas: por su día a día, su entorno, su gente, sus rincones... Tanto él como la gente de Velodrome querían que esta película fuese lo más fiel y real posible.

P. Antes hablaban de su particular percepción de lo que es, hoy día, el videoclip (como género), pero, como ya tienen experiencia en el medio... ¿Ha cambiado en los últimos años la percepción clásica del videoclip?

R. Por supuesto. Las formas de hacer ya no están sujetas a ciertos códigos concretos; ahora todo vale, lo realmente importante es que haya una intención detrás. En concreto, a nosotros nos atrae la posibilidad de experimentar (más todavía) y llegar a otro tipo de conclusiones.

P. ¿Les motiva que Donde quiero estar vaya a presentarse en un festival de cine?

R. Siempre es muy gratificante ver en pantalla grande una pieza en la que hay tantas horas de trabajo, dedicación y esfuerzo de tantas personas. Juntarnos todo el equipo y ver la peli desde las butacas... va a ser un momento emocionante.

P. ¿Qué supone haber tenido la oportunidad de trabajar con uno de los artistas de moda?

R. Para nosotros ha sido como abrir una ventana. Pero, más allá de eso, una experiencia muy positiva. Trabajar con un artista tan potente como Quevedo es todo un lujo, pero también tener la oportunidad de conocerlo como persona, ya que es un tipo de diez. De todas formas, quien sea el protagonista (más grande o más pequeño) no cambia nada para nosotros: en El Cielo siempre ponemos la misma ilusión y las mismas ganas a la hora de hacer (bien) nuestro trabajo, independientemente de los números.

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