ENTREVISTA

Roanne Van Voorst: “En el futuro comer carne será como fumar”

La profesora holandesa, que acaba de publicar ‘Hace mucho tiempo comíamos animales’, se define como una ‘antropóloga del futuro’, y su investigación se centra en intentar vislumbrar cómo evolucionará nuestro mundo a medio y largo plazo

La antropóloga Roanne van Woorst, autora de 'Hace mucho tiempo comíamos animales'.

La antropóloga Roanne van Woorst, autora de 'Hace mucho tiempo comíamos animales'. / Jacqueline van Dooren

Tradicionalmente los antropólogos se han interesado por el pasado. Por intentar explicar cómo y por qué hemos llegado hasta, precisamente, este presente y no otro. La investigación de las tradiciones humanas y las culturas antiguas, a veces ya perdidas, han sido siempre su campo de trabajo habitual.

Pero Roanne Van Voorst nunca ha podido hacer algo así. Su campo de estudio es una rareza en su profesión ya que, además de a la antropología, se dedica a la prospectiva, una ciencia no demasiado conocida que intenta vislumbrar qué ocurrirá en el futuro: cómo seremos y qué haremos dentro de algunas décadas, varios siglos o incluso milenios.

“Al estudiar escenarios futuros”, nos explica, “mi trabajo sobre el terreno tiene que ser un poco diferente al de otros compañeros. Suelo viajar a lugares del mundo donde detecto cambios significativos que están ocurriendo a pequeña escala, tendencias mínimas que es probable que se expandan a otras partes del mundo en los próximos años. Estudiando los efectos de esas transformaciones culturales en un entorno controlado, me resulta posible imaginar lo que las mismas podrían significar si se dieran en una sociedad más global. En los últimos años, por ejemplo, he estudiado la influencia de los robots y los avatares virtuales sobre las relaciones humanas, y también a los ganaderos que han decidido vender sus animales y convertirse en productores exclusivos de vegetales”.

Esta última investigación está en el germen del libro que Van Voorst acaba de publicar en España titulado Hace mucho tiempo comíamos animales (Destino, 2022), un volumen de título evocador que nos sugiere un futuro en el que comer animales, carne, puede llegar a convertirse en algo exótico o, incluso, mal visto. “Como antropóloga, he realizado trabajo de campo en muchas partes del mundo, principalmente en lugares donde los impactos del cambio climático ya son muy evidentes”, nos explica. “Durante esos estudios, he podido apreciar el aumento de los conflictos sociales a nivel global y cómo cada vez más personas han tenido que huir de sus lugares de residencia debido a desastres naturales como por ejemplo las inundaciones en Indonesia, donde estuve algo más de un año. A lo largo del tiempo, me he dado cuenta de que gran parte de estos dramas están provocados por la industria alimentaria y, en particular, por la agricultura industrial a gran escala”. Pero, ¿es posible alcanzar un escenario futuro alternativo y realista que evite esos problemas?

Van Voorst está convencida de que sí, y de que eso pasa por transformar la forma en la que comemos hoy en día, un sistema alimenticio que es relativamente reciente y, por lo tanto, relativamente fácil de cambiar. Durante milenios la dieta de nuestros antepasados era muy diferente a la nuestra. Comían muy poca carne o directamente nunca la probaban.

Por otro lado, muchas de las lecciones que nos enseñaron sobre lo que era saludable, ético o justo, se han revelado como falsas con el paso de los años. “Es hora de que definamos de nuevo lo que significa llevar una buena vida”, afirma. “Consumir y comer son formas de votar, de crear el futuro. Al invertir en un tipo de alimento, esencialmente estamos construyendo un determinado escenario futuro: uno con más sufrimiento animal, o uno con menos; uno con más daño al planeta, u otro con menos”.

En aquellos lugares del mundo donde las alternativas veganas a la proteína animal sean accesibles, comer a base de plantas se convertirá en la norma y comer animales se convertirá en un tabú"

Pero por muy convencida que esté de este cambio, la antropóloga es consciente de que vaticinar un futuro vegano para el planeta es una idea poco realista, sencillamente porque hay lugares en el mundo en los que es muy difícil o muy costoso vivir a base de plantas. “Piensa en los inuit de Groenlandia. Ellos seguirán comiendo animales y eso está bien. En lugares así, a diferencia de en el mundo occidental, la agricultura a gran escala no existe y las personas generalmente solo toman de la naturaleza lo que necesitan”, sostiene.

“Lo que yo defiendo en el libro es que en aquellos lugares del mundo donde las alternativas veganas a la proteína animal sean accesibles, comer a base de plantas se convertirá en la norma y comer animales se convertirá en un tabú. Se considerará innecesario, contaminante, anticuado e incluso antisocial. Un poco como fumar: mucha gente hoy en día piensa que es una locura fumar cerca de niños pequeños, ¡y era muy normal hacerlo hace tan solo 20 años!”

La profesora proyecta un futuro cercano en el que volveremos a la forma de comer de nuestros abuelos, que comían carne solo en ocasiones especiales o nunca. ¿Por qué hacerlo, si pronto tendremos alternativas que sabrán igual de bien, pero que serán más saludables y mejores para los animales y el planeta? “Según mis cálculos eso podría ocurrir alrededor de 2035, lo que significa que dentro de poco más de diez años”, apunta.

“Puede parecer muy pronto pero hoy en día las tendencias, las modas y las nuevas ideas se extienden a toda velocidad gracias a Internet. ¿Quién hubiera pensado que algún día normalizaríamos en occidente el uso de las mascarillas o que podríamos sentir vergüenza por tomar demasiados vuelos debido a su impacto climático?”

Una explotación ganadera en Galicia.

Una explotación ganadera en Galicia. / Víctor Echave

El futuro planteado por Van Voorst será más o menos deseable según quién lea estas líneas, pero definitivamente suena lógico, una consecuencia natural de las circunstancias actuales. El problema, se podría argumentar, es que hoy en día están sucediendo en nuestro mundo tantas cosas ilógicas, como el resurgimiento de los populismos, de la extrema derecha o la guerra en Ucrania, que resulta difícil pensar que en el plazo de una década los hábitos de consumo de la carne vayan a cambiar de forma tan radical. Existen multitud de fuerzas e intereses que reman hacia el lado contrario a la lógica actualmente. “Estoy de acuerdo, existen muchos ejemplos que son preocupantes, incluso aterradores”, reconoce la profesora.

“Por supuesto -continúa Van Voorst-, no puedo estar segura al 100% de que todo lo que preveo en el libro vaya a suceder realmente. Nadie puede predecir el futuro, pero sé que tenemos que comprometernos con la esperanza, porque si no lo hacemos, nos volvemos inactivos. Piénsalo: si supieras con certeza que la alimentación a base de plantas NO se va a volver más popular, ¿para qué probar una hamburguesa vegetal? Tenemos que mantener abierta la opción de que las cosas puedan mejorar. Todos jugamos un papel en la historia y ahora nos encontramos en un punto crucial, uno sobre el que nuestros hijos nos interrogarán en el futuro: ¿qué hiciste cuando ya sabías el impacto negativo que la industria alimentaria tenía en el planeta y en el bienestar animal? Depende de nosotros cómo podremos responder a esa pregunta".

La académica tiene "la esperanza de que muchos de nosotros ya estamos empezando a verlo claro: en el libro hablo de agricultores que ya han renunciado a su ganado y ahora producen legumbres porque prevén que por ahí pasa el futuro de los alimentos. Hablo de chefs de fama mundial que dirigen restaurantes en los que todo lo que cocinan es a base de plantas; sobre algunos de los mejores atletas del mundo que se alimentan 'de lo que comen los elefantes': las plantas. Hablo sobre carne cultivada en laboratorio y otros alimentos libres de crueldad, y sobre otras tendencias que ya están ocurriendo. El mundo está cambiando y va más rápido de lo que podemos imaginar”.

Pero sin llegar a pecar de pesimistas, está claro que el cambio encontrará cierta oposición. Van Voorst propone en su libro una perspectiva unidireccional que proyecta la tendencia que ha observado hacia el futuro sin considerar que podría haber fuerzas que intenten revertir el curso de la misma. “Ciertamente habrá reacciones en contra”, reconoce.

“De hecho, ya estamos viendo esto en mi país de origen, los Países Bajos, donde los ganaderos están frustrados con el cambio en las percepciones culturales y las políticas que se están derivando de ellas. Han organizado duras protestas y esto es comprensible desde su punto de vista. Los precios son bajos y la gente, de repente, los ha empezado a señalar por maltratar a los animales cuando esto nunca se había considerado como algo malo en el pasado. Pero yo veo estas protestas como una indicación de la creciente tendencia vegana. Se tratan de respuestas tardías, pero que no conseguirán frenar la tendencia porque ya hay demasiadas personas, ya sea por razones de crueldad hacia los animales, el medio ambiente o la salud, que están a favor del cambio. Lo que debe suceder ahora es que se ayude a estos ganaderos a adaptarse a la nueva situación, a verla como una oportunidad”.

La transformación hacia un estilo de vida más basado en alimentos vegetales no es la única que necesitamos. También existe una oportunidad para llevar una forma de vida más simple, donde nos reconectaremos con la naturaleza"

De hecho, en el libro se explica cómo las grandes multinacionales alimentarias, culpables de gran parte de la destrucción del planeta, serán un motor fundamental del cambio tan pronto como vean nuevas oportunidades de negocio en los productos veganos. Pero, ¿no acabará teniendo también su actividad, a la larga, efectos negativos sobre el planeta? “Sí, esto podría ocurrir si todos insistimos en comer tanto y comprar tanto como lo hacemos ahora”, explica la autora.

“La transformación hacia un estilo de vida más basado en alimentos vegetales no es la única que necesitamos, ni es la única que preveo en el horizonte. También existe una oportunidad para llevar una forma de vida más simple, donde nos reconectaremos con la naturaleza"

Algunos de esos cambios de actitud los ve bastante claros. "Volaremos menos, aprenderemos más sobre cómo se fabrica nuestra comida. Comeremos con más respeto por la fuente de ese alimento y encontraremos nuestra felicidad en pequeños círculos de amigos y familiares. En esencia, recordará un poco la forma en la que vivían las generaciones anteriores: menos individualistas, con conexiones más cercanas, pero ahora además tenemos internet para divertirnos, conectar, o tecnología para ayudarnos a crear maravillosos quesos veganos… Este cambio ocurrirá en muchos lugares del mundo, creo, porque las generaciones más jóvenes e incluso la nuestra ya estamos comenzando a ver qué sucede si continuamos viviendo como lo hemos hecho hasta ahora”.

Una de las reflexiones más interesantes de Hace mucho tiempo comíamos animales, tiene que ver con una gran paradoja que rodea al ser humano y su relación con el maltrato animal: como sentimos tanto rechazo por la forma en la que tratamos a los animales, preferimos ignorarla y distanciarnos de ella. Pagamos a otros para que hagan el trabajo sucio por nosotros y justificamos esa negación con la idea de que no hay otra forma de hacerlo, que simplemente es así como funcionan las cosas. Ante esto, la autora propone que es necesario que todo el mundo tenga muy claro qué alternativas existen a la situación actual.

Se nos enseña que si bien debemos cuidar bien a los perros y gatos de nuestra casa, es necesario maltratar a los animales de granja"

“No creo que maltratemos a los animales porque nos den igual. La mayoría de nosotros somos buenas personas y muchos de nosotros amamos a los animales. Sin embargo, se nos enseña que si bien debemos cuidar bien a los perros y gatos de nuestra casa, es necesario maltratar a los animales de granja. Mi libro no ataca a las personas que todavía comen carne y lácteos. En mi opinión, es lógico que nos resulte difícil no hacerlo y no debemos culparnos: simplemente nacimos y crecimos en una sociedad en la que comer animales no solo está normalizado, sino que se considera necesario para la salud. Que esto no es cierto se acaba de descubrir, al igual que el hecho de que, a diferencia de la mayoría de nosotros, nos enseñaron a creer que los humanos 'siempre' hemos comido animales. No es así. Ahora que este mensaje es cada vez más conocido, creo que ha llegado el momento de mirarnos a nosotros mismos y a nuestra historia de manera diferente, y eso hará posible que también veamos nuestro futuro de manera diferente. Somos nosotros, y nadie más, los que creamos el futuro. Lo hacemos con cada producto que compramos, cada marca que apoyamos y cada bocado que comemos”.