LIMÓN & VINAGRE

Mario Vargas Llosa, el amante de su libertad

Toda la palabrería se la llevará el viento y solo quedará, con ánimo de eternidad, su reinado en los anaqueles de las librerías

Mario Vargas Llosa, el amante de su libertad

Mario Vargas Llosa, el amante de su libertad

Emma Riverola

Emma Riverola

El niño que perdió su reino. El genio indiscutible. El escritor que desnuda los entramados del poder. El enamoradizo sempiterno. El celoso. El autor imprescindible en los anaqueles de la librería. El personaje de la prensa rosa. El hombre que no hace falta reverenciar. 

Si algo se ha ganado Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) es su libertad. Y tuvo que empezar a luchar por ella desde bien temprano. Su vida trascurrió tranquila durante los primeros años. Creció en el seno de su familia materna, un pequeño reino acomodado de madre, tías y abuela donde la presencia paterna era una sombra novelesca. Creyendo la versión familiar de que el padre había fallecido antes de su nacimiento, una fotografía del hombre vestido de aviador hizo imaginar al niño Mario que había sido militar.

No debió de ser fácil para el pequeño encontrarse a los 10 años con un padre resucitado que quiso volver a ejercer de cabeza de familia y, encima, de forma violenta. El hombre aborrecía a la familia Llosa y, aún más, el incipiente interés del niño por la literatura.

Dos años más tarde, Vargas Llosa sufrió un abuso sexual por parte de un hermano de La Salle. El episodio alejó al niño de la religión. En poco tiempo, su reino de bienestar se desmoronaba por dos hombres que abusaban de su poder. Es fácil vislumbrar la sombra de hombres autoritarios en las primeras novelas del autor. Una oscuridad que, más difuminada, enmarca su obra completa. "Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes sobre la resistencia, la revuelta y la derrota individual": este fue el comunicado del Comité del Premio Nobel de Literatura al galardonarlo en 2010. 

García Hortelano, Carlos Barral, García Márquez e Vargas Llosa y José María Castellet, en Barcelona.

García Hortelano, Carlos Barral, García Márquez e Vargas Llosa y José María Castellet, en Barcelona. / ARCHIVO

Del mismo modo que la defensa de la libertad y la individualidad impregna la obra de Vargas Llosa, también su vida privada y pública se ha significado según sus criterios morales. Fue marxista en su juventud: "Era difícil para un joven latinoamericano de mi generación que descubría las enormes desigualdades y el racismo de nuestras sociedades no acercarse al socialismo".

Vivió con entusiasmo la revolución cubana, pero se alejó definitivamente cuando Castro encarceló al poeta Heberto Padilla. Fue deslizándose hacia el extremo derecho del tablero político y se instaló en el liberalismo. Fue candidato a la presidencia de Perú en 1990 por el Frente Democrático.   

"No quiero llevar un cartelito ideológico que diga lo que pienso dentro del liberalismo, eso ya lo hice en mi juventud. Prefiero pensar y pronunciarme en cada caso", afirma. Y sus pronunciamientos incluyen desde tachar de "payaso" a Berlusconi a ser azote de independentistas catalanes. El nacionalismo es "el gran enemigo de la libertad en nuestro tiempo", afirmó al recibir el Premio FAES a la Libertad de manos de José María Aznar. Tampoco le han dolido prendas al elogiar a Isabel Díaz Ayuso: "La queremos, la admiramos y estamos absolutamente convencidos de que ha hecho un trabajo fuera de serie. (…) Cuando ella habla de libertad, los madrileños escuchan porque los interpreta y los expresa"... 

Ay, la libertad. ¿Será la misma que le condujo a aparecer en los papeles de Panamá y los de Pandora como director de una compañía con sede en un paraíso fiscal? 

Donde, sin duda, Vargas Llosa ha ejercido la libertad ha sido en su vida amorosa. A los 19 años escandalizó a la familia al casarse con la hermana de su tía política. El pasmo continuó al separarse y desposarse con su prima, la hija de su tía política: Patricia Llosa, la mujer con la que tuvo sus tres hijos y convivió durante cinco décadas jalonadas por un ir y venir de amores que nunca ocultó.

En uno de estos vaivenes emocionales estampó su puño contra el rostro de su hasta entonces gran amigo Gabriel García Márquez. No le gustó que el colombiano propusiera a Llosa liarse con él para poner celoso a su marido. Los dos escritores no volvieron a hablarse. Ambos fueron dos de los grandes protagonistas del boom latinoamericano que sacudió la literatura universal entre los años 60 y 70. 

Su relación con Isabel Preysler le condujo a todas las portadas de la prensa rosa y a los platós del entretenimiento. Su reciente separación está siendo destripada con especial deleite. Que si el motivo de la ruptura son los celos de él, que si es la superficialidad de ella. En realidad, ¿eso qué importa? Toda la palabrería se la llevará el viento y solo quedará, con ánimo de eternidad, su reinado en los anaqueles de las librerías.

Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa han roto

PI STUDIO