FERIA DE FRÁNCFORT

El mundo del libro iba a ser digital, pero...

Fue en estos mismos salones donde se decretó la muerte del objeto-libro a manos del CD Rom. Sin embargo, un cuarto de siglo después el papel continúa fuerte y su olor es el que se respira en una feria donde nombres que siguen, como Pérez-Reverte y del Molino, y otros que ya no están, como Marías, Grandes o Balcells, han protagonizado encuentros estos días

Pérez-Reverte, durante el coloquio que mantuvo en la Feria de Fráncfort.

Pérez-Reverte, durante el coloquio que mantuvo en la Feria de Fráncfort. / Borja Sánchez-Trillo - EFE

Juan Cruz

Juan Cruz

En 1996, cuando la palabra CD Rom parecía que iba a ser la nueva biblia de los libros, un ejército de rumores se hizo sólido en Fráncfort para anunciar que este objeto centenario que había sido de papel tenía los días contados. Iba a estar en la red como muchos otros objetos cibernéticos que ya volaban hacia el éter.

Como poco después se decretó (también en Alemania, por parte de unos expertos universitarios) que el periódico de papel acabaría en 2023, precisamente, en aquella ocasión, mediada la década del pasado siglo, el libro iba a leerse solo en las numerosas alternativas digitales que ya dibujaba el mercado.

Enseguida vino Steve Jobs a presentar los aparatos que iban a sustituir al viejo libro y en la feria de ese año se empezó a dibujar un futuro que iba a afectar a agentes, libreros, autores, y que, por supuesto, iba a acabar con la Feria de Fráncfort tal como la conocíamos hasta ese momento.

Pasaron los años, Fráncfort ha acogido todas esas innovaciones, que no han dejado de existir, aunque el CD Rom, aquel símbolo, se fue por la barranquera de la historia. Pero el libro, aquel viejo artilugio, persiste por encima de todos los anuncios sobre su muerte.

Países que no se entremezclan

Como diría aquel viejo dicho literario, “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Y eso es lo que viene a decir, después de la pandemia que cerró por dos temporadas esta feria de las ferias (del libro), una de las editoras que, por ejemplo, asistió en 1991 a la que iba a ser la primera entronación alemana del libro español.

Ella es Michi Strausfeld, alemana, trabajó en España con Jaime Salinas cuando éste era director de Alfaguara, en su segunda época, tras la égida de los hermanos Cela. Salinas le encargó a Strausfeld la que sería la más influyente colección de libro infantil y juvenil que ha habido en la historia de la edición española. Además, fue la introductora (en Alemania, donde trabajó para la imperiosa Suhrkamp) de algunas de las celebridades del mundo literario hispanomericano, ha escrito Mariposas amarillas y los señores dictadores (Debate), un homenaje a la influencia que esa literatura ha tenido antes y después del 'boom', y es considerada como una de las nuestras, una española de hispanoamérica.

Las mesas de discusión sobre el futuro de la literatura y sobre las literaturas comunes eran tenidas entre autores españoles y sus colegas alemanes [...] Ahora, los españoles hablan entre ellos"

Ella estaba aquí cuando el libro español presentó sus credenciales en Fráncfort, en 1991. Aquí se presentaba “la literatura de la democracia”, Salinas estaba al mando de todo aquello, como director general del Libro, acabada su primera época en Alfaguara. Él impulsó algo que Strausfeld echa de menos en la presente edición del protagonismo español en Fráncfort: las mesas de discusión sobre el futuro de la literatura y sobre las literaturas comunes eran tenidas entre autores españoles y sus colegas alemanes, siguiendo la serie de encuentros entre el libro alemán y el libro español que se habían celebrado seis años antes entre autores de ambas nacionalidades.

Ahora, y ella lo resiente, no se han producido esos encuentros, los españoles hablan entre ellos, y eso se nota en las salas de conferencias y en los pasillos, donde los españoles nos encontramos como si estuviéramos en calles de Barcelona, Madrid o Santa Cruz de Tenerife, por poner tres posibilidades de nuestra propia patria.

Habla en este caso con rabia y melancolía. Pues, aunque la invitada sea España, la lógica del destino de la lengua reclama que siempre que se la celebre habría que unir todas las literaturas en las que se escribe. La literatura española, afirma con los argumentos de aquel libro suyo, no se entendería sin lo que crearon gente como Onetti, Rulfo, Vargas Llosa o Gabriel García Márquez. Aquel espíritu fue el boom, al que también perteneció su amigo Julio Cortázar, pero la organización española no encontró esta vez manera de acomodar esa conjunción milagrosa que ha hecho (vuelve a decir Michi Strausfeld) de la española (de España) una literatura mejor.

De esa alianza, que aquí esta vez al menos no ha sido posible, habló después, de manera entusiasta, el ministro de Cultura, Miquel Iceta. El futuro del español (y del español digital, en la red, que de eso hablaron él, el director del Cervantes y luego la vicepresidenta Calviño) no se entiende sin la presencia de América como parte indivisible del idioma que hablamos. A Michi Strausfeld le llamó la atención esa contradicción entre la ambición panamericana que reclama el ministro para la lengua y la escasa presencia de escritores de aquel continente en la feria, que consiste en ocho autores.

El mundo iba a ser digital, pero… Aquí hay, buscando lecciones extranjeras por la feria, libreros españoles, de los cuatro puntos cardinales, autores jóvenes y viejos, veteranos de la feria con sus bolsas y sus libros, y sus carpetas de apuntes. "Esta ha sido la feria del reencuentro después de tres años sin venir debido a la pandemia. Ha sido una alegría volver a encontrarnos con editores y agentes internacionales a los que llevábamos tiempo sin ver en persona", contaba este viernes Idoia Moll, directora de la editorial Alba, optimista y feliz a pesar de que, decía, habían notado una reducción de los expositores internacionales respecto a años anteriores. Más allá de ese censo, en los pabellones de Fráncfort está por doquier el papel que se iba a acabar (en 2023 para los periódicos: el periodista italiano Eugenio Scalfari preguntó a qué hora pararían exactamente ese año las rotativas) en cuanto se asentara el CD Rom, no se ha rendido, y de hecho hay un evidente aire de papel (de papel de libro) en las actividades a las que asistimos.

Primeros espadas

Sergio del Molino, por ejemplo, ha venido aquí a hablar de su libro sobre la España vacía, aunque haya ya muchos aniversarios de esa obra que le ha dado nombradía también internacional, y también alemana; le piden autógrafos y lo invitan a todas partes a contar ese lado de España que se empezó a secar, quizá, en 1991, cuando aquí aplaudían por primera vez en el extranjero las literaturas de Almudena Grandes o Javier Marías, dos grandes autores ahora desaparecidos a los que la parte española de la feria ha convocado en dos emocionantes homenajes.

El mundo es aquí digital, y de papel. Hay pocos autores tan de papel como Arturo Pérez-Reverte, que es además el que más papel vende, en España y, entre los españoles, también en Alemania… Sergio Vila-Sanjuán, periodista, narrador, director del suplemento Culturas de La Vanguardia, lo entrevistó para el público de la Feria de Fráncfort. Y le recordó a Pérez-Reverte la última fecha en que el autor de la serie Alatriste vino a este reino del papel (que iba a ser totalmente digital).

Ya habían sonado los clarines del miedo para el viejo libro, era 1998, y Pérez-Reverte vino con su mochila a hablar de la vía europea al best seller con su colega inglés Ken Follet… “Claro que prosperó esa vía, como best seller y como parte de la literatura de calidad que se hacía y se siguió haciendo”. Él venía de haber fatigado (como decía Jorge Luis Borges) varias buenas bibliotecas familiares, y su cultura literaria (que es europea) es una mezcla que nació en el seno de su familia: “Mi abuela era de best sellers y mi abuelo era más de libros más literarios, clásicos”.

Así se hizo Pérez-Reverte, y así se presentó en aquella ocasión de la que ahora hace veinticuatro años. En aquel momento, precisamente, mientras hablaban el español y el inglés, se conoció en el mundo, y en aquella feria aún de papel, que José Saramago había ganado el premio Nobel de Literatura. El autor de Ensayo sobre la ceguera había estado en la feria y volvía a ella desde el aeropuerto. El rebumbio (también de papel) que se produjo en Fráncfort no afectó al debate sobre la vía europea al best seller. Claro que triunfó esa vía, dijo ayer Pérez-Reverte. “No tienes más que ver, Sergio, lo que fue capaz de hacer Umberto Eco”.

Al otro lado de donde había hablado Perez-Reverte con Vila Sanjuán se produjo en seguida otra evidencia de que el CD Rom no pudo ni con el más clásico de los monumentos literarios del español, la agente literaria Carmen Balcells, que inauguró el sector de las agencias antes del 'boom', se puso al servicio de aquel fenómeno que quizá un día se reedite aquí con la ayuda de esta España que se declara deudora de semejantes logros literarios, y ahora es un mito también para quienes no la conocieron.

A partir del libro que la celebra (Carmen Balcells, traficante de palabras, Debate) su autora Carme Riera y Rosa Montero, novelista, escritora que confió en Balcells para encarrilar su ahora muy importante carrera literaria, hablaron ante un auditorio que no terminaba de creerse que aquella mujer que revolucionó el mundo de la edición literaria moviendo un solo dedo, el dedo del 'boom', hiciera tantas cosas, todas tan diversas, sentada en un despacho, viajando a América, ida y vuelta, poniendo a escribir (y no a hacer cualquier otra cosa) a Mario Vargas Llosa o a Gabriel García Márquez.

Todo eso, por cierto, lo hacía Carmen Balcells apoyada en un cuaderno de papel de color amarillo sobre el que escribía a mano cómo debía ser el orden de los libros que ella controlaba minuciosamente, con un entusiasmo que no la doblegó sino cuando se produjo ya el último suspiro. Aquí, en Fránfort, estuvo poco, pero en su época no se movía un papel sin que ella supiera qué porvenir le aguardaba al que lo hubiera escrito.  

El homenaje a Javier Marías en Fráncfort. De izda. a dcha., el periodista alemán Paul Ingendaay; Gustavo Guerrero, editor de Marías en Francia; su traductora al alemán, Susanne Lange, y Roald Spahr, editor de su obra en Alemania.

El homenaje a Javier Marías en Fráncfort. De izda. a dcha., el periodista alemán Paul Ingendaay; Gustavo Guerrero, editor de Marías en Francia; su traductora al alemán, Susanne Lange, y Roald Spahr, editor de su obra en Alemania. / Borja Sánchez-Trillo - EFE

Negra espalda del tiempo

Cuando acababa este viernes el homenaje a Javier Marías en la Feria del Libro de Fráncfort, quien dirigía el coloquio, el periodista y escritor Paul Ingendaay, preguntó a los contertulios si tenían algo que añadir para que no acabara la sesión con pesadumbre.

Marías murió al final del verano y también su muerte fue sentida en Alemania, donde el autor de Corazón tan blanco tuvo un extraordinario valedor en el crítico Reich-Ranicki. Éste, que tiempo después rompería con escándalo, en público, un libro de memorias de Günter Grass, afirmó en su programa de televisión que era difícil concebir una literatura mejor que la del madrileño. A partir de entonces, 1996, y hasta ahora mismo, Marías es el escritor en español mejor valorado en este país, tanto por lo que dicen sus libros, como se dijo ayer en este agasajo póstumo, como por el estilo de su escritura.

Una vez dilucidados los valores emocionantes de sus novelas, insólitos en la prosa europea de posguerra, los presentes en el coloquio (Gustavo Guerrero, de Gallimard, la traductora Susanne Lange y el último editor de Marías en esta lengua, Roland Spahr) recibieron aquel desafío de Ingendaay. Éste no sólo ha sido exégeta de Marías (y editor apasionado de sus textos sobre fútbol, entre otros encargos) sino un gran amigo suyo. ¿Qué tienen que decir que impida que nos vayamos tristes? Se arrancó su actual editor, que contó que Marías había pedido, en uno de sus últimos viajes alemanes, que hubiera bañera y que se pudiera fumar en su habitación. Uy, no había bañera. Guerrero vivió una anécdota similar, pero contó otra: era muy difícil traducir al francés Los enamoramientos de Marías, porque en francés los enamoramientos no son transitivos, de modo que el autor accedió a que una perífrasis sustituyera al título literal traducido del español. “Pero”, les indicó el autor, “hagan el favor de poner una fotografía en la que quede claro que se trata de amantes que se están queriendo”.

Antes de las sonrisas finales en honor de un Javier Marías que fue juvenil y alegre, bromista y abierto, aunque su literatura fuera tan ensimismada, Ingendaay había hablado con pasión de Negra espalda del tiempo, el libro que encierra más vida propia de todos los que escribió el hombre que ya no está con nosotros. Un aplauso sonó en la sala. Ese libro que emocionó al periodista del Frankfürter Allgemaine Zeitung, acaso el alemán que más sabe de Marías, es una autobiografía que parte de la muerte de su hermano mayor. Dicho en la feria que lo celebró en 1996 sonaba ahora a un hermoso, inolvidable, homenaje a una literatura que no tiene parangón.