DOCUMENTAL

Amor y volcanes, la romántica y trágica historia de Katia y Maurice Krafft

Este viernes se estrena en cines ‘Fire of Love’, el documental sobre el matrimonio de vulcanólogos franceses que dedicó su vida a recorrer el mundo filmando erupciones 

Katia y Maurice Krafft Catherine Joséphine

Katia y Maurice Krafft Catherine Joséphine

Katia y Maurice Krafft nunca fueron, en vida, muy conocidos fuera del ámbito francés, a pesar de que en su país de origen, durante las décadas de los 70 y los 80, aparecieron innumerables ocasiones en televisión contando sus aventuras o presentando sus libros.

A ellos les debemos cientos de horas de imágenes y miles de fotografías de volcanes en erupción que produjeron incansablemente, desde que se encontraron en una cita a ciegas mientras estudiaban en la Universidad de Estrasburgo en 1966 donde los unió su amor por la geología, y hasta unos minutos antes de su muerte en 1991, provocada por el flujo piroclástico liberado por la explosión del Monte Unzen en la isla japonesa de Kyushu que se llevó consigo a otras 42 personas.

Katia era geoquímica y Maurice geólogo y juntos formaron un tándem personal y profesional casi perfecto. Maurice adoraba los focos, a Katia le gustaba más trabajar en la sombra. Casi más cineastas y aventureros que científicos, se inspiraron en la nouvelle vague y en el cinema verité del momento para captar el color y la belleza de las erupciones volcánicas, ya se produjeran estas en Zaire, Hawái, Indonesia o Estados Unidos. También su violencia y su capacidad de destrucción, como cuando filmaron, sobrecogidos, la tragedia del Nevado del Ruiz en Colombia a mediados de los 80, que acabó con la vida de más de 20.000 personas.

Katia y Maurice Krafft, una vida juntos consagrada a los volcanes.

Katia y Maurice Krafft, una vida juntos consagrada a los volcanes. /

La estadounidense Sara Dosa es la directora de Fire of Love, el nuevo y filosófico documental que narra la vida de los vulcanólogos franceses que se estrena este viernes en cines. Dosa conoció la historia de la pareja durante las investigaciones que realizó para su anterior film: The Seer and the Unseen. Un documental, en clave de realismo mágico, sobre los elfos, el colapso financiero y el sorprendente poder de las creencias, contado a través de la historia de una mujer islandesa que habla en nombre de los propios espíritus de la naturaleza amenazada.

“Queríamos abrir aquella película con imágenes de archivo de volcanes islandeses en erupción para mostrar lo viva que está la Tierra, su fuerza, su magia”, cuenta la directora. “Y en el proceso de investigación, nos dimos cuenta de que había muy pocas personas que hubieran tomado fotografías y vídeos de volcanes en erupción durante los años 70, que era específicamente la época que estábamos buscando. Así fue como me encontré con el trabajo de Katia y Maurice. Pero realmente no fue hasta que profundicé un poco en su historia y en ese extraño triángulo amoroso que existía entre ellos dos y los volcanes, cuando decidí que allí había una historia que merecía ser contada”.

Durante el confinamiento, Dosa y su equipo emprendieron la titánica tarea de bucear entre las más de 200 horas de material que Katia y Maurice habían registrado a lo largo de toda su carrera. “Estaba encerrada en mi casa, pero cuando me llegaba el material desde Europa me sentía transportada a la Islandia de 1973 o a la Indonesia de 1979”, recuerda. “Sentí que era posible viajar a través de sus imágenes. La mayor parte del material que acabamos utilizando en la película no se había visto en casi 30 años y ha sido digitalizado expresamente para la ocasión. Aunque las imágenes de los Krafft se utilizaron en sus propias películas y en documentales científicos y educativos de los 80 y los 90, en los últimos treinta años han quedado bastante olvidadas salvo por los solo dos minutos que aparecen en Dentro del volcán, el documental de Werner Herzog de 2016”.

Casualmente, el propio Herzog se encuentra en estos momentos dando los últimos retoques a su propio documental sobre los Krafft, The Fire Within, que se estrenará a finales de este año. Será interesante comparar ambas piezas, aunque Sara ha declarado que no ve la película de Herzog como competencia, ya que sus puntos de vista son muy diferentes.

A la espera de ver cómo será la propuesta del alemán, la de Dosa, que se hizo con el Premio a la Mejor Película en el último Festival Docs de Barcelona y con el de Mejor Montaje en Sundance, rebosa belleza y poesía. Las sobrecogedoras imágenes tomadas por la pareja se mezclan con un sonido muy cuidado y con la intensa narración de la artista y cineasta Miranda July, un aliciente que se pierde en la versión doblada al castellano. “Necesitábamos un vehículo creativo que nos permitiera dar forma a la narrativa, así como dar cuerpo a los sentimientos de Katia y Maurice lo mejor que pudiéramos”, comenta Sara Dosa.

“La narración se convirtió en nuestro vehículo para proporcionar el contexto, llenar los vacíos narrativos y hablar de los mundos interiores de nuestros personajes -añade la directora-. Mientras escribíamos los textos nos dimos cuenta de que queríamos una voz inteligente y distintiva, no la clásica ‘voz de Dios’ de muchos documentales convencionales. Nuestro productor ejecutivo, Greg Boustead, propuso contactar con Miranda, y todos estuvimos de acuerdo en incorporarla a la película. Nos pareció que, de alguna manera, habíamos estado escribiendo para ella sin siquiera darnos cuenta”. La voz de July aporta profundidad, riqueza, curiosidad y nostalgia a unas imágenes que ya venían cargadas de todo eso por sí mismas.

La directora del documental, Sara Dosa.

La directora del documental, Sara Dosa. / Erik Tanner

Ciencia y espectáculo se combinaron en el trabajo de Katia y Maurice hasta tal punto que resulta tentador pensar que comenzaron a captar imágenes y a producir libros como una forma de financiar su obsesión, de seguir viajando de una punta a otra del globo para admirar sus venas abiertas. “Estaban absolutamente enamorados del mundo de los volcanes y la aventura que rodeaba a estas expediciones. Así que yo también me inclino a pensar que hicieron todo lo posible por construir su vida de forma que les permitiera vivir así”, afirma Sara. “Trabajar para el cine y la televisión les permitía vivir esa vida. En un momento dado del documental, Maurice dice que querían vivir de una forma acorde con los ritmos de la tierra, es decir, sin responsabilidades, sin horarios, sin hijos, sin jefes.

Después de presenciar el desastre que produjo el volcán Nevado del Ruiz en Colombia en 1985, sintieron una responsabilidad añadida de educar a la sociedad sobre el poder y el peligro de los volcanes"

Pero hay un punto de inflexión donde empezaron a entender el poder destructivo de los volcanes y también a construir unas relaciones humanas más profundas con los equipos con los que trabajan. A partir de entonces se empezaron a ver a sí mismos como comunicadores, como contadores de historias. No solo para transmitir lo que sabían y hacer que la gente se apasionara con los volcanes tanto como ellos, sino que después de presenciar el desastre que produjo el volcán Nevado del Ruiz en Colombia en 1985, sintieron una responsabilidad añadida de educar a la sociedad sobre el poder y el peligro de los volcanes. Creo que hay una evolución en su propósito y un mayor acercamiento al mundo de la vulcanología, pero con esta sensación de responsabilidad añadida”.

Katia y Maurice se situaban siempre peligrosamente cerca de las erupciones.

Katia y Maurice se situaban siempre peligrosamente cerca de las erupciones. /

Aunque el trabajo como tal de los Krafft no produjera resultados científicos de importancia (aunque sí que fueron pioneros en algunas cosas como crear un laboratorio químico sobre el terreno para analizar restos volcánicos), “quizá su contribución principal fue el inspirar a varias generaciones para acercarse al mundo de la vulcanología y la biociencia”, afirma, convencida, Dosa. “Muchos vulcanólogos de la actualidad reconocen que un libro o un documental de los Krafft fue el inicio de su vocación. Es verdad que su trabajo también tiene una faceta muy polémica, porque no respetaron los límites de seguridad que se consideraban adecuados en aquel momento. Se acercaban demasiado y eso provocó su propia muerte. Pero, en mi opinión, se trataba de dos personas que eran capaces de perseguir su pasión de una forma muy valiente. Muchos otros vulcanólogos han muerto a lo largo de la historia de esta rama de la ciencia, el peligro parece que está en parte indisolublemente unido a ella. Es un mundo muy duro y que puede requerir de grandes sacrificios”.

Cuanto más se acercaban al peligro, más vivos se sentían, más centrados en lo que era importante para ellos"

Fire of Love está lleno de alegría de vivir, pero también es posible apreciar cómo la muerte planea continuamente sobre las cabezas de sus protagonistas. Algo que, según Sara, ellos siempre tuvieron muy presente. “Estar tan cerca de la muerte todos los días creo que les permitía disfrutar más de la vida”, explica la directora. “Cuanto más se acercaban al peligro, más vivos se sentían, más centrados en lo que era importante para ellos. Aunque sabían que quizá el número de días que tenían era limitado, vivían haciendo justamente lo que amaban. Y eso es lo que les hacía más felices, lo que les llenaba. Su relación con la muerte de alguna manera les hacía vivir con mayor intensidad su sueño y sentirse más realizados”.

Para Sara, Katia y Maurice eran dos visionarios, dos locos. Dos personas que vivieron y murieron de acuerdo a lo que amaban. Fueron vulcanólogos pero también artistas, cineastas, filósofos, intelectuales, personajes públicos… Personas capaces de entender su lugar en el cosmos. “A nivel personal he aprendido mucho sobre ellos”, concluye la directora. “He aprendido lo que significa vivir la vida con un propósito y dejarse guiar por el amor”.