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Infancias LGTBIQ+: historias de un momento decisivo

El libro 'Otras flores' recopila fotografías, reflexiones y recuerdos sobre cómo vivieron su infancia personas LGTBIQ+.

De izda. a dcha. en la fila superior, Rubén Gómez Vacas, Clara Martín, Luli Acosta y  Lluís Garau, participantes en el libro, en su infancia.

De izda. a dcha. en la fila superior, Rubén Gómez Vacas, Clara Martín, Luli Acosta y Lluís Garau, participantes en el libro, en su infancia. / CEDIDAS

Eduardo Bravo

En las Navidades de 2020, Xavi Reyes compartió por redes sociales una foto tomada cuando era pequeño y un texto en el que reflexionaba sobre lo que supuso para él haber sido un niño gay. La iniciativa, que formaba parte de su particular proceso de sanación y reconciliación con su infancia y su feminidad reprimida, fue muy bien recibida por sus seguidores, que decidieron compartir con él sus vivencias y fotografías. "A raíz de ello, me aventuré a hacer un llamamiento para recopilar estas imágenes e historias, sin saber bien qué quería hacer luego con ellas", recuerda Reyes, que primero hizo una exposición, luego un fanzine, "hasta que tuve la poca vergüenza de presentarlo a la editorial Dos Bigotes y la respuesta fue inmediata: hacemos un libro".

Año y medio después del post que dio origen al proyecto, la editorial madrileña acaba de publicar Otras flores, un álbum fotográfico seleccionado por el propio Reyes y prologado por la escritora Valeria Vegas, en el que se recogen los testimonios e imágenes de casi ochenta personas que reflexionan sobre cómo es vivir una infancia LGTBQI+.

"Los adultos tenemos el deber de estar a la altura de lo que necesitan de nosotros, y me entristece pensar que aún no se le presta la atención que necesitan nuestras realidades LGTBIQ+ en la infancia", se lamenta Reyes, que explica cómo crecer fuera de la norma del binarismo de género y de la heterosexualidad suele ser un camino que discurre entre el miedo, la incertidumbre y la soledad. Por eso, insiste, "debemos educar en la infinidad de opciones posibles para que todes se puedan sentir identificades y entiendan que su realidad existe, es válida, no están soles y tienen derecho a ser felices" .

Diferentes realidades, rasgos comunes

A pesar de la variedad de testimonios recopilados en Otras flores, son muchos los que coinciden en el rechazo que las personas queer se dispensan a sí mismos durante sus primeros años de vida, especialmente en lo que se refiere a la percepción de su propio cuerpo o el tipo de deseo sexual que experimentan. "El triunfo LGTBIQ+ nunca será casarnos ni comprarnos bebés, que nadie se lleve a engaño", afirma en uno de esos recuerdos Guillermo Alonso, que continúa: "el triunfo LGTBIQ+ llegará cuando encontremos una generación que crezca libre de autodesprecio", en clara referencia a la homofobia que aún persiste en la sociedad y que, en el mejor de los casos, es contrarrestada por el entorno familiar.

Xavi Reyes, coordinador del libro, en un momento de su infancia.

Xavi Reyes, coordinador del libro, en un momento de su infancia. / Cedida

De hecho, es de destacar la importancia que en los testimonios recopilados en Otras flores tienen madres, padres, tías o incluso abuelas y abuelos —que por edad podrían haber sido más refractarios a aceptar una sexualidad fuera de la norma— para que esos hijos, sobrinos y nietos crezcan protegidos y en un entorno de respeto, por mucho que a veces también haya miedo, por parte de esos mismos familiares, a ser víctimas del qué dirán. En todo caso, no hay que caer en el triunfalismo. A pesar de esos testimonios y de los avances conseguidos en las últimas décadas, la homofobia sigue estando presente en muchos entornos familiares que se muestran especialmente hostiles cuando la realidad LGTBIQ+ se refiere a los más pequeños de la casa.

"Pertenecer al colectivo LGTBIQ+ sigue siendo algo mal visto, estigmatizante, cargado de prejuicios que tienen que ver con el vicio y la perversión. Nadie quiere que miren a sus hijes de esa manera. Así que consideran que es mejor mirar para otro lado y negar la posibilidad de existencias disidentes. En la mayoría de los casos, cuando 'sales del armario' —por cualquiera de las letras— la respuesta es de preocupación por el qué dirán los demás, por ser juzgados como, hasta ese momento, juzgaban ellos a las personas del colectivo. La inmensa mayoría de progenitores no quieren que sus hijes sufran y saben que la vida nos será más difícil siendo del colectivo, porque la sociedad nos coloca en los márgenes y es más probable que suframos discriminación", explica Heidi Pérez, mujer cis, lesbiana y participante en Otras flores, que reconoce que si nunca vivió reprimida en la infancia fue, sencillamente, porque "ni siquiera sabía que podía existir una lesbiana".

Tan reconfortante como doloroso

A pesar del efecto sanador que ha supuesto compartir sus experiencias con los lectores, lo cierto es que casi todas las personas que aparecen en Otras flores coinciden en que el proceso introspectivo de la escritura no ha sido precisamente sencillo.

"Mi texto lo escribí en un vuelo a A Coruña después del asesinato de Samuel y lo viví como una catarsis. Una vez lo tenía escrito, lo compartí, quise editarlo y mejorarlo, pero lo que en un principio me emocionaba, me llegó a dar vergüenza ajena", explica Vicente Solbes, que durante la redacción de su testimonio dice haber vivido en primera persona el síndrome del impostor, al menos hasta que su hermana se lo pidió para leerlo. "Le pareció una preciosidad muy necesaria para las familias y las escuelas. Me preguntó por qué nunca había dicho nada en su momento, de niño, y es que fuera de la norma cishetero, todo es muy confuso, y lo digo en presente".

El presente, la edad adulta, sigue siendo complicada para muchas de las personas LGTBIQ+. "La represión de ser nosotros mismos es tan fuerte que nos dura hasta hoy. Por eso nos da mucho gusto y envidia ver a jóvenes en las celebraciones del orgullo ir vestidas como les apetece o montadas para la fiesta como Bad Gyal. O las caras de las madres felices que llevan a sus hijes al Gran Hotel de las Reinas", explica Solbes, mientras Heidi Pérez pone el foco en cómo se vive la realidad LGTBIQ+ en una estructura heteropatriarcal: "Mi relato, en el fondo, es muy naïf, muy ligero, ya que la invisibilidad de las mujeres en general y de las lesbianas en particular, hizo que viviera menos traumáticamente mi infancia. El trauma, sin embargo, ha venido después, de adulta, al querer ocupar espacios reservados a los hombres cis y a la letra G del colectivo. Pero ese es otro melón que abriremos otro día".

Además de ese efecto terapéutico y liberador para aquellos que han compartido sus vivencias, Otras flores es un texto que puede resultar reconfortante para aquellas personas que hayan vivido experiencias similares o se estén enfrentando a ellas en este momento. Tanto es así, que tal vez sería conveniente que la propuesta se ampliase a otras realidades como, por ejemplo, la sexualidad de personas con cuerpos no normativos. "Pienso lo mucho que me hubiera ayudado leer algo así", explica Alex Pacin, quien apunta que "la sexualidad es un tabú, doble tabú si hablamos de la sexualidad en la infancia y triple tabú si hablamos de la sexualidad en las infancias LGTBIQ+. Por eso son tan necesarios proyectos como Otras Flores. Querría que se hablase de consentimiento a les niñes desde que tengas conciencia, para evitar los abusos que se dan en estas edades. También me gustaría que saliese del armario la sexualidad de todas las personas en situaciones especiales".

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