ENTREVISTA

Brenda Navarro, novelista: "Los que tienen el poder están cabreados con nosotras por existir"

Después de un celebrado debut, la escritora mexicano-española Brenda Navarro publica una segunda novela en la que vuelve a confrontar los problemas con los que se topan las mujeres y las personas migrantes. En este caso, poniendo el foco en las trabajadoras del hogar y en un tema tan sensibe como el suicidio adolescente.

La escritora Brenda Navarro.

La escritora Brenda Navarro. / Noelia Olbés

Manuel Guedán

Manuel Guedán

"There’s a headstone right in front of you / And everyone I know". Hay una tumba delante de ti y delante de todo el mundo que conoces. Son los versos de Vampire Weekend que Diego escucha en bucle y que tiene en su estado de perfil de WhatsApp. Diego es el adolescente que se suicida al comienzo de Ceniza en la boca.

La otra protagonista es su hermana mayor. Una joven mexicana que, junto a Diego, cruza el charco y se instala en Madrid con su madre, quien tuvo que dejarlos tiempo atrás. Pero pronto se muda a Barcelona, entre otras cosas para escapar de su madre y del propio Diego, que siempre anda metiéndose en problemas. Aunque para dejar de ser la cuidadora de su hermano, debe trabajar cuidando ancianas españolas y limpiando sus casas.

Brenda Navarro dejó pasmado al mundo editorial y a lectores y lectoras con Casas vacías, su primera novela, que tuvo un recorrido de lo más inusual. Ahora se enfrenta al vértigo de la segunda. Si aquella hablaba de violencia de género y de las frustraciones de la maternidad, aquí la maternidad es más bien un vacío y en torno a ella se anudan un sinfín de violencias, que no se pueden comprender por separado. Los debates en el seno del feminismo, los derechos de las trabajadoras del hogar, el aislamiento al que se somete a las personas migrantes, el suicidio de los jóvenes, el amor entre hermanos y el perdón como un bien que solo puede concederse ante una ausencia son algunos de los temas de esta novela. Se habrán dado ya cuenta: Ceniza en la boca, entre otras cosas, pone a España ante un espejo en el que preferiría no mirarse.

Casas vacías pasó de ser una novela subida a internet, a ser publicada por Sexto Piso, y luego el Premio Tigre Juan, distribución internacional, traducciones, venta de derechos audiovisuales... Ahora que publica la segunda y tiene perspectiva, ¿cómo vivió todo ese proceso?

Mi problema es que Casas vacías no se detiene. No hay día en que no reciba un comentario o algo, y es un peso muy fuerte porque, además, cada vez la siento más lejana. Hay cosas en las que algunas personas me dicen que se pueden sentir reconocidas, pero de las que yo me he distanciado o he empezado a criticar. Aunque igual sigo entendiendo que mi parte terminó y el libro se defiende solo. Creo que Ceniza en la boca tiene un recorrido más desapegado y yo lo agradezco, porque quisiera hablar más de literatura que como experta en violencia de género, que es lo que me ha pasado con la anterior.

Las limpiadoras del hogar y las cuidadoras son personajes comunes en la ficción, solo que tienden a aparecer como personajes secundarios, de fondo. Usted las pone en primer plano. ¿Esa fue la idea central de esta novela?

La idea central es el suicidio de un niño aventándose de un quinto piso en Madrid. El tema de las cuidadoras… Justamente ayer una colega tuya me decía "bueno, pero es una chica muy inteligente esta mujer". Iba implícito el "para ser limpiadora, para no tener educación formal". Esa era parte de mi intención: no necesitas tener una educación formal para tener una visión propia del mundo y no necesitas, como escritora, tener una vivencia específica para entender que estas problemáticas, que no son tan atractivas para la mayoría de las y los escritores, deben tener lugar en la conversación literaria.

Para mí era muy natural darle voz a una mujer que sea limpiadora, como puede ser natural darle voz a una astronauta. Sigue siendo una persona con necesidades humanas corrientes"

¿Cómo ha sido el proceso de construcción de esa mirada?

La ficción tiene esta posibilidad de echar a volar la imaginación y conseguir un personaje verosímil. Para mí era muy natural darle voz a una mujer que sea limpiadora, como puede ser natural darle voz a una astronauta que tiene un conocimiento muy técnico, pero sigue siendo una persona con necesidades humanas corrientes y tiene que limpiar sus trastes. A mí me gusta empezar la novela y ya después empezar a leer sobre lo que he escrito. Así siento que puedo hablar de lo que traigo dentro de la novela sin que esas lecturas me hayan influido. Después, en cambio, sí me gusta empezar a leer de lo que yo estoy hablando y decir "ah, hay vasos comunicantes entre nosotras" o "esto trata de lo mismo". Aunque creo que la novela sigue hablando de mis preocupaciones esenciales en la vida: los cuidados y la posición de las mujeres en el mundo

Ahora se entiende por qué en Twitter llevaba meses hablando de Vampire Weekend. El epígrafe inicial es de una letra suya, que toma para dar nombre a su protagonista, Diego Garcia. Y su único legado son un montón de canciones de este grupo en su teléfono móvil. ¿Por qué Vampire Weekend?

Me gusta su música porque me pone contenta. Es un grupo que me llama la atención porque desde su primer disco trata temas de los que ahora se está hablando y, sin embargo, no es un grupo político, no interpela a mayorías, sino a un grupo muy específico. Cuando escuché esta canción del epígrafe, que además está muy fuera del tono del grupo, entre otras cosas porque tiene un palmeo español, me movió algo. Entendí que Diego García no era un persona sino una isla por la que se estaban peleando y que tenía que ver con la geopolítica estadounidense, y con lo que estamos viviendo actualmente en Ucrania, es decir, con ejes económicos que intentan seguir manteniendo el orden del mundo. Y sentí que no había una metáfora más allegada a lo que podía sentir una persona migrante que sentirse una isla. En la novela Diego es una isla por la que se está peleando todo el mundo. Su madre, su hermana, sus abuelos… todos quieren que sea una cosa, y además en el sentido de que es un hombre al que hay que cuidar…

La primera vez que oí el título de su novela entendí que era metafórico. Luego, al leerla, descubrí que no, y me encantó. Lo mismo sucede con el volar: al principio se habla de un chico que quiere volar, porque tiene sueños e ilusiones, pero acaba volando en su suicidio, al tirarse por la ventana. Las metáforas se deshacen para hacerse cuerpo, pura materialidad.

El título nos costó un trabajo enorme. Tardé un año en aceptar el título como tal. Empecé la historia con una de las frases con las que termina la novela. Y entonces, cuando nos tocó profesionalizar la novela… porque ese es un gran tema, cuando tu texto lo tienes que profesionalizar y permitir que llegue una editorial y lo trabaje. Me costó mucho soltar el título, no me gustaba ninguno. Y tenía a Yuri [Herrera], que es mi colega literario más cercano, que se despertaba y ya tenía como diez mensajes diciéndole "qué tal este" y "qué tal el otro". No quería caer en la metáfora justamente por lo que dices, porque la novela se la pasa rompiendo las metáforas todo el tiempo. Terminé con Ceniza en la boca justo por esto, porque termina siendo una cosa que sucede, que sucede más de lo que una puede pensar.

La oralidad, con una musicalidad muy cuidada, tiene mucha importancia en sus novelas. Por momentos pensaba en Manuel Puig, en Rita Indiana y, claro, en Yuri Herrera. ¿Qué le atrae de este registro?

Tenía miedo de sentirme cómoda con esta oralidad que ya me había funcionado muy bien en Casas vacías. Me decía "debes salir de tu zona de confort"… Pero luego me di cuenta de que actualmente es también una postura política. Y quería rescatar, no solo la oralidad mexicana, y esto sí fue un curro muy grande que hice con la editorial, sino también el habla de las personas bolivianas, colombianas, como de estos mixes que se hacen aquí en España. Yo utilizo muchas palabras del castellano pero también se me pegan del argentino, del colombiano…Se está dando un enriquecimiento del español en general, más allá de si suena bien o no suena bien. Fue un currazo, pero era importante porque se trata del fondo de la novela: estoy hablando de cómo muchas personas, con muchas identidades y con un bagaje cultural tremendo, están enriqueciendo un país que no se está dando cuenta de esa riqueza ni de las grandes cosas culturales que se están gestando en los círculos de personas migrantes.

No puedo dejar pasar esta frase de la novela: "Los españoles te ofrecen su casa, pero nunca te dan la dirección".

La protagonista lo dice, pero la escritora lo toma de una alemana que lleva años en España. Me pareció una gran frase. En México hay una canción popular que se llama La negra, que dice "a todos les dices sí pero nunca les dices cuándo". Me pareció un símil tremendo. Esas son las cosas que nos unen culturalmente. Somos personas que creemos que somos súperacogedores, supersimpáticos, súperamables, que siempre abrimos los brazos, pero en el fondo… No sé si la palabra es "hipócrita", pero sí una cosa de parecer amables para no mostrarnos realmente. Y esto lo digo como mexicana-española.

En un momento en que el feminismo ha marchado dividido en el 8M, la protagonista refleja otra división en el seno del movimiento, en concreto entre las estudiantes —las jóvenes blancas y de familias burguesas—, y el grupo que al principio arropa a la protagonista, "las primas", que son mujeres migrantes y precarizadas. ¿Qué le atraía de ese conflicto?

Por supuesto, no estoy revelando nada nuevo. Las primas son estos grupos de mujeres como las kellys y tantos otros que reivindican sus derechos como limpiadoras, cuidadoras... Yo sí tengo que decir que esto es una cosa que a mí me ha dolido mucho. Especialmente en Barcelona me tocó ver manifestaciones de mujeres de la limpieza, no importa si son españolas o latinoamericanas, y siempre estaban muy solas, con dos o tres curiosas que solíamos ser latinoamericanas, y que además no nos quedábamos, dicho sea de paso. Eso sí es una cosa que me duele personalmente. Estamos hablando de qué derechos y para quiénes, de qué vida digna defendemos en el espacio público cuando justamente este es limpiado por esas personas.

Como si no las viéramos…

El otro día Noemí López Trujillo, la periodista, contaba que una mujer trabajadora del hogar interpeló a Pedro Sánchez y que él ni siquiera volteó a verla. Eso es algo doloroso que tenemos que empezar a hablar. Y que no significa si las mujeres trabajadoras tienen que ir al frente y se las tiene que escuchar más, es que si ellas están limpiando y dejando el cuerpo y su tiempo, creo que lo mínimo que tenemos que hacer quienes podemos salir a marchar es hablar también por ellas. Hay quienes dicen eso de "no les des voz a quienes tienen voz", pero cuando ellas tienen que estar trabajando, sí es válido decir "estamos pidiendo la firma del convenio 187 para nuestras compañeras".

La sociedad no te permite tener un proceso de dolor en el que puedas estar triste. Me parece espantoso que a alguien que tiene una tristeza muy grande se le diagnostique como enfermo y no se escuchen sus motivos"

En Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan, en la que la madre de la protagonista se suicida y la protagonista emprende un camino de comprensión y aceptación que culmina en la última página. En su novela, en cambio, parece que la protagonista comprende perfectamente esa opción y la valora como igual de válida y lógica que la vida.

Es muy peligroso hablar de estos temas. De eso se trata, de problematizar algo dentro de la literatura. Yo sí creo que todas las personas deberían tener derecho de preguntarse hasta dónde y qué tipo de vida quiero vivir. Parece muy fácil decir "siempre hay algo maravilloso por lo que vivir, las cosas pequeñas, la belleza…". Pero la sociedad no te permite tener un proceso de dolor en el que puedas estar triste. Me parece espantoso que a alguien que tiene una tristeza muy grande se le diagnostique como enfermo y no se escuchen sus motivos. Si estamos empezando a hablar de si las personas con enfermedades terminales pueden decidir, si lo hablamos con los adultos, ¿por qué no podemos hablar también con los adolescentes? Creo que en el momento en que lo empecemos a hablar, aceptaremos que sienten mucho dolor y que están aprendiendo a ser humanos, con el verdadero concepto de humanidad: enojo, alegría, dolor. En ese momento vamos a poner algunas bases para resolver lo que nos está pasando.

La novela habla de cómo hacerse adulta.

La novela trata la muerte y, sí, trata de cómo convertirse en adulta y ese enojo que te da el hacerte responsable de tus decisiones y saber que los adultos están igual de perdidos y perdidas que tú. En ese momento la adolescencia se siente muy sola porque te habían dicho que el mundo iba a estar mejor, pero tus padres no están mejor, la sociedad no está mejor… Y lo que les estamos diciendo a los adolescentes es "no importa que esté horrible, tú sigue, obedece, obedece". Y yo me pregunto cómo les podemos estar diciendo que sigan viviendo sin sentarnos a escucharlos. Ellos también pueden pensar en el suicidio. No es que puedan, es que hay muchos adolescentes suicidándose actualmente. Lo dejamos como que puede ser el bullying, o una cosa ajena a la familia. Eso es no querer escudriñar qué pasa dentro de la familia, de las escuelas, de la sociedad. Y un apéndice: por un lado defendemos la educación pública española, pero yo cuestiono la pedagogía de los institutos, así como la posición de poder de los profesores frente a los adolescentes en un momento clave de la formación de su personalidad. Porque es difícil ser adolescente española, pero es más complicado ser adolescente como migrante y ya no te digo serlo en un país en el que eres pobre o soldado.

Hay una diferencia brutal que recoge entre las personas migrantes y las nacidas en España: a las primeras no se les pide su versión de los hechos, no tienen palabra. En tu novela se ve cómo las vidas de ambas transcurren en realidades paralelas y solo ocasionalmente se tocan. ¿Qué tiene que pasar para que esto cambie?

Una de las escenas que más me costó escribir, pero que sentía que tenía que meter es en la que persiguen a Diego con un bate cuando él vuelve a casa. Esto que no pasa solo con las personas migrantes, generalmente pasa con las personas pobres. Siempre hay una visión muy esencialista de que son violentos, bárbaros. Y las personas buenas y civilizadas son las que los están violentado. Y dicen "por qué alzas la voz", "por qué eres violento". Bueno, pues porque lo estás agrediendo. Y una persona o un colectivo no va a dejar de sentir enojo hasta que no dejen de atacarlos. Este problema que tenemos las personas que estamos en posiciones vulnerables, incluyo a las mujeres, los pobres… se solucionará, en todo caso, cuando los que tienen el poder dejen de estar cabreados con nosotras por existir; están cabreados con nosotras porque les afeamos las calles, les afeamos el paisaje y les afeamos con necesidades humanas su mundo capitalista modernísimo. Ellos están cabreados con nosotras, y cuando dejen de estarlo, probablemente quieran conversar, porque nosotras estamos conversando todo el tiempo.

TEMAS