ENTREVISTA

Mariana Enríquez: "Para mí, lo más natural es escribir como un varón"

Es quizá la autora en español más alabada de los últimos años, pero nos quedaba por descubrir su debut. Anagrama le pone remedio editando 'Bajar es lo peor', que se publicó por primera vez en 1995 y donde la argentina ya demostraba su pasión por todo aquello que se apartaba de la norma.

La escritoria Mariana Enríquez, en Barcelona en 2020.

La escritoria Mariana Enríquez, en Barcelona en 2020. / Jorge Gil

Bernardo Gutiérrez

La argentina Mariana Enríquez tiene el mundo a sus pies. Desde que ganó el Premio Herralde de Novela con Nuestra parte de noche (2019), sus libros previos están en constante redescubrimiento. El año pasado fue finalista del International Booker Price por la traducción de Los peligros de fumar en la cama, publicado en castellano en 2009. En Francia, Notre part de nuit figura en la lista del Grand Prix de L’Imaginaire (GPI). Anagrama acaba de publicar Bajar es lo peor, la primera novela de la autora, que vio la luz en 1995.

Al otro lado de la pantalla, Mariana charla sin prisa. Reivindica el terror como herramienta para visibilizar otros miedos. Y considera que su obra está muy anclada en la cotidianidad latinoamericana, algo "que no acaba de entenderse en Europa". Mariana combina sin complejos influencias diversas: Poe, Baudelaire, Stephen King, cultura oral, Cortázar, Ursula K. Le Guin, folclore argentino, Shirley Jackson, escritoras latinoamericanas como Fernanda Melchor, Mónica Ojeda o María Fernanda Ampuero, Emily Brönte, Nick Cave, santos paganos. "No tengo ningún prejuicio con la cultura pop", afirma.

Bajar es lo peor describe la vida de jóvenes volcados en la noche. Al hermoso Facundo, que vive del trapicheo y la prostitución, le da miedo dormir porque tiene pesadillas. Narval sufre alucinaciones y recibe visitas de unos seres espectrales. El telón de fondo es un Buenos Aires en crisis lleno de drogas, oscuridad y promiscuidad.

¿Qué se siente con la republicación de Bajar es lo peor, su primera novela?

Es raro. Es una novela que yo no volví a leer. Me cuesta mucho juzgarla literariamente. Tenía 21 años. Necesitaba escribir, contar mi vida, mis obsesiones. Mi expectativa es que los lectores conozcan de dónde vienen mis confusiones.

En la introducción explica que tenía a dos personajes instalados en la cabeza, Facundo y Narval. Escribía para desalojarlos de su mente. ¿Cómo fue el proceso de escritura?

Era la época de la máquina de escribir. Escribí de manera cronológica, sin demasiados cambios. Mi vida era un poco así, mucha gente gay, muchas drogas, mucha noche. Había una crisis profunda. Tenía ganas de escribir sobre esa situación de descuido, de abandono, de no saber qué va a pasar.

Usa las drogas, las alucinaciones y esos personajes terroríficos que visitan a Narval para dibujar una sociedad al borde del abismo. ¿Mezcló premeditadamente esos elementos?

La novela tiene mucho de ensayo de lo que luego me atreví a hacer. Ese ambiente tiene que ver con lo que me gusta a mí, el terror, lo fantástico, y con Buenos Aires, que es una ciudad muy húmeda, llena de edificios, de ritmo. Es muy linda pero tiene algo un poco gótico.

En sus novelas, la música que suena no es casual. Parece una banda sonora...

La música no es solo una banda sonora, sino una totalidad. Yo soy muy fan de los músicos. Además no tengo ningún prejuicio con la cultura pop, que nos atraviesa completamente y es un material con el que tenemos que trabajar.

En los años noventa había incluso estrellas de teatro que eran mujeres trans. Pero no se veía reflejado en la literatura en nuestro idioma. Escribir sobre ello era dar presencia a esos cuerpos'

El rock viene de la mano de seres andróginos, del sexo libre, de la bisexualidad...

Ese mundo estaba ahí. La cuestión gay estaba ya muy presente. En los años noventa había incluso estrellas de teatro que eran mujeres trans. Pero no se veía reflejado en la literatura en nuestro idioma, sí en la americana. Escribir sobre ello no era una necesidad militante, era dar presencia a esos cuerpos que estaban en la vida y no en la literatura.

En Nuestra parte de noche combina terror fantástico y la represión de la dictadura. La heterodoxia de sus influencias, ¿le ha ayudado a abordar los conflictos desde otro lado?

Sí. Narrar lo real tiene que ver con las narraciones orales. Tomé algo central de la violencia en América Latina, el miedo político. El terror te permite hablar de cosas que están anuladas, del miedo permanente. Yo nunca salgo a la calle sin documento, por ejemplo, porque tengo miedo de ir a la cárcel. No llamo a la policía porque tengo miedo que la policía me pueda robar. Hay una tembladera permanente. Te sientes todo el tiempo en la incertidumbre.

Justo le quería preguntar por la incertidumbre en su obra. Me da la impresión que algunos de sus cuentos acaban donde arranca la verdadera historia. La virgen de la Tosquera, de Los peligros de fumar en la cama, por ejemplo. ¿Qué relación tiene esa incertidumbre narrativa con la incertidumbre de la vida en Latinoamérica?

La incertidumbre es lo más sincero que yo, como autora, le puedo dar a un lector. Es decirle, terminá vos. El ambiente vaporoso, lleno de incertidumbre, se parece más a la realidad. Pongo esta tensión unida a los temores reales.

La crítica europea usa etiquetas para explicar lo que está llegando de América Latina: gótico, terror... Yo encuentro en su obra un elemento muy fuerte de cotidianidad. ¿Se acaba de entender esa cotidianidad desde Europa?

Siento una incomprensión de la incertidumbre y la desazón de la falta de futuro. Es más fácil ponerle etiquetas, claro. No hay una comprensión cabal de la cotidianidad. Las sociedades latinoamericanas son muy diferentes y los terrores, también.

Escribió un libro sobre Silvina Ocampo. Firma la introducción del libro de cuentos completos de la mexicana Amparo Dávila que va a lanzar la editorial madrileña Páginas de Espuma. ¿Visibilizar a grandes escritoras es una de sus misiones?

Es importante rescatarlas. Deberían tener más visibilidad. No estoy en la misión, pero siempre que me piden ayuda, me pongo. El caso de Silvina es distinto, porque era una mujer muy rica, que escribía porque quería. Amparo Dávila tocó mucho el tema de la mujer. Trata la violencia doméstica con género fantástico. Es lo que yo trato de hacer.

Mariana Enríquez, con Mick Jagger en el colgante.

Mariana Enríquez, con Mick Jagger en el colgante. / Jorge Gil

Existe una nueva generación de autoras latinoamericanas de género fantástico. Mónica Ojeda, Liliana Colanzi, Maria Fernanda Ampuero, Samanta Schweblin, Vera Giaconi, Guadalupe Nettel, por citar algunas. ¿Qué opinión le merece el fenómeno?

Somos diferentes. Pero crecimos escuchando las historias de las abuelas y al mismo tiempo viendo las películas de Estados Unidos, Spielberg, Twin Peaks, y leyendo cuentos de terror. Además, todo lo relativo a la santería. Somos una generación medio digital, medio analógica. Si le das un teléfono antiguo a una persona de treinta años no sabe usarlo, yo sí. Siento que tengo canales muy diferentes. No tenemos ningún problema con mezclar la primera persona, el realismo. El terror le sube el volumen a otros miedos.

Volviendo a su obra, en Nuestra parte de noche recrea una relación padre-hijo, no madre-hijo. ¿Influyó el hecho de que no sea madre?

Al no ser madre, escribir desde el punto de vista de una madre es igual al de escribir como un padre. En literatura todo es posible. En aquella época, venía de escribir dos libros llenos de mujeres, y tenía ganas de escribir con voz de varón. Para mí, lo más natural es escribir como un varón.

En momentos de desesperación, de guerra, de pandemia, de crisis climática, empiezás a ver otras soluciones, porque las racionales ya no funcionan'

Lo fantástico y lo mágico cotizan al alza. La cultura se ha llenado de magos y videntes. Se respeta más el I Ching, el tarot, la astrología, ritos africanos, ocultismo. ¿Lo racional no acaba de brindarnos explicaciones creíbles para este mundo convulso?

Creo que es eso, sí. La magia brinda la posibilidad de recuperar lo antiguo. Sabemos que el ecocidio existe. Estamos destruyendo el planeta y queda poco tiempo. Lo religioso en un sentido amplio se exacerba cuando uno está cerca de la muerte, y el planeta está muriendo. En momentos de desesperación, de guerra, de pandemia, de crisis climática, empezás a ver otras soluciones, porque las racionales ya no funcionan del todo.

En el mundo, y especialmente en América Latina, hay una especie de rebelión contra la razón ilustrada. Están en boga la cosmopolítica vinculada a lo indígena, el sentipensar que llega de Colombia. ¿Esta nueva ola de ficciones fantásticas forma parte de esta rebelión?

Yo creo que sí. En América Latina las culturas originarias acabaron mezcladas y ocultadas por una historia de violencia. La razón provocó una enorme represión de creencias, la espada y la cruz, ¿no?. En Chile, la cuestión mapuche es muy fuerte. También en Bolivia, que ha estado gobernada por un hombre que celebró la religiosidad indígena. Todo esto ha salido del closet. Ahora nadie tiene que tener vergüenza u ocultar, como en otros momentos, alguna creencia.

El escritor Alberto Chimal propone el Mexafuturismo para imaginar qué habría pasado si México no hubiera sido conquistado por europeos...

Yo uso santos paganos como Gauchito Gil y Pedrito Sanhueso. Nadie tiene vergüenza de tenerlos en su casa. Eso cambió totalmente. Lo incorporo con el mismo respeto.

En Caminaré sobre tu tumba explica su fascinación por el Parque de los Monstruos de Bomarzo (Italia), descrito en Bomarzo, de Manuel Mujica Laínez. Esa novela recrea parte de la historia bélica del siglo XVI, pero desde lo mágico y lo monstruoso. ¿Le sobra épica a la historia oficial y le falta magia y vidas cotidianas?

Sí, totalmente de acuerdo. Necesitamos buscar la otra historia. Tiene que ver con la mujer, que estuvo relegada a sus mundos privados y secretos, y con los otros saberes. Ursula K. Le Guin dijo que la literatura estaba en manos de grandes escritores de realismo blanco, y no en otros con capacidad de imaginar y pensar otras incógnitas. Escribir es una forma de pensar. Escribir desde otros puntos de vista es muy necesario.