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EXPRESIDENTE DE LA FED

Wall Street califica el Nobel a Ben Bernanke como "una broma de mal gusto"

Durante su etapa como presidente de la Reserva Federal de EEUU, Bernanke quitó hierro a la crisis subprime en 2007 e inició la política de inyecciones de liquidez de los bancos centrales

Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal de EEUU, el lunes 10 de octubre de 2022.

Ben Bernanke, expresidente de la Reserva Federal de EEUU, el lunes 10 de octubre de 2022. / SHAWN THEW / EFE / EPA

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Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal entre 2006 y 2014 ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía, junto a otros dos economistas (Philip H. Dybvig y Douglas Diamond), algo que ha soliviantado los ánimos a numerosos expertos de la industria financiera, que tildan la medida de broma de mal gusto. Fue, sin duda, el principal responsable de la burbuja de liquidez generadora de la actual inflación. Nada más estallar la crisis subprime, le quitó hierro a la misma. Sin embargo, después de ese desastre, que hizo quebrar a toda la banca de inversión y provocó los mayores rescates financieros jamás pensados, la vida no volvió a ser igual.

“No hay muchos indicios en este momento de que los problemas con las hipotecas de alto riesgo (Subprime) se hayan extendido al mercado hipotecario general, que todavía parece estar saludable. El sector crediticio todavía parece estar saludable”, decía Bernanke en julio de 2007, en unas declaraciones que recoge la publicación ZeroHedge, considerada de culto por gestores, brokers y analistas financieros.

A principios de año, ya habían ocurrido muchos eventos que tenían a la comunidad inversora muy asustada. El mismísimo Wall Street Journal advertía del deterioro y riesgo real de quiebra de determinadas hipotecas su inmediato contagio a la sofisticada banca de inversión. A finales del primer semestre se reconocía la quiebra de Bearn Stearns, una sofisticada entidad financiera. La posibilidad de hacer saltar por los aires a los bancos de inversión, considerados hasta entonces la élite financiera, hacía temblar a los inversores, pero Bernanke, sucesor de Alan Greenspan en la Fed, desechaba los temores, en unas declaraciones que o rebosaban cinismo político o desconocimiento.

A partir de ahí, cayeron las agencias hipotecarias, hubo relevos en instituciones financieras de la talla de Citigroup y saltaban las alarmas por todo el mundo. Tuvieron lugar colapsos de liquidez en fondos de inversión inmobiliarios y se extendió una lenta agonía que finalizó con el estrepitoso derrumbe de Lehman Brothers, considerado por muchos el mejor banco del mundo.

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Ello forzó a un mega rescate, aprobado por el Congreso estadounidense, más que controvertido, mediante el cual la propia Reserva Federal entró de accionista en varios bancos con problemas. El propio banco central comenzó una política de inyecciones de liquidez que fue secundada unos años más tarde por los demás, con mención especial al Banco Central Europeo (BCE) y las famosas palabras de Mario Draghi “haré lo que tenga que hacer para salvar al euro y créanme, será suficiente”. Era 2012 y comenzaba la lluvia de dinero fabricado, vía monetización de deuda; esto es: los bancos centrales compraban la deuda pública a los países, que disparaban su gasto ante la falta de crecimiento y la necesidad de inyecciones de capital en bancos o cajas de ahorros.

Esa fabricación de dinero es la causante de la enorme inflación actual, a la que se pudo contener en ejercicios pasados gracias a los ajustes salariales y de costes sufridos por la sociedad. Pero premiar a los responsables de las actuales economías zombies que deambulan, fruto del empacho de liquidez, alta fiscalidad y energía cara, es algo que constituye poco menos que una broma de mal gusto, afirman algunos medios especializados.