OPINIÓN

Lecciones de geopolítica a propósito del cobre

La familia Guixà ha consolidado La Farga como una de las grandes empresas industriales catalanas. Su especialidad: el tratamiento del material de moda

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Una bobina de cobre recuperada.

Una bobina de cobre recuperada.

Quién habría dicho hace cincuenta o más años que el negocio de reciclar chatarra, otro tipo de despojos materiales e incluso papel y agua se convertiría en uno de los desafíos más relevantes para las empresas industriales. Bajo el apelativo de economía circular se han enmarcado estrategias de reciclaje, producción y distribución que han creado marcas, incluso moda textil de lujo, cuyas campañas de márketing la venden como lo más sostenible. Este adjetivo, de tanto usarse, ya empieza incluso a perder su valor y sentido original. Hoy, la sostenibilidad debe ser transversal y darse por supuesto. No desperdiciar es un mandamiento social y empresarial que ha acabado incrustándose en nuestro día a día. Siendo la comida en las sociedades opulentas la gran cuenta pendiente.

Robert Kaplan, uno de los expertos en geopolítica más reconocidos de la actualidad, recuerda en una entrevista que publicamos esta semana en ‘activos’ que la población mundial va camino de llegar a los 10.000 millones de habitantes en los próximos decenios, fundamentalmente debido a las altas tasas de natalidad de los países africanos, cuya esperanza de vida seguirá creciendo. Kaplan estima que, tras llegar a estas cifras, el crecimiento demográfico empezará a nivelarse. Sin embargo, esta situación no impedirá el mantenimiento de olas masivas de migraciones y refugiados que querrán desplazarse para buscar una mejor vida en los países ricos, sumidos en una crisis muy distinta: caídas de población por el efecto migratorio.

El 60% de la población mundial vive en el eje que incluye la India, China y el extremo oriental de Asia. Estos son los países de mayor crecimiento económico, cuyo principal objetivo es lograr una mejora de las condiciones de vida de sus habitantes creciendo de la manera más rápida posible y haciendo la vista gorda cuando se trata de aplicar políticas medioambientales que puedan ayudar a mejorar el planeta. Estos países son hoy los principales demandantes de materia prima para poder llevar a cabo cientos de proyectos de infraestructuras e, incluso, confirmar su liderazgo en la fabricación de productos de alta tecnología. Son demandantes natos tanto de acero como de las materias raras, tan necesarias para poder desarrollar los productos que integran la revolución de la inteligencia artificial.

El incremento de la demanda de todas estas materias primas está desajustado respecto a la oferta. Los recursos naturales, más allá del petróleo y el gas natural, están repartidos en muy pocos países. No todos son democracias tradicionales con instituciones fuertes como pueden ser Canadá, Australia e incluso Chile. Su exploración, control y propiedad serán decisivos en la batalla geopolítica que define la multipolaridad actual. Que China esté invirtiendo desde hace ya dos décadas en los países del África subsahariana y Sudamérica reconocidos por sus amplias reservas de materiales estratégicos no es casualidad.

De todas las materias primas no agrícolas que está generando una explosión de la demanda destaca una de las más antiguas: el cobre. Su precio ha alcanzado un nivel histórico. Se ha multiplicado por siete desde comienzos de siglo y en el último año se ha revalorizado el 36,7%. Chile es el primer productor mundial de cobre, con el 25% de la cuota mundial. Representa el 12% de su PIB y el 60% de sus exportaciones. Tras Chile, los principales productores son, por orden, Australia, Perú y Rusia. Aunque la producción mundial de cobre ha aumentado el 25% desde 2006, las expectativas de crecimiento de la demanda debido a la electrificación que requiere del cobre y el desarrollo de los países emergentes han generado una carrera en busca de más reservas y reelaboración del producto.

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Entre los actores empresariales que forman parte de la cadena de valor del cobre (regreso al primer párrafo) destaca una muy peculiar empresa familiar catalana: Guixà. Una de las pocas grandes empresas industriales catalanas que han mantenido su identidad mientras otras se han ido vendiendo o perdiendo peso. Son los propietarios de La Farga, que desde la población de Les Masies de Voltregà se han abierto paso en el mercado de EEUU. Inka y Oriol Guixà, hija y padre, CEO y presidente, recibieron a ‘activos’ para contar con una transparencia sin ambigüedades de dónde vienen y cuáles son sus perspectivas de futuro. "Nunca pondremos por delante los intereses de la familia respecto a los intereses de la compañía", responde tajante la CEO de la empresa al preguntarle sobre posibles operaciones corporativas en el futuro.

Días después de la visita a La Farga, el cobre generó relevancia pública al conocerse el masivo robo de material en las redes ferroviarias de Rodalies. La Farga -visita obligada a su Museo del Cobre- compra cobre a las mineras, pero también recicla el cobre comprado en los mercados internacionales que tras veintitantos años es susceptible de ser reciclado. La economía circular y la resurrección de la chatarra para poder reiniciar el proceso, casi hasta el infinito.