OPINIÓN

Optimismo y alegría mientras dure la fiesta

El negocio hotelero español está de enhorabuena. En 2024 aventura romper todos los récords, un objetivo que parecía muy lejos hace tan solo dos años

Hace cuatro años los hoteles habían cerrado sus puertas y empezaban a ejecutar decena de miles de ertes para sobrevivir

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El Hotel Riu Palace Maspalomas, en la playa del Inglés, en Gran Canaria.

El Hotel Riu Palace Maspalomas, en la playa del Inglés, en Gran Canaria.

¿Euforia o vértigo? ¿Qué sustantivo seleccionar para descifrar qué ocurre en el sector hotelero/turístico español? Al final, la elección fue la primera. La razón: disfrutar mientras se pueda. Carpe diem.

Este verano este negocio batirá todos los récords. Las reservas a fecha de hoy así lo auguran. Habrá una oleada de turismo nacional que se moverá por los cuatro puntos cardinales de la Península y sus islas y llegarán más extranjeros que nunca. La cifra de que España acabe recibiendo 90 millones de visitantes en 2024 ya no es una quimera. Sigue siendo un lugar de destino apetecido por medio mundo gracias a los atributos merecidos y consolidados a lo largo de los años: buena relación calidad/precio, seguridad, ocio y diversidad paisajística. Con todo, el modelo sol y playa, mal que pese a algunos, sigue siendo el gran reclamo turístico de este país. Y lo seguirá siendo. Quien se avergüence de ello que se lo haga ver.

La ola expansiva del turismo catapultará a la economía española a crecimientos superiores al 2% del PIB y a mantener la creación de empleo, aunque sea pagando el salario mínimo a los trabajadores de un sector que lleva años quejándose de no encontrar personal adecuado. Una queja que se suma en Cataluña al temor de que se prohíba usar las piscinas por culpa de la sequía. Los hoteleros catalanes ya apuntan a invertir en sus propias desaladoras. Los hoteleros también se quejan de la competencia, algunos de ellos la consideran desleal, de los apartamentos turísticos. Cierto es que, desde los airbnb hasta las plataformas que facilitan el intercambio de viviendas o que, simplemente, alquilan un sofá para dormir, la oferta se ha disparado y diversificado. La oferta y la demanda, como en cualquier sector con gran competencia, se irá adaptando. Hay espacio para (casi) todos porque el número de clientes y sus necesidades son muy diversas.

Si algunos creíamos que los efectos de la pandemia sobre el sector dilataría la creciente turismofobia, erramos. Sigue habiendo grupúsculos extremistas que consideran que su enemigo son los jóvenes -o no tan jóvenes- procedentes de otros lares que recorren su territorio con una mochila al hombro gastando lo justo para alimentarse. Intuyo que aquellos que siguen defendiendo el 'Tourist go home' no salen ni quieren salir nunca de su barrio y no saben qué es viajar. Qué pena dan. No saben lo que se pierden.

‘activos’ reunió a algunos de los principales representantes del sector hotelero español en el hotel Barceló de la plaza de España de Madrid. Allí estaban grandes cadenas cuyo objetivo es seguir creciendo en el exterior (desde México hasta Sri Lanka, pasando por las grandes capitales europeas) y propietarios de hoteles locales urbanos que asisten exultantes, en el caso de Barcelona, a los efectos que va a tener la celebración en la capital catalana de la Copa América

En medio del fragor del debate, un tema que generó menos controversia del que creía: que el cliente reserve cómo y a través del instrumento que quiera. Ya sea directamente a través del hotel, la agencia tradicional o el intermediario que facilita la búsqueda de ofertas a través de internet. Una vez más: que decida el cliente y que mande la diversidad. También en el precio de una habitación, que puede variar en horas. Hay auténticos expertos en cazar gangas. Cualquier persona que intente reservar sus vacaciones puede confirmar que, si hay un sector con libertad de mercado absoluta, es el hotelero.

Habitaciones llenas y operaciones corporativas que no cesarán. Con 4.000 millones en compraventas, España fue detrás de EEUU el país con mayor movimiento empresarial. El hotelero fue el más negociado en el sector inmobiliario y la entrada de fondos, de los más especulativos a los que quieren apostar a largo plazo, se mantiene. El encuentro de ‘activos’ sirvió para reivindicar al empresario hotelero de toda la vida: el cliente, primero.

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Queda lejos la pandemia. Hace cuatro años los hoteles habían cerrado sus puertas y ejecutado ertes a decenas de miles de empleados. No se veía ningún horizonte. Muchos medianos establecimientos se abocaron a la quiebra. Las refinanciaciones de deuda y las ayudas públicas salvaron a buena parte de un sector que ve aquellos tiempos como prehistóricos.

La invasión rusa de Ucrania, la inflación y las incertidumbres geopolíticas derivadas tampoco han ensombrecido el escenario. Nadie quiere atreverse a pronosticar qué ocurrirá pasado mañana. 2024 puede ser el mejor verano de nuestra historia. Que a partir de septiembre pase lo que tenga que pasar.