Doctora en Economía por la Universidad de Boston

Núria Rodríguez-Planas: "Debe imponerse la cuota del 50% de mujeres en los niveles directivos"

Núria Rodríguez-Planas

Núria Rodríguez-Planas / Joan Cortadellas

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La investigadora catalana trabajó en la Reserva Federal cuando la presidía Alan Greenspan; de esta etapa recuerda que fue un trabajo "poco creativo". Ha ocupado cargos en Washington como economista en la Mathematica Policy Research y acaba de obtener una subvención europea de 2,5 millones de euros para estudiar la violencia doméstica en la UE. Lo hará en lo que considera "su casa", el Instituto de Economía de Barcelona (IEB) de la UB, donde se licenció. Sus estudios la avalan como una de las voces más autorizadas en economía de género.

-¿Qué retos deben afrontarse aún respecto a la situación laboral de las mujeres?

Sigue habiendo mucha discriminación. Esto de que somos iguales no es verdad. Las mujeres somos ciudadanos de segunda.

-¿No hemos mejorado nada?

¿En relación a qué? No lo tengo claro. Me siento tan discriminada como antes. Quizá antes no era tan consciente pero se me sigue discriminando. Me fui a Estados Unidos, precisamente, porque no me dieron plaza en la universidad. He vivido la discriminación en primera persona en España y en Estados Unidos, de formas diferentes. Ahora soy la número uno en mi departamento y se me paga bien pero, en ocasiones, sigue costando que se me haga caso.

-¿Qué quiere decir ser un ciudadano de segunda? ¿Cómo se concreta?

Se nos paga el 30% menos que a los hombres. Está calculadísimo. Se nos promociona menos. A nivel académico, por ejemplo, debo editar ocho veces más solo por ser mujer. Se me publica menos. En las reuniones, a mis compañeros hombres se les escucha, pero cuando hablo yo se me acusa de agresiva o no se me escucha. Todo esto no ha cambiado.

"Hay que regular el mercado laboral pero también hay que cambiar las normas"

-¿Qué solución tiene?

Cambiar las normas, aunque son muy difíciles de modificar. No es solo cuestión de leyes. Hay que empezar por las normas que vienen inculcadas por la familia, la escuela, la sociedad. Es muy difícil ser consciente cuando uno discrimina. Tengo un niño y una niña en casa, y yo misma me doy cuenta de que hay cosas que no las digo igual si es él o ella. En el trabajo a menudo me han dicho: «No recuerdo que me lo pidieras», pero si lo reclama mi compañero sí lo recuerdan. Al final, no es que no lo recuerden, sino que si lo dice una mujer no tiene el mismo valor, aunque sea la misma demanda y esté igual de justificada. Por eso hay que empezar por cambiar las normas.

-¿Y cómo se cambian las normas?

Educando a la gente.

-¿Sólo educando?

Es una de las maneras, la principal, y es muy difícil y más aún con la que está cayendo. No todo el mundo es capaz de aceptar que las normas progresistas siempre son buenas. En estos momentos hay muchos países, no solo en España, también en Estados Unidos, por ejemplo, donde vamos hacia atrás en cuanto a igualdad.

-Habla de educación. En las aulas se ha normalizado la incorporación de diferentes culturas, ¿eso ayuda o dificulta?

La mezcla cultural lo complica todo mucho más porque llegan alumnos, familias, con normas sociales muy machistas. Y por eso es tan importante hacer políticas que intenten cambiar esas normas sociales de género. Por ejemplo, ¿porque no se enseña a todos, niños y niñas, a hacer una tortilla de patatas? Asignaturas como cocina, saber hacer la compra o aprender a limpiar serían importantes. En estos momentos, el sistema educativo perpetua normas discriminatorias. Otra línea sería dar más ayudas a los padres para que el cuidado de menores sea igualitario.

-¿Mejora con las segundas generaciones?

Ahora trabajo en un estudio que maneja datos americanos en el que analizamos los conocimientos de finanzas. Los sujetos son todos nacidos en Estados Unidos pero les preguntamos con qué cultura se identifican, en función del origen de su familia, abuelos o bisabuelos en muchos casos. Y estamos comprobando que hay una relación importante entre los conocimientos de finanzas que marca la cultura con la que se identifican y el nivel de conocimiento que efectivamente tienen. Se produce el mismo paralelismo a nivel de género. Las mujeres tienen menos conocimientos de finanzas que los hombres, en general, y esto tiene muchas consecuencias en cuanto a pobreza, pensiones, ahorro ... Y si las mujeres se identifican con culturas donde ese gap es más grande, la situación empeora aunque lleven varias generaciones viviendo en Estados Unidos.

-En el mundo empresarial, se obliga a un mínimo del 40% de mujeres en los consejos de administración. Un porcentaje que se reduce hasta el 22% en la alta dirección. A medida que aumenta el nivel directivo, se reduce la presencia de mujeres. ¿Es necesario poner cuotas? ¿Es suficiente?

El problema de las cuotas es que, como mujer, no sé si estoy ahí por la cuota o porque creen que lo merezco. No lo he estudiado académicamente, pero mi opinión es que se debe imponer el 50%-50%. En estos momentos, en la mayoría de los países ricos, las mujeres están mucho más formadas que los hombres. Ya hace tiempo de hecho.

-¿Leyes como las que permiten reducir la jornada para cuidar de los hijos son buenas?

Esa ley ha sido un éxito porque las mujeres con trabajo fijo que han querido conciliar lo han podido hace, pero tiene un coste brutal para la mujer que no tiene hijos todavía, o que no los quiere tener, porque para ella es mucho más difícil conseguir un trabajo estable, que se la promocione o que no se la penalice salarialmente. La ley quería ser neutral, pero solo se acogen a ella mujeres con contrato fijo. Hemos demostrado, con datos de la Seguridad Social, que, en el momento en que implantas una ley que encarece mucho el coste de contratar a una mujer cuando tiene hijos, el empresario revierte ese coste en todas las mujeres, tengan o no hijos. Lo pagan todas.

-Entonces, ¿qué leyes hay que incentivar?

Todas las que promocionen políticas de canguros, educación pública y guarderías para todos. También que los salarios sean públicos y establecer horarios inclusivos, que realmente permitan a la mujer decidir qué quiere hacer. Si hay directivos que ponen reuniones a las siete de la tarde porque no quieren ir a bañar a sus niños, como se dice, hay que establecer reglas que permitan que todos, hombres y mujeres, estén en casa a las siete. Que una mujer quiera imponer un horario para ir a bañar a sus hijos a las siete de la tarde perjudica a todas las mujeres, aunque estas no los quieran bañar o no tengan hijos. Mismo horario para todos, independientemente de los hijos. En la misma línea, hay un estudio en Estados Unidos que analiza la importancia de las actividades que haces después del trabajo para progresar laboralmente: si vas a jugar a pádel con los compañeros, si sales de copas, si vas al fútbol... Se demuestra que son actividades que ayudan a la promoción y donde las mujeres no están necesariamente incluidas. En los últimos 20 años, en España, la mujer ha progresado, evidentemente. Por ejemplo, en los hospitales hay muchas más mujeres en todas las especialidades que años atrás, pero también es cierto que se les paga menos y todo esto es lo que hay que arreglar.

-Algo se habrá hecho bien...

Las bajas de paternidad son una buena iniciativa pero es muy importante que todos los hombres las cojan. Cuando se impusieron por primera vez en el sector privado, acababa de tener a mi segundo hijo. Mi marido cogió la baja y lo despidieron. Ahora ya es más normal que la pidan los hombres, pero por eso es tan importante tener políticas en las que el cuidado de menores sea compartido. Mientras las faenas domésticas sean solo tarea de uno de los dos, será injusto. La carga de trabajo es mucho mayor. A pesar de todo lo que hemos avanzado, todavía hay algunos ámbitos del sector privado donde está muy mal visto que el hombre pida una baja por paternidad. Lo que quiere decir que puedes regular políticamente pero, si no incentivas el cambio de las normas sociales, no se consigue nada. 

-¿Por dónde se puede empezar?

Campañas publicitarias, por ejemplo, que normalicen ciertos comportamientos. Antes todo el mundo fumaba y ahora se reprocha al que fuma. El mercado laboral hay que regularlo neutralmente, pero si no cambias las normas primero, no se avanza. Si consigues cambiar las normas de género, no solo modificas el comportamiento de las mujeres, también afecta al de los hombres. Y para actuar hay que saber que no es lo mismo que una mujer no quiera estudiar matemáticas porque no es sexi y porque existe la concepción de que las mujeres tenemos que ser sexis, que el hecho de que no quiera estudiar matemáticas porque, al final, por el mismo esfuerzo se le va a pagar el 30% menos y no se la va a promocionar. Entender el porqué es lo que intento hacer: qué mecanismo explica que las niñas, a partir de cierto momento, que coincide con la adolescencia, decidan invertir menos esfuerzo en asignaturas científicas. ¿Es por el trabajo que requiere? ¿Porque los profesores les enseñan de forman diferente? ¿Porque no obtendrán los mismos beneficios laborales? Saber qué lo provoca permite diseñar políticas acordes que ayuden a avanzar.

"Tengo muy claro que vamos hacia atrás. En todos los sentidos y en todos los sitios"

-¿Qué países han progresado más en esta materia? 

Los países nórdicos, Suecia, Dinamarca. Pero hay un poco de trampa: son países muy ricos y con dinero todo es mucho más fácil. No me gusta ponerlos como ejemplo.

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-Entonces, ¿hemos progresado?

Tengo muy claro que vamos hacia atrás. En todos los sentidos y en todos los sitios. Vengo de una familia donde mis dos abuelas trabajaban. Mi madre fue la primera doctora de intensivos de España. Nunca me planteé estudiar la diferencia de género porque no entendía que éramos diferentes. Pero van pasando los años y te van pasando cosas en la vida. De hecho, cuando empecé estudiar, la economía de género estaba muy mal vista. Ahora parece que está de moda pero hay quien sigue pensando que unas especialidades son más dignas que otras. 

"Cuando las mujeres mejoran, los hombres también lo hacen"

-¿Cómo acabó dedicándose a temas de mujeres? 

Nunca tuve la intención de estudiar temas de género. No me gustaba la macroeconomía y empecé a estudiar el mercado laboral. Me interesa mucho entender el comportamiento de los trabajadores y cómo reaccionan a diferentes incentivos, ya sean económicos o de restricción presupuestaria, para poder ofrecer información que permita ayudar a los empleados más vulnerables a tener una mejor carrera profesional o mejor salario.


-Y las mujeres son trabajadoras vulnerables...

Cuando volví a España empecé a trabajar con datos de la Seguridad Social y surgieron estudios sobre el trabajo a tiempo parcial, que es básicamente femenino, normalmente para cuidar a los hijos. Una vez obtuve la plaza, entré de lleno a estudiar las instituciones y el rol de la cultura.


-¿Por qué?

Es dar un paso más. En cada sociedad hay asumidas ciertas normas que establecen lo que es correcto y lo que no para cada uno de los géneros. Los cambios en estas normas, hacia un lado o hacia otro, afectan al comportamiento tanto de hombres como de mujeres.


-¿Qué descubre?

Que en culturas más progresistas donde las mujeres mejoran, los hombres también lo hacen.