Sequía

Los viticultores, al límite: viñedos raquíticos que ahogan el vino

Cellers Domenys alerta de que la producción de uva ha caído en picado, lo que ha disparado el precio de los caldos

La Catedral del Vi, bodega modernista levantada por Cèsar Martinell y ubicada en Rocafort de Queralt

La Catedral del Vi, bodega modernista levantada por Cèsar Martinell y ubicada en Rocafort de Queralt / 'activos'

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La vendimia llegó pronto y fue escasa en el ya culminado 2023. Las viñas de la mayoría del territorio español se resistieron a dar sus frutos, sacudidas por una insaciable sequía que arrasó con todo. Con unas vides irremediablemente marchitas y la uva escaseando en el mercado, la producción de vino se derrumba. Y su precio se dispara.

Cellers Domenys es una cooperativa catalana fundada en 1917. Y en sus más de 100 años de historia "nunca había vivido lo que ha sufrido este año", asegura su director general, Lluís Roig. Siete bodegas forman esta institución y suman, en conjunto, más de 2.000 hectáreas de viña. Una historia de éxito empresarial que se enfrenta a las consecuencias más evidentes del cambio climático. "La supervivencia de la planta está en duda y vemos peligrar el futuro de las familias", cuenta Roig. Se refiere a los más de 600 socios que forman esta estructura y la financian a través de sus aportaciones, así como de recursos propios y de una sección financiera dependiente de la Generalitat de Catalunya.

En la cooperativa, con sede en Sant Jaume dels Domenys (Tarragona), han visto menguar la producción de uva a más de la mitad. Si en 2022 recogieron 18 millones de kilos, en 2023 solamente reunieron siete millones. "Vivimos un capítulo nuevo, excepcional, preocupante... la sequía. Nos estamos viendo obligados a reducir estructuras y a recortar gastos", prosigue.

En 2022, la cooperativa cosechó 18 millones de kilos de uva y facturó 15,5 millones. En 2023, no llegó a los 8 millones de kilos

Con esos siete millones de kilos de uva solo han sido capaces de generar 4,5 millones de litros de vino, cuando lo normal es llegar hasta los 12. Medio millón se ha destinado a llenar las botellas de su marca propia de vinos y cavas, Domenio, nacida en 2019. De momento se distribuyen por nueve países, pero el objetivo es aumentar considerablemente esta rama del negocio, hasta llegar a producir cinco millones de botellas. Los otros cuatro millones restantes son para la venta a granel. En el último ejercicio, con más del doble de la cosecha, la cooperativa facturó 15,5 millones de euros. Pero no pueden tomarse esas cifras como indicador para averiguar cómo se cerrará 2023. Porque el precio del vino se ha disparado, precisamente para compensar la escasez de la fruta. Y el director general se niega, por ahora, a desvelar las expectativas de la cooperativa, a propósito de proteger los intereses de sus socios.

El coste de las botellas sigue subiendo. La materia base, el conocido como vino en rama, ha sufrido incrementos de entre el 70% y el 80% en un año, según los cálculos del director general. "Veníamos de un precio, el del año pasado [2022], que no era el correcto. Porque entonces había producto", justifica. 

Sin embargo, el hecho de que el vino se haya vendido con un incremento de precios tan importante, "no permite salvar la situación, ni significa necesariamente que se haya repercutido sobre el consumidor". Al menos, no en su totalidad. Un ejercicio complejo teniendo en cuenta que la uva se encareció el 227% entre octubre y diciembre, y que terminó el año siendo el 44% más cara que en 2022.

Esta situación "no es buena para los embotelladores, porque tienen que comprar vino con un sobrecoste que no podrán repercutir en su precio de venta", reflexiona Roig. "Se podría llegar a pensar que para un viticultor es el gran negocio, pero tampoco lo es. El viticultor prefiere una cosecha normal, con un precio correcto, no una que es el 30% de la que generaba antes y que venderá a un precio carísimo", asegura. "Por muy caro que lo vendas, a fin de cuentas, si no hay uva, no va a haber ingresos", defiende. Y la cooperativa perdería entonces su razón de ser, "garantizar al socio un precio digno y justo para que pueda seguir produciendo con calidad". 

Además, Roig explica que en el campo se genera cierto sentimentalismo. "El agricultor lo pasa mal al ver que el trabajo de todo un año no da frutos, al ver que sus plantas están sufriendo y que pueden no sobrevivir", puntualiza. 

Nuevos proyectos

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Diversificar los negocios es a menudo una salida ante las crisis. El director general apuesta por "fomentar las alianzas y pensar estrategias que permitan diversificar la actividad". Por ello han creado una área de enoturismo que nace con el objetivo de sacar partido a una bodega industrial conocida como la Catedral del Vi, concebida por el arquitecto Cèsar Martinell en 1919. Allí se ahondará en la cultura del vino, en el modelo cooperativo catalán y en la figura de este arquiteco modernista. También se ofrecerán visitas guiadas y degustaciones. No obstante, su realización está sujeta a la llegada de fondos públicos, ayudas estatales y autónomicas. "Estamos esperando a que se resuelvan. Prevemos que a mediados de 2024. La situación del sector no nos permite hacer esta inversión por nuestra cuenta", lamenta Roig.

Con todo, a pesar de sus perspectivas de futuro, de momento le es difícil pensar en otra cosa que no sea en recuperar las cosechas. "Hay que volver a la producción habitual. Ese es el plan ahora", concluye.