ENTREVISTA

Luis Fernández-Vega (Instituto Oftalmológico Fernández-Vega): "La Variante es una gran oportunidad, pero tiene que llegar un AVE de verdad y con frecuencias viables"

"Estamos orgullosos de seguir en Asturias, pero si compitiésemos en igualdad con las demás comunidades nos sería más fácil"

Luis Fernández-Vega Cueto-Felgueroso.

Luis Fernández-Vega Cueto-Felgueroso. / MIKI LÓPEZ

9
Se lee en minutos

Son las 8.30 de la mañana de un lunes lluvioso, y la sala de espera del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, en el barrio ovetense de Vallobín, ya está casi llena de pacientes. Es muy probable que la mayor parte de ellos vengan de fuera de Asturias, ya que así sucede con el 70% de los 110.000 que la clínica recibe cada año. En uno de los pasillos del edificio se puede acceder a una especie de máquina del tiempo: la biblioteca, bautizada en homenaje al fundador de la centenaria saga de médicos asturianos, Adolfo Fernández Vega (1856-1936), y su hijo Luis (1890-1980), quien decidió unir los dos apellidos de su padre, dejando así fijado el ya histórico Fernández-Vega. La elegante sala está repleta de libros –hay tratados oftalmológicos de varios siglos de antigüedad– y en las paredes cuelgan los retratos de quienes han ido encabezando la estirpe a lo largo de 137 años. Es ahí donde atiende a LA NUEVA ESPAÑA, medio del grupo Prensa Ibérica, el doctor Luis Fernández-Vega Cueto-Felgueroso (Oviedo, 1985), representante de la quinta generación de la familia, a la que también pertenecen su hermano Andrés y sus primos Álvaro y Carlos.

–¿Recuerda el momento exacto en el que tuvo claro que quería seguir la tradición familiar y ser oftalmólogo?

–No recuerdo que fuera un momento concreto, sino que llevó su tiempo. Siempre digo que cuando vi claro que no iba a ser futbolista, supe que tendría que ser oftalmólogo (ríe). Siempre tienes la duda, cuando eres más joven, de si lo vas a conseguir, si vas a tener la suficiente nota para entrar en la universidad… Pero yo creo que a partir de Secundaria supe a qué me quería dedicar.

–Durante su niñez y juventud, ¿la oftalmología era un tema muy presente en las conversaciones de familia?

–No era algo que mi padre nos contara a mi hermano y a mí en concreto, pero estaba en el ambiente. Le oíamos decir cosas como: "Ayer tuve quince operaciones", "el otro día operé a fulanito y fue una intervención complicada", "mañana me voy a Estados Unidos a un congreso", etcétera. Por supuesto, cosas así se hablaban especialmente cuando se juntaba con mi tío Álvaro o con mi abuelo. También nos traía mucho al Instituto. Recuerdo que algunas veces, si había partido del Oviedo, entrábamos en quirófano a esperarle, y cuando acababa salíamos directos al Tartiere.

–Y ahora que usted es padre de familia, ¿se lleva mucho trabajo a casa, aunque sea mentalmente?

–Intento hablar lo menos posible de trabajo en casa. Tengo una ventaja: desconecto fenomenal. Paso diez o doce horas al día aquí porque prefiero hacer la investigación aquí y prolongar un poco la jornada para después, en casa, dedicarme a mi mujer y a los niños. Hombre, siempre puedes compartir alguna preocupación o alguna cosa buena que ha pasado, una innovación… Por ejemplo, hace un mes pusimos los primeros endotelios artificiales (la capa interna de la córnea) de Europa. Pues llegas a casa con la adrenalina a tope y lo cuentas.

–¿Es difícil trabajar en una empresa familiar?

–Tiene muchas ventajas. Además, en el caso de la quinta generación, todos nos llevamos fenomenal. Hemos crecido juntos: estudiamos en el mismo colegio, en la misma universidad, vivimos seis años en el mismo colegio mayor… Es como trabajar con tus amigos. ¿Que puede haber alguna desventaja en algún momento puntual? Bueno, quizá en alguna decisión importante… Pero al final, con generosidad, siempre se llega a un punto de acuerdo en beneficio de todos, del Instituto y del paciente. Nunca hay discusiones y nunca votamos una decisión. Siempre acabamos alcanzando un consenso.

–Usted es el rostro más visible de esa generación. ¿Es difícil marcar perfil propio?

–Pues la verdad es que no, todo lo que digo me sale de manera natural. Además, siempre hemos llevado una línea muy homogénea, sin volantazos. Lógicamente no se hablaban de los mismos temas en 1880 que en 1950 o en 2023, pero la línea fundamental se ha mantenido. Yo no me siento el líder de la quinta generación: soy el mayor y fui el que llegó antes, simplemente. Eso siempre cuenta, pero el liderazgo no es algo que se herede, sino que consigue con las propias obras. Y vuelvo a lo que decía antes: nos llevamos todos muy bien y, además, todavía no estamos en una fase de definición de roles, porque no lo necesitamos. La cuarta generación, afortunadamente, sigue presente. Estamos teniendo un ambiente muy propicio para que los de la quinta crezcamos, y cada vez vamos teniendo más peso tanto en las decisiones médicas como en las organizativas.

–El Instituto cuenta con unos protocolos profesionales y familiares muy firmes, ¿no?

–Los protocolos los estableció la cuarta generación para evitar problemas a las venideras. Es una especie de constitución interna muy estricta que hay que cumplir a rajatabla. Y es un acierto absoluto, porque nos hizo salir a todos de la zona de confort. Tuvimos que salir de Oviedo y de España para formarnos lo mejor posible. Aprendimos en algunos de los mejores hospitales del mundo, cada uno en su respectiva subespecialidad. Cada uno de nosotros se dedica a una zona diferente del ojo, de tres o cuatro milímetros cada una.

–¿En qué situación está el Instituto?

–Las cosas van fenomenal, con un crecimiento sostenido tanto de pacientes y cirugías como de cifras económicas, y las perspectivas para 2024 son muy buenas. En verano modernizamos los quirófanos para aumentar su capacidad en torno a un 20% y quitamos todos los cables. El otro día un paciente me dijo: "Doctor, esto parece un quirófano de la NASA".

–¿Hay planes de expansión en la clínica de Madrid?

–Madrid es una plaza muy importante para nosotros. Queremos ampliar la capacidad actual, de unos 1.000 metros cuadrados, a más del doble. Será difícil que sea en las actuales instalaciones de Príncipe de Vergara, pero intentaremos que estén cerca.

–¿Qué representa para el Instituto la apertura de la Variante de Pajares?

–Sin duda es una gran oportunidad. Usted piense que una clínica cuyos pacientes proceden en un 70% de fuera de Asturias necesita que haya buenas infraestructuras. Cada vez que la región abre una conexión aérea o se renueva una carretera cercana, lo percibimos. Y con la llegada del AVE sucederá lo mismo. Eso sí, tiene que ser AVE de verdad y con frecuencias logísticamente viables, es decir, que un paciente pueda venir por la mañana y regresar por la noche. Creo que eso favorecerá a todas las empresas de Asturias.

Un oviedista acérrimo

Su habilidad con el balón en las canchas del Colegio Meres y, sobre todo, su asistencia cada domingo al viejo Carlos Tartiere junto a su padre y su hermano pequeño, Andrés, sellaron en el alma del cuarto Luis de la saga Fernández-Vega una indesmayable devoción por el Real Oviedo. De la época dorada en Primera destaca tres nombres: Jokanovic, Paulo Bento y Carlos. Su afición era tal que llegó a planear la creación de la Peña Stan Collymore tras el fichaje del malogrado jugador inglés. Y el oviedismo del doctor se mantiene a día de hoy. «Obviamente ahora tengo menos tiempo para ver los partidos, pero si me pilla en Oviedo, intento ir», confiesa. Casado en 2016 con la odontóloga gallega Cristina Fernández Fernández, el médico tiene tres niños: Luis (nacido en 2020), Alfonso (2021) y Santiago (2023). ¿Y si alguno le sale del Sporting? «Le respetaría totalmente, tendría que ver los partidos desde otro prisma», asegura.

–¿Qué más debería cambiar en Asturias para propiciar la actividad empresarial?

–Lo único que queremos es una armonización en todos los sentidos. No es que compitamos en desigualdad con Francia, sino con otra comunidad a 200 kilómetros de distancia. Eso es lo preocupante. Los asturianos queremos competir en igualdad con el resto de las comunidades, pero también queremos tener una posición fuerte respecto al resto del mundo.

–¿Se necesita algo más que un cambio de política fiscal?

–Todas las previsiones indican que este año y el que viene la economía de Asturias crecerá por debajo de la media nacional. Eso requiere un plan holístico: económico, fiscal, territorial, educativo y demográfico. A los de mi generación nos preocupa mucho que se vaya el talento joven. Si se van es porque no les podemos ofrecer cosas aquí. Y eso es algo que tienen que solucionar los políticos. Porque los políticos se irán, las personas se irán, pero Asturias se quedará. Tenemos que pensar en las generaciones que vendrán.

–Ustedes tienen continuas ofertas de compra por parte de fondos, pero siguen apostando por Asturias.

Noticias relacionadas

–Por supuesto, y esa es una de las cosas que más nos enorgullece y que, al mismo tiempo, más responsabilidad nos confiere. Tenemos 235 personas trabajando con nosotros. Lo único que decimos es que si hay igualdad de condiciones con otros territorios nos será más fácil mantenernos aquí. Efectivamente, todos los meses tenemos ofertas de fondos de inversión que quieren o venir a Oviedo o abrirnos las puertas a instalarnos en otras ciudades o incluso otros países. Nosotros les recibimos y hablamos con ellos, pero ven que es difícil convencernos para irnos. ¿Es absolutamente imposible? No hay nada imposible en esta vida, pero es muy difícil convencernos para cambiar nuestro modus operandi actual.

Del médico miope de Piloña a los congresos en todos los continentes

En el Instituto Fernández-Vega se conserva una placa de 1913 que dice así: "Adolfo F. Vega e hijo. Médicos-oculistas. Consultas de 10 a 1 y de 3 a 5". Allí, en la consulta ubicada en el número 42 de la calle Uría, está el origen del clan fundado por Adolfo, que inició sus pasos profesionales a finales del siglo XIX como médico interino de su Piloña natal y que decidió formarse en oftalmología en París, "posiblemente para tratar de corregir su propia miopía", según el libro "Los Fernández-Vega". Ese impulso por no dejar de aprender pervive más de un siglo después en la quinta generación de la familia, a la que pertenece Luis Fernández-Vega Cueto-Felgueroso. Formado en los centros más punteros de su especialidad en ciudades como Miami o Londres, el joven doctor ha seguido también los pasos de su padre en la docencia, como profesor en la Universidad de Oviedo. Una parte importante de su trabajo es viajar por todo el mundo a congresos del ramo. "Hace un par de semanas mi padre y yo fuimos por primera vez juntos a uno, en San Francisco", relata.

LA EMPRESA

Un referente. El Instituto Fernández-Vega es una de las principales clínicas de España en su especialidad. Desde 2003 se encuentra en la actual sede de Oviedo, y también tiene una delegación en Madrid.

110.000 pacientes al año. El 70% procede de fuera de Asturias. Por el Instituto pueden llegar a pasar 500 pacientes en un día.

235 empleados. El 74% son mujeres. 

9.500 cirugías y tratamientos al año. La experiencia clínica es la base de multitud de investigaciones oftalmológicas.

80 artículos publicados. Todos los médicos del Instituto dedican parte de su jornada a la investigación científica y a la publicación.