ENERGÍA

Cáceres recupera la manta, la leña y el butano

Sube un 30% la venta de estufas de madera y pellet, los jóvenes vuelven a la bombona y las familias compran textiles cálidos

Los hogares de la ciudad consumen fuentes que han tenido picos muy altos, sobre todo electricidad (40%) y gas natural (22%)

El personal de Retales Manolo, en Cáceres, muestra algunos de los textiles que vuelven a ser especialmente demandados para el frío.

El personal de Retales Manolo, en Cáceres, muestra algunos de los textiles que vuelven a ser especialmente demandados para el frío. / CARLA GRAW

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Los hogares cacereños no tiran precisamente de fuentes baratas para cocinar y calentarse: consumen sobre todo electricidad (un 40%), gas natural (22%), gases licuados del petróleo (15%), gasóleo C (4%) y energías renovables (19%). Así lo especifica el informe más pormenorizado de los últimos años, recogido en el Plan de Acción para el Clima y la Energía Sostenible (PACES). Aunque corresponde a 2017, y por tanto se presupone un avance posterior en el uso de fuentes limpias, lo cierto es que la irrupción del covid y luego la inflación han supuesto un lastre al cambio energético. Así, los hogares son el segundo sector que más contamina en la ciudad tras el tráfico, al generar el 21% de las emisiones anuales (85.987 tn de CO2). Y lo más importante para el bolsillo: las principales energías utilizadas en las casas han disparado su precio desde 2022.

Con la que está cayendo en las facturas de luz, gas y gasoil, y con la renta por hogar más baja del país (el INE sitúa a los hogares de esta provincia como los últimos del país, con 24.373 euros de ingresos netos anuales), los cacereños comenzaron ya el año pasado a buscar alternativas más baratas para mantener confortables sus viviendas en los meses más fríos. Este periódico ha constatado con distintos proveedores el nuevo auge de la bombona de butano, de la leña, del picón, de las estufas de pellet, de las mantas y de las sábanas de tejidos especialmente invernales para estar calientes en el sofá y en la cama, sin dejarse la nómina mensual en ello.

Es que además, en España, de acuerdo con el Informe de Indicadores de Pobreza Energética 2021 (última actualización realizada por la Universidad Pontificia de Comillas), 6, 6 millones de personas, un 14,27% de la sociedad, mantienen una temperatura inadecuada en casa sencillamente porque no pueden pagar los recibos. El mismo informe revela que 4,5 millones (un 9,5 % de la población) se retrasó en los pagos de las facturas durante el ejercicio 2021.

No hay que olvidar que muchas de las viviendas de Cáceres no están debidamente preparadas para amortiguar el calor y el frío. Estimaciones de administradores de fincas y profesionales inmobiliarios publicadas por este diario en 2022, sitúan entre un 80% y un 90% el porcentaje de los edificios que necesitan mejoras de eficiencia energética en la ciudad, que les permitiría rebajar las facturas unos 1.500 euros al año. De hecho, una mayoría de viviendas tiene el Certificado de Eficiencia Energética (una etiqueta que clasifica los inmuebles de la A a la G) con la catalogación más baja, F o G, cuando hay que aspirar como mínimo a D o E. Esto ocurre porque la mayor parte de los inmuebles de la ciudad se construyeron o planificaron antes de que entrara en vigor el Código Técnico de la Edificación de 2007. Luego, la crisis del ladrillo lastró la actividad hasta tal punto que solo el 4% de las viviendas de Cáceres tienen menos de 12 años.

Con todo ello, a continuación analizamos las alternativas a las que recurren los cacereños para afrontar el invierno, en medio de unos efectos inflacionistas que se arrastran desde 2022.

La demanda de leña y picón vuelve a aumentar un 30%

José Antonio Pescador forma parte de la cuarta generación de una familia dedicada a suministrar leña, carbón y picón desde el norte de Cáceres. Hace un siglo que su bisabuelo ya trabajaba el carbón en el campo y hoy, Leñas y Corchos Montehermoso provee a diversos almacenes de Cataluña, País Vasco, La Rioja y toda la geografía cacereña, con una docena de trabajadores.

La venta de leña y picón ha experimentado un repunte desde 2022, al elevarse el precio de los combustibles, el gas y la electricidad. Lo afirma José Antonio: «No vamos a decir que se hayan disparado como un cohete, pero sí, el aumento es muy notable y hay bastantes clientes nuevos». Cuantifica el incremento de las peticiones de leña en un 30%. Se extrae de las dehesas de la zona norte de Cáceres: «un 80% procede de la encina, la de mayor poder calorífico, seguida del roble y el alcornoque». Su precio ha subido 0,15 €/kilo en los dos últimos años debido también al encarecimiento del transporte y de la energía necesaria en el proceso. Está entre 0,18 y 0,19 €/kilo, «pero sigue siendo con diferencia la opción más barata».

El picón, que iba claramente a menos, ha registrado otro tirón desde 2022 que José Antonio calcula en un 30%. Se dispensa en sacos de 15-16 kilos por 7-8 euros. El año pasado, la empresa vendió medio millar de estos sacos, hasta tal punto que agotó las reservas y tuvo que reponer. Lo siguen realizando con métodos tradicionales, a base de ramas de encina, con un proceso final de cobertura con plásticos que más tarde refuerza su aguante en el brasero entre un 10% y un 15%. Porque la tradición vuelve a evolucionar en estos momentos si sale a cuenta.

Tirando de franela y faldilla

Las calefacciones se pusieron menos el pasado invierno porque las energías escalaron a precios de oro. Lo constata el comerciante que lleva toda su vida haciendo más confortables los hogares a base de textiles cálidos, Diego Bravo, responsable de Retales Manolo, tienda que cumple 55 años desde su apertura. «Lo de estar en casa en pleno mes de enero con manga corta se acaba. La gente ya prefiere tener una prenda cómoda y no consumir esa exageración de energía, mala para el bolsillo, para la salud y para el medioambiente», comenta.

El público entra buscando la mantita del sofá, «que se ha convertido en la campeona de la casa, con un calor natural y limpio». Tiene un surtido interminable desde 5,90 euros: verdes, azules, marrones, de piel, acrílicas, siempre suaves... «Y luego, casi todo el mundo se ha preparado la cama con sábanas de invierno, de franela o coralina, muy vendidas en los últimos años, porque las tocas y te entran ganas de irte a acostar». Se las llevan de distintos grosores a partir de 20 €.

Las mantas bajaron durante una época, «pero hace tres o cuatro años vuelven a pedirlas». Son muy recurrentes y cómodas para las visitas, para el dormitorio habitual, para espantar un momento de frío... «Se ponen y quitan rápido, se lavan y secan». Los edredones y rellenos nórdicos viven ahora su momento estelar del año, si bien los de pluma han descendido por las alergias. «Los acrílicos vienen bien acabados, reparten el calor», aconseja Diego Bravo.

Y la faldilla, ese monumento al hogar, tiene ahora un escaparte para ella sola con un sinfín de colores y tamaños. Al año venden unas 150. «Es lo único que no ha cambiado, en terciopelo, el mejor material para el calor y la lavadora. La gente las cambia porque se aburre de ver la misma, no porque se rompan». Es una pieza que solo se encuentran en la mitad sur del país, «por lo que algunos aprovechan su viaje de verano para llevárselas». 

La bombona de butano coge peso

El butano comenzó siendo prácticamente la única energía de los hogares, amén de la electricidad, para templar la casa y disfrutar de agua caliente. Luego su consumo ha ido cayendo año tras año pero ese descenso se está estabilizando. Según informan fuentes de Repsol, una de las distribuidoras más potentes en Cáceres, además de los usuarios que continúan pidiendo la bombona hay nuevos clientes que recurren ahora a ella, al tratarse de una energía especialmente barata, «la más económica». De hecho, su precio está regulado por el Gobierno, que lo revisa cada dos meses: la tradicional bombona naranja de 12,5 kilos cuesta hoy 14,4 euros (luego existe la liberalizada, disponible en distintos sitios a diferentes precios).

La compañía percibe efectivamente que un buen número de personas han decidido pasarse al butano a raíz de la subida de otras energías. «Se están cambiando las calderas, se está utilizando la bombona en viviendas donde había otro tipo de calefacciones», indican las mismas fuentes. «Cuando bajas al garaje a tocar música, cuando usas esporádicamente un cuarto…, hay quien ha vuelto a introducir el butano en esas ocasiones. Ya lo vimos el pasado invierno». La bombona encaja además con el concepto millennial de pagar solo por lo que se consume, sin cuotas, «por eso muchos universitarios la emplean en sus casas de alquiler». Ya se puede pedir incluso por web y app.

Además, la compañía explica que hay familias que han vuelto a esta energía porque su coste para caldear el ambiente no tiene rival. «Una vivienda de 3-4 personas en un clima como el de Extremadura gasta 5-6 envases al año». Es también una solución muy empleada en segundas residencias y en instalaciones agrícolas, sobre todo en tiempos de más trabajo. Como curiosidad, entre los principales usuarios destacan los chefs de los restaurantes, porque prefieren el poder calorífico del butano. Platos como la paella, dicen, no quedan igual. 

Estufas de madera y pellet: calor por la mitad de precio

Los disgustos que brindaron las facturas de luz, gas y gasoil motivaron que el pasado invierno se incrementara notablemente la demanda de estufas de leña y pellets, que suponen un ahorro aproximado del 50%. La empresa Sertec Extremadura (Capellanías) ha percibido un aumento de las ventas de hasta un 40%, al tratarse de la única firma de la región que las fabrica a medida, adaptadas a cada espacio. Además, ya vienen preparadas para caldear una habitación, una planta e incluso una vivienda completa, conectadas a la red de radiadores.

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«Llevamos 25 años trabajando este tipo de estufas. El pellet al principio era novedoso pero ya se conoce y se encuentra al alcance de todo el mundo», apunta Pilar Casares, responsable de la administración de Sertec. «Se trata de madera prensada y granulada, procedente de podas forestales, por tanto biomasa, subvencionada como energía renovable. Cumple con el medioambiente, reduce emisiones y supone un ahorro al bolsillo», destaca. Aunque el pellet también se ha encarecido por el transporte y la energía de su fabricación, «sigue siendo más económico que otras fuentes». Hay estufas a partir de 1.100 €.

Por su parte, las de leña pueden adquirirse desde unos 500 €, y a medida desde 800 €. «La diferencia es la comodidad: la leña requiere un espacio de almacenaje, el pellet viene en sacos de 15 kilos manejables y limpios. La primera tiene encendido manual y el segundo automático, incluso programable. Ahora bien, hay gente que no cambia la llama de la leña, mucho más agradable», reconoce Pilar Casares.