TURISMO

Qué queda de las Ciudades Sindicales Vacacionales del franquismo, las antecesoras de Marina d’Or

Las tres infraestructuras se levantaron durante los años 50 en Perlora (Asturias), Tarragona y Marbella como un lugar de veraneo para trabajadores de empresas públicas

Antigua postal de la Ciudad Sindical de Vacaciones de Marbella.

Antigua postal de la Ciudad Sindical de Vacaciones de Marbella.

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Si piensa en una ciudad de vacaciones en España, probablemente aparezca en su mente el célebre complejo turístico Marina d’Or, ubicado en Oropesa del Mar (Castellón), recién vendido a Magic Costa Blanca. Pero en realidad su modelo de negocio se basó en las tres Ciudades Sindicales de Vacaciones construidas durante el franquismo en Perlora (Asturias), Tarragona y Marbella, dirigidas a empleados de empresas públicas de la época. Sesenta años más tarde de su puesta en marcha, las tres residencias de veraneo han tomado caminos diversos, desde el abandono y el olvido de sus apartamentos hasta la renovación completa para alargar su uso hasta la actualidad.

Las Ciudades de vacaciones de Educación y Descanso, o también conocidas como Ciudades Sindicales Vacacionales, no fueron una idea original de Franco. A principios de los años 30, la Italia fascista construyó las ‘colonias marinas’, copiadas poco después por los alemanes durante el régimen nazi, con las que se buscaba dar alojamiento a los trabajadores en sus días de vacaciones a un precio asequible y en zonas privilegiadas del país, siempre en zonas costeras. Este modelo novedoso de turismo aterriza en España de la mano de José Solís Ruiz, entonces Delegado Nacional de Sindicatos, entre 1951 y 1957 como consecuencia del intenso fenómeno de industrialización experimentado tras la posguerra y la acumulación de población migrante atraída por los grandes núcleos industriales.

Antigua postal de la Ciutat de Repòs, en Tarragona.

Será la Obra Sindical de Educación y Descanso (OSED) el organismo encargado de diseñar “un programa asistencial de turismo social, asociado primero al transporte y alojamiento asequible en residencias turísticas y después a un programa de construcción de ciudades vacacionales”, explica Antonio Ruiz Montesinos, experto en Artes Digitales por la Universidad Pompeu Fabra. Y así es como se levantaron tres complejos en la Costa Dorada, la Costa del Sol y la Costa Verde Cantábrica de Perlora, “tres localizaciones más o menos equidistantes del litoral peninsular que permitían minimizar al máximo el coste de los transportes”. Empresas públicas, como Ensidesa, las cajas de ahorro, Hunosa o las confederaciones hidrográficas, repartían las viviendas según las “necesidades familiares” en períodos de 15 días y otorgaban un descuento del 20% en el comedor a las familias numerosas.

Todas ellas tenían una arquitectura personal, ligada a la región donde se localizaban. Por ejemplo, la ciudad vacacional de Tarragona, ahora conocida como Ciutat de Repòs, acogía a 1.200 personas cada dos semanas en 200 pequeños bungalows y proporcionaba a sus huéspedes una serie de equipamientos colectivos fundamentales para el día a día, como el comedor o la lavandería, además de una iglesia para no interrumpir las obligaciones cristianas durante el verano y una zona deportiva. El diseño de la residencia asturiana de veraneo se encargó a los hermanos Somolinos, quienes optaron por un complejo de 273 chalets, algunos de ellos inspirados en los hórreos tradicionales de Asturias, que compartían espacio con bares, una guardería y hasta un teatro. El proyecto de Marbella, por su parte, utilizó la cal y la redondez de las formas para adaptarse al terreno. Su edificio más relevante fue la iglesia, construida en espiral para dejar al aire libre gran parte de su interior.

Olvido y falta de conservación

La aparición de estas residencias vacacionales coincidió con un fenómeno que revolucionaría la economía española: el turismo de sol y playa. Miles de extranjeros llegaron a las costas de España y aceleró el ‘boom’ inmobiliario que llenaría los litorales de hoteles y apartamentos turísticos. Con ellos, el modelo público de vacaciones que proponía el Estado fue languideciendo y dejando abandonadas las casas que hasta entonces tenían largas listas de espera para entrar en ellas.

Tarragona fue la primera en ser olvidada. La degradación del centro de la ciudad vacacional creció desde el fin de la dictadura hasta que en 1993 se demolieron todos los apartamentos. El complejo permanece cerrado desde 2011 y solo en los últimos dos años ha vuelto el debate sobre el futuro uso de sus instalaciones. Tras algunos rumores sobre su posible apertura como centro para menores extranjeros no acompañados o para jóvenes con problemas psico-sociales, en marzo de 2022 el Govern presentó junto al Ayuntamiento de Tarragona un plan para reconvertir la ciudad en un albergue juvenil vinculado a la Xarxa d’albergs de Catalunya (Xanascat) de cara al 2026 mediante una inversión de 15 millones de euros.

La residencia asturiana fue la siguiente. El conjunto residencial permanece cerrado desde 2006, cuando se demolió el edificio que servía como hotel al detectarse aluminosis. Desde entonces, la urbanización está cerrada y sus instalaciones se encuentran en avanzado estado de deterioro. Por el momento, no existe ningún proyecto de renovación y tampoco de conservación, aunque el mantenimiento de sus zonas verdes y las patrullas de la Guardia Civil para evitar ocupaciones ilegales cuestan al Gobierno asturiano 1,4 millones de euros anuales. Algunos grupos, como la Asociación de Vecinos Río Espasa de Perlora, envían escritos al Ejecutivo regional denunciando cada cierto tiempo la falta de un plan alternativo a la decadencia actual.

Solo la urbanización de Marbella consiguió salir adelante. El complejo turístico “se sigue explotando dentro de la red de Residencias de Tiempo Libre de la Junta de Andalucía, destinada a trabajadores y dicha comunidad autónoma”, desarrolla Ricardo Carcelén, profesor de la Universidad Politécnica de Cartagena, a quienes se les ofrece alojamiento por un precio muy reducido tras superar un proceso de sorteo público.

¿Alternativa al turismo de masas?

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Teniendo en cuenta la masificación que sufren los países del sur de Europa, las ciudades residenciales podrían alzarse como una solución más sostenible de hacer turismo. “Este modelo podría ser considerado como positivo si se desliga de sus aspectos adoctrinadores”, afirma Montesinos, “pues ofrecería un modelo de gestión del derecho al ocio apoyado por las instituciones y alejado de la especulación inmobiliaria”.

Sin embargo, coincide con Carcelén en que este modelo de residencias vacacionales públicas es irrepetible. “Estos conjuntos de Educación y Descanso surgieron en un contexto único y privilegiado en el que las costas españolas casi en estado virginal apenas se encontraban ocupadas”, señala Carcelén, un escenario muy distinto del actual, donde los turoperadores privados comparten espacio con grandes promotores turísticos privados para ofrecer el mejor turismo a la clase media. Y además de ser inviable replicar un sistema similar desde lo público, no podría competir contra las empresas privadas. Como consecuencia, otros dos complejos de Ciudades Sindicales de Vacaciones, proyectados por la OSED para Guardamar del Segura (Alicante) y Punta Umbría (Huelva), se desestimaron al entrar en confrontación con el auge del turismo que conocemos actualmente.