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¿Empresarios? ¿Qué empresarios?

Hay algo que quieren todos en el mundo de la empresa: saber a qué atenerse, cuál es el mínimo mapa de ruta del Gobierno de turno y que no se cambien las reglas cada dos por tres 

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El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi (d), conversa con el presidente de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), Gerardo Cuerva.

El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi (d), conversa con el presidente de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), Gerardo Cuerva. / Carlos Luján / Europa Press

¿Puede generalizarse la opinión de una, dos o tres patronales, asociaciones o 'institutos de', etc., a lo que desean los empresarios para el Gobierno de España? No. La pluralidad del mundo empresarial es mucho mayor de la que pretenden relatar las crónicas teledirigidas por los de casi siempre, cuyo mérito tienen por influir donde les interesa. Para empezar, por empresario en España se aúnan propietarios y altos ejecutivos. Nada que ver con el mundo anglosajón donde se separa entre «owner» y «business man or woman». Unos hablan por si solos y otros se atribuyen la portavocía de las empresas que dirigen, en la mayoría de los casos participadas por grandes fondos internacionales.

Solo en Catalunya hay empresarios independentistas que siguen siéndolo tanto como hace siete años. Venden más del 90% de su producción fuera de España y, a estas alturas de su vida, quieren que su ídolo, Carles Puigdemont, se burle de Pedro Sánchez. Sus estructuras societarias son tan ingeniosas que hasta Rafael del Pino, principal accionista de Ferrovial, se enorgullecería de ellos. Para ellos, España sigue siendo un lastre que debe tirarse por la borda. Intentan combinar su pragmatismo con una envidable hipocresía al separar su discurso público del privado.

Hay empresarios, en cambio, en el otro lado del espectro pollítico. Aquellos que viven en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi y votaron a Xavier Trias «uno de los nuestros» en las municipales y al PP en las generales. También hay aquellos empresarios que votaron a Vox e incluso, en el interior de Catalunya, a la CUP. Casos aislados, sin duda, pero que existen. 

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La historia demuestra que el intento de los empresarios -sobre todo del 'establishment' empresarial- de poder controlar el mundo político, de todas las ideologías, fracasó. Ante la realidad política, los hubo que se ajustaron y fueron, camaleónicamente, adecuándose e intentando influir con el gobierno de turno, y otros que, dado que los gobiernos acabaron derivando en regímenes autoritarios y dictatoriales, acabaron yéndose a otros lares.

¿Hay algo que quiera consensuadamente el mundo de la empresa? Sí, hay un común denominador: saber a qué atenerse, cuál es el mínimo mapa de ruta del Gobierno de turno, que no se cambien las reglas cada dos por tres y que sea más facíl seguir invirtiendo gracias a poder seguir ganando dinero.