OPINIÓN

La ‘pegajosa’ política económica

Los precios son la consecuencia del acuerdo entre los demandantes y los oferentes. Cuando este mecanismo no funciona, todo empieza a fallar, de igual manera que, si la ley de leyes de un país no se cumple, comienzan los problemas y las tensiones antidemocráticas

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Un cliente en un supermercado de Alcoy.

Un cliente en un supermercado de Alcoy.

En economía, la ley de oferta y demanda es como la Constitución para una democracia, su norma suprema. De tal modo y manera que los precios son la consecuencia del acuerdo entre los demandantes y los oferentes. Por eso, cuando la demanda sube y la oferta no se adapta rápidamente, los precios también suben, ya que los que más pagan consiguen satisfacer sus deseos. Si la oferta se reduce drásticamente pero la demanda es la misma, los precios van hacia arriba igualmente por el mismo razonamiento. Cuando este mecanismo no funciona, se habla de precios rígidos o bienes inelásticos. Y entonces todo empieza a fallar, de igual manera que, si la ley de leyes en un país no se cumple, comienzan los problemas y las tensiones antidemocráticas.

En coyunturas económicas como la actual, nos encontramos estas rigideces en Estados Unidos, con un alza de precios fruto de una fortísima demanda y un resiliente mercado laboral, a pesar de la restrictiva política monetaria de la Reserva Federal (inflación de demanda). Y también en Europa, con una inflación de oferta, o lo que es mismo, precios que suben no porque la demanda vaya bien, sino por el alza de los suministros y las materias primas de los propios bienes fruto de las debilidades continentales entre ellas el precio de la energía.

Resistencia a cambiar

Por eso en Estados Unidos, ante la persistencia de los precios que se resisten a bajar, califican a la inflación como pegajosa. Sticky prices o precios pegajosos, es una forma de referirse a la resistencia de los precios de mercado a cambiar rápidamente, a pesar de los cambios en la economía general que recomendarían otro precio de equilibrio. Las malas noticias de los índices de inflación de estas semanas en Estados Unidos y a este lado del Atlántico han llevado a las autoridades monetarias a anunciar que hay que seguir con la política dura de subir los tipos con la esperanza de despegar la inflación de los precios.

El término pegajoso es muy fácil de entender si comparamos la inflación con el colesterol. Si hay demasiado colesterol en la sangre, se forman depósitos que se pegan en las paredes de la arteria que acaban estrechándola, corriendo el riesgo de que se produzca un coágulo mortal. Con precios que no bajan, la actividad económica se estrecha porque el poder adquisitivo de los consumidores disminuye y, consecuentemente, las empresas cierran porque no ganan dinero

Pero en España además de la inflación hay más elementos pegajosos de la economía. El ministro de de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones de España, José Luis Escrivá, ha anunciado una reforma para la sostenibilidad del sistema de pensiones que supondrá un incremento adicional de 15.000 millones de euros en cotizaciones sociales. O lo que es lo mismo, para cuadrar el desfase entre gastos e ingresos de la Seguridad Social, se subirán los costes empresariales. La creciente factura de las pensiones se compensará con más cargas a los empresarios y los autónomos, con un alza del 38% en las cotizaciones sociales de aquí al 2050. Este nuevo impuesto se suma al aumento de la presión fiscal que vienen sufriendo los empresarios, de modo y manera que es otro pegajoso coste incrustado en la actividad empresarial que funcionará como el colesterol taponando la circulación económica. La economía fluye cuando hay incentivos para ganar dinero, con trabas como la creciente fiscalidad el mercado de trabajo se secará.

SMI y fijos discontinuos

Pegajosa, porque también se han instalado en nuestra economía y no hay quien lo despegue, es la obsesión por subir el salario mínimo, con un alza cercana al 50% en cuatro años. Y la negativa a modificar el fraudulento sistema de los fijos discontinuos que hace que cerca de 500.000 españoles que se encuentran actualmente en paro no aparezcan en la tasa oficial de desempleo. También la subida continua de las cuotas de autónomos que está motivando el desplome del número de trabajadores por cuenta ajena y la permanente campaña de desprestigio de los empresarios. Y lo mismo podríamos decir de la resistencia numantina a indexar la fiscalidad a pesar de la evidencia de que se está con ello subiendo los impuestos a la clase media.

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Pegajoso es un término económico que puede aplicarse a cualquier variable que sea resistente al cambio. Por eso, y en base a todo lo explicado anteriormente, me atrevo a calificar así la política económica de este Gobierno.

No funciona, no ha conseguido que recuperemos la actividad económica de antes de la pandemia, tampoco que los precios bajen ni que se cree empleo, la pobreza ha aumentado y el empleo solo crece nominalmente porque la realidad es que la mitad de los trabajadores no tiene una jornada completa. Aun así, no se cambia. No se mueve ni un milímetro la hoja de ruta. Como si las políticas fuesen pegamento y del fuerte, cuando lo que deberían ser es de aceite para engrasar el sistema.