ENTREVISTA

Santiago Carbó: "Los jóvenes no tienen un problema de acceso financiero a la vivienda"

Este economista destaca: "La economía española sigue teniendo muchos retos. Su capacidad de resistencia es mayor hoy que hace 15 años con la crisis global porque no tenemos tanta dependencia de la promoción inmobiliaria, de la construcción"

Santiago Carbó en la Facultad de Economía de la Universitat de València

Santiago Carbó en la Facultad de Economía de la Universitat de València / Activos

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Jordi Cuenca

Nacido en Gandía en 1966, Carbó es catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València, director de estudios financieros de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) y profesor investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). El economista defiende la puesta en marcha de una política de vivienda desde el sector público y critica que los jubilados no hayan contribuido a la moderación de los salarios con la subida de sus pensiones en un 8,5 %.

Durante meses, se ha vaticinado un 2023 de recesión. Las previsiones y los datos ahora no apuntan en esa dirección. ¿Cómo se explica este cambio?

Preveíamos una recesión técnica, no tanto en España, que nunca estuvo confirmada, pero sí en Alemania o Estados Unidos, y de repente hemos cambiado a una situación en la que la recesión parece que no se va a producir en los próximos trimestres. Eso no significa que un poco más adelante se produzca. Realmente, la desaceleración de la economía no ha sido tan fuerte y no ha dado lugar a dos trimestres de crecimiento negativo del PIB. ¿Por qué? Hay ciertas inercias, las medidas que están tomando los gobiernos hacen que la economía no se esté derrumbando del todo, el ahorro de la época del covid que aún parece que está funcionando... Dos matices. Uno, a pesar del debilitamiento de la economía, esta vez no va a haber un impacto en el mercado de trabajo, más bien se va a seguir creando empleo. ¿Por qué? Quizás porque tenga unas características en su funcionamiento que hacen más fácil que se pueda crear empleo y quizás porque se está produciendo una cierta renovación generacional que no aprecian las estadísticas en muchos casos, es decir se está jubilando mucha gente y viene en su lugar gente con nuevas capacidades. Creo también que tenemos un problema en el cálculo del PIB. Hay algo que no estemos recogiendo y ahí puede estar el problema. El PIB no refleja la realidad. Las actividades digitales e intangibles probablemente no estarán bien recogidas. Sobre las actividades digitales no tenemos muchas veces ni impuestos sobre ellas. Sorprende que el mercado de trabajo esté resistiendo relativamente bien y la economía no crezca tanto. Hay algo que no concuerda.

De todas formas, visto el estrés al que el covid y la inflación han sometido a la economía española en los tres últimos años, habrá que concluir que tenía bases sólidas. ¿O no?

La economía española sigue teniendo muchos retos. Su capacidad de resistencia es mayor hoy que hace 15 años con la crisis global porque no tenemos tanta dependencia de la promoción inmobiliaria, de la construcción, y eso es una buena noticia, porque no son bienes comercializables. Ahí no compites. Donde hay que mirar es si hemos aumentado la competitividad y ahí sí que hay relativamente buenas noticias porque, a pesar de todo, no hemos perdido cuota en el comercio mundial. Las empresas españolas están resistiendo. Dicho esto, tenemos retos. La productividad no aumenta al ritmo que todos deseamos. Además, tenemos una espada de Damocles, que son las cuentas públicas. Hay confianza por ahora de los inversores. La economía española, como muchas otras, se encuentra en los próximos años en una encrucijada. Tenemos cosas prometedoras, como las renovables, que hay que aprovechar. El hidrógeno, en el que España va a jugar un papel determinante. Pero tenemos el problema de acceso de las nuevas generaciones a la vivienda, salarios peores de los que tenemos más edad. 

La inflación subyacente no acaba de corregirse y los precios de los alimentos siguen disparados. ¿Por qué?

La subyacente lo que está reflejando es que el shock inicial del precio de la energía ha ido expandiéndose a los alimentos que se transportan, las materias primas, los chips… Podemos decir que este cáncer se ha extendido al conjunto de la economía y va a costar rebajarlo. Aquí, el papel del Banco Central Europeo es esencial porque puede ayudar a enfriar la economía. Es necesario. No queremos que se rompa el mercado de trabajo, pero es evidente que con un crédito al cero por ciento había empresas y familias que estaban gastando cuando no debían. Eso hay que enfriarlo, porque, si no, no hay manera de bajar la inflación. La subyacente debe empezar a bajar cuando las tuercas del BCE se vayan atornillando. Si no es así, tenemos un problema porque podemos estar causando una recesión más adelante sin la inflación controlada. Un segundo elemento de riesgo es que empecemos con la espiral de salarios. Los productos básicos están teniendo una gran volatilidad. Inicialmente, afectó a todo lo que venía de Ucrania y Rusia, como los cereales, pero están teniendo una gran volatilidad y habrá que analizar porqué se encarecen tanto las cadenas de compras desde el agricultor. Hay momentos en que la energía no aumenta tanto, el petróleo baja, y no se ha reflejado tanto. No hay restricciones de producto que lo encarezcan.

Si no es por culpa de la energía, ni de los precios que cobran los agricultores, habrá que dirigir la mirada hacia la distribución.La distribución en este momento está bajo escrutinio de todos. Procedería tener más información para saber porqué se está encareciendo, siendo conscientes de que son productos muy volátiles que pueden verse afectados por cualquier cosa que ocurra de repente y que tenga un efecto contagio al conjunto de los productos hortofrutícolas.

Los precios suben de forma irreversible, pero los salarios no les acompañan, con lo que los españoles están perdiendo poder adquisitivo, sobre todo los que tienen menores ingresos. ¿Qué hay que hacer?

Bajar la inflación sería una medida clarísima intentando alterar en la menor medida posible la economía, es decir, no entrando en recesión y con pérdida de empleo. Esa es la gran medida. Dicho esto, los gobiernos han decidido tomar medidas paliativas, que podemos comprender pero a veces no son correctas. Por ejemplo, han bajado los salarios, pero tenemos un montón de subsidios para el transporte, para muchas cosas. Hace poco estuve en Nueva Orleans en un foro económico y decían que hoy día la espiral que tenemos no es salarios/precios sino subsidios/precios. Están siendo los gobiernos con sus políticas fiscales expansivas los que están manteniendo la demanda y haciendo que la gente lo note menos. Esto no puede permanecer mucho tiempo, porque es un equilibrio difícil y débil. Si no bajamos la inflación, será muy difícil en el próximo otoño parar subidas mayores de salarios en los convenios.

¿Cuando pase este periodo de alta inflación, el problema será la deuda?

La deuda al nivel actual me preocupa, pero me preocupa más el déficit público de todos los años. Esa deuda es asumible si España crece y deja de tener déficits estructurales, corrige la situación de su sistema de pensiones, empieza a tener un sistema fiscal suficiente para lo que quiere gastar. No me gustaría que llegara ese debate otra vez por la tensión en el mercado de deuda. Por ahora ha estado muy tranquilo. Me preocupa la agenda electoral porque el mercado puede estar nervioso. Ahí podemos tener un episodio de más tensión y a lo mejor los socios, si generamos mucha tensión, nos acaban diciendo: ‘Oiga, usted, empiece a vigilar su déficit público’. La deuda no va a pesar tanto si se hacen determinadas reformas y la economía funciona. El déficit es el gran problema y habrá un momento en que habrá que pensar en aumentar los impuestos o al menos su capacidad recaudatoria. Nuestros impuestos no son de los más altos.

Pues empresarios y la derecha política abogan por reducir impuestos y así los números públicos no salen.

En general, esa es una opción que Europa no va a aceptar y el mercado tendría muchas dudas, como hemos visto con el Reino Unido. No puedes alterar radicalmente la fiscalidad al núcleo de personas que ganan entre 25.000 y 100.000 euros, porque te cargas el sistema tributario, la recaudación. La experiencia del Reino Unido con Liz Truss muestra que hay que tener mucho cuidado. Sería muy importante que seamos conscientes de que el mercado espera que alguien más se pegue un batacazo haciendo algo como esto. El mercado está a ver quién es el nuevo Reino Unido. Es una tentación, la de bajar impuestos, porque es una cuestión simpática para todos, pero en estos momentos el mercado no compra bajadas de impuestos generales.

¿Qué escenario maneja respecto de los tipos de interés para este año?

Creo que el BCE se puede quedar en torno al 4%. Creo que el euríbor va a superar el 4%, pero con una inflación del cuatro en términos reales no es una carga tan grande.

La banca se resiste a impuestos específicos al tiempo que la Autoridad Bancaria Europea la señala por incrementar de forma significativa los millonarios sueldos de los banqueros. ¿Qué opina al respecto?

En este tema hay bastante demagogia. La banca es percibida en la sociedad en muchas ocasiones como unas empresas que ganan muchísimo dinero y con una pequeña investigación sobre ellas se sabe que no. No solo por los tipos, sino porque han tenido que hacer una reestructuración. Han vivido una situación muy compleja al tener que trabajar con estos márgenes. Y lo ha reflejado su valoración bursátil. En este momento, están bastante por debajo de su valor en libros. Además, se trata de un sector al que le espera bastante transformación y reestructuración, porque estamos en una sociedad cambiante, con nuevos canales de distribución, con unos reguladores que imponen que sean más eficientes, y eso significa quitar personal y cerrar oficinas, con tensiones en la otra punta, porque los clientes no ven el servicio y se enfadan. Creo que ese impuesto no estaba suficientemente fundamentado y, desde luego, para los bancos globales españoles que tienen que competir con bancos de otros países, es un palo en la rueda. En cuanto a las remuneraciones, a cada uno le pueden gustar más o menos las de los banqueros, pero hay unas juntas de accionistas que son las que deciden, que también penalizan cuando no están satisfechas. No me parece oportuno poner topes. Otra cosa es lo que me parezca éticamente. En una sociedad con tantas desigualdades, yo vigilaría mucho mi remuneración si fuera el presidente de una gran compañía.

Al principio del covid vimos alguna operación corporativa, como la de Bankia y CaixaBank, y alguna otra fracasada como la de BBVA y Sabadell. Desde entonces, las fusiones parecen haber quedado en suspenso. ¿Volverán los movimientos?

En el momento en que se vuelva a unos tipos normalizados, pueden volver a aparecer las dificultades y las necesidades para crecer. Ahora va a ser más difícil en este contexto. Cuando pasen estas turbulencias, volveremos a recalibrar si hacen falta fusiones, porque igual no todos los bancos estén en situación de resistir el nuevo entorno cada vez más digital y competitivo.

El acceso a la vivienda se ha vuelto casi un imposible, sobre todo para los jóvenes, por sus salarios, por los precios de los inmuebles y por las dificultades para lograr el dinero para una entrada ahora que la banca ya no financia el 100% del crédito. ¿Deberían los bancos abrir la mano?

Los préstamos que dan más del 80% del dinero son arriesgados, sean de jóvenes o de mayores. Generan un problema, porque significan que quien no tiene un pequeño ahorro no tiene fácil acceso a la vivienda. Dicho esto, hay que decir que comprar una vivienda no puede ser todo a deuda. A lo mejor hay que buscar determinadas soluciones para los jóvenes, que no creo que tengan un problema de acceso a la vivienda financiero, lo que tienen es una vivienda que se les resiste por todos los sitios. Comprar es carísimo, alquilar también. Es un problema muy serio. Lo que hay que hacer es aumentar la oferta para bajar los precios. Poner topes al precio no funciona nunca. Lo que funciona es aumentar el número de viviendas. ¿Cómo? Política de vivienda no hay en España. Hubo en los noventa, pero no la hemos vuelto a retomar. No le ha interesado a ningún Gobierno. Es costosa pero se puede hacer acompañado del sector privado para viviendas sociales. Hay que abrir ese debate. Tenemos un montón de viviendas desocupadas, algunas de la Sareb. Se pueden crear nuevas. Las autonomías que sean capaces de desarrollar una política de vivienda van a tener un factor a su favor.

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¿Que hacemos con las pensiones? ¿Habrá que dificultar su acceso?

Dificultar su acceso, no. Para las contributivas, hay que hacer cálculos más basados en lo actuarial que en la política. Es decir, los datos. Si vivimos de media hasta los noventa, hay que calcularlo también y acompañarlo de determinadas medidas. Por ejemplo, no pueden crecer como este año un 8,5%. Primero porque lo hemos sacado del pacto de rentas. Les ajustamos los salarios a todos, incluso a los funcionarios, aunque sea a tres años, y a los pensionistas, no. Puedo entenderlo en una pensión de mil euros, pero en una de tres mil euros… Eso no significa que no aumenten, pero sí que en determinado momento tengan que contribuir igual que otros colectivos. Hay que potenciar las medidas privadas de ahorro. Apoyar los planes individuales y no solo los de empresa.