Empresas
El negocio de las flores vive otra primavera al ralentí por la subida de precios y la guerra
Hay más demanda, pero la inflación reduce el margen de beneficio | La crisis ha retraído el consumo en un producto que no es de primera necesidad
Ángela Gómez, presidenta de la Asociación de Floristas de Córdoba, en su establecimiento.
La que se prometía como la primavera del despegue para las floristerías, tras dos años de pandemia, con el retorno de las bodas, las comuniones, las cruces y todo el mayo festivo se ha ido al traste por la subida de los precios y la guerra de Ucrania. Esa es la impresión de los floristeros de Córdoba, que, tras ver la luz en los meses de enero y febrero, han entrado en marzo con los negocios al ralentí.
Según María Sanpedro, propietaria de la floristería de Santa Marina, el principal problema ha sido "el subidón del coste de las flores debido al aumento de los carburantes y la luz porque gran parte de la flor cortada viene de Holanda, donde trabajan en invernaderos calentados a base de gasoil y electricidad". Según explica, "hay más demanda que el año pasado, aunque lejos todavía de las ventas de antes de la pandemia, y a eso se suma que la flor que antes costaba 1 euro ahora cuesta 2". Para esquivar esas subidas, parte de la demanda se ha derivado a los viveros del sur de España, donde las plantas son más económicas, pero la oferta es limitada y más cara también que en otros años.
Ángela Gómez, presidenta de la Asociación de Floristas de Córdoba y propietaria de Los Girasoles, coincide con María en el análisis. "Estábamos empezando a recuperarnos, a medida que la pandemia retrocedía, hasta que estalló la guerra y todo lo que ha venido después, que ha hecho que la gente se retraiga y deje de comprar con la alegría de un año sin crisis", explica. "Ha habido una subida muy grande de los precios de los carburantes, de en torno a un 20 o un 30% de media, ante lo que nosotros podemos hacer muy poco", añade. De cara al público, no hay posibilidad de repercutir todo ese incremento "porque vendemos un producto que no es de primera necesidad, lo que hace que los márgenes de beneficio, con el incremento del autónomo y todos los materiales que necesitamos, sean cada vez más reducidos y que las cuentas no nos cuadren", coinciden las dos.
En este momento, los que se dedican a vender flores y plantas se están viendo obligados a practicar el equilibrismo diariamente. "Trabajamos con un producto perecedero y hay que saber muy bien lo que compras, porque si no lo vendes en un plazo determinado, lo tienes que tirar", comenta Ángela. "En primavera siempre hay más demanda y tienes que tener flor para poder vender y que la gente escoja lo que le gusta, pero si te pasas puedes tener pérdidas", dice.
Según Ángela, "estamos viendo que se celebran ya muchas más bodas y comuniones que en los años de la pandemia, pero la gente intenta comprar lo mínimo y lo más barato porque no quieren gastar demasiado". El día de San Valentín, una de las fechas claves para este negocio, fue "extraño", asegura la presidenta de las floristerías, "ya no se regalan tantos ramos de rosas, hay menos liquidez y la gente busca cosas más pequeñas y económicas". En ese contexto, señala también que se está optando por buscar más el producto español, el que se cultiva en los viveros de Chipiona, Almería o Málaga, que tiene mucha calidad y al venir desde más cerca, tiene un precio más razonable.
Noticias relacionadasDesde que empezó la pandemia, algunas floristerías han cerrado, pero también hay quien se está reinventando en formatos distintos. "Hay algunos negocios que están combinando la venta de flores y la cafetería o la venta de tes en el mismo local, una apuesta que no sabemos qué recorrido tendrá porque se mezclan cosas muy distintas", comenta Ángela, quien percibe que la venta telefónica ha experimentado un despegue tras el covid. "Mucha gente hace el encargo sin venir a la tienda, enviamos foto del ramo o el centro o lo que sea antes de enviarlo y nos hacen un Bizum, con lo que se trabaja más tranquilo también", precisa.
En los viveros constatan la caída de marzo. "Este suele ser un mes muy dinámico para la venta de plantas, pero esta nueva crisis ha hecho que la gente se contenga a la hora de gastar", comenta Francisco Navarro, gerente de La Cañada. "Nuestro público son los particulares, que en esta época arreglan sus balcones, sus terrazas y patios y, después de un 2021 que fue bueno, aunque sin llegar al nivel de antes de la pandemia, esta primavera se ha parado en seco", indica. Pese a todo, los floristas confían en el efecto primavera, que llegará con el buen tiempo, para que la actividad vuelva a florecer.
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