Opinión | ISLAS A LA DERIVA

El siglo XX en una gota

'El aroma de los imperios' traza la historia paralela de Chanel nº 5 y Moscú Rojo, el más célebre perfume soviético

Anuncio de Chanel Nº 5 con Marilyn Monroe.

Anuncio de Chanel Nº 5 con Marilyn Monroe. / EPE

Según la teoría evolutiva, cuando el Homo erectus se alzó sobre sus dos extremidades inferiores, dejó de ser olfativo para convertirse en una criatura visual. El olfato se situó entonces en el último peldaño de la jerarquía sensitiva por considerarse primitivo, irracional, representación de lo no-consciente, tal vez por estar conectado con la parte más emocional y evocativa del cerebro. Que se lo pregunten a Marcel Proust. O al autor de la novela El perfume, Patrick Süskind.

Pues bien, confiando en el instinto de su nariz, el profesor alemán Karl Schlögel se embarca en El aroma de los imperios (Acantilado) en una sugerente exploración discursiva e histórica del olor a partir de un hallazgo asombroso: resulta que el perfume Chanel nº 5, símbolo de la alta costura parisina, y Moscú Rojo, la más célebre de las fragancias soviéticas, se desarrollaron a partir de la misma fórmula. Quién iba a decirlo: el glamuroso no-pijama de Marilyn Monroe, primo hermano de la dura burocracia comunista. Dos mundos enfrentados y un mismo efluvio en "la época de los extremos", como la llamó Eric Hobsbawm.  

Autor de algunos libros sesudos, como El siglo soviético (Galaxia Gutenberg), Schlögel imprime a algunos capítulos de este ensayo cultural el pulso vibrátil de una novela. Ernest Beaux y Auguste Michel, dos perfumistas franceses establecidos en Moscú, se formaron en la casa Rallet, la primera fábrica de perfumes de Rusia, proveedora de la corte imperial. Ambos trabajaron juntos en la fórmula del perfume Bouquet Préféré de l’Impératrice, así bautizado en honor de la zarina Catalina la Grande con el fin de conmemorar el tricentenario de la dinastía Romanov, en febrero de 1913. El estallido de la Revolución rusa y la subsiguiente guerra civil sellaron destinos divergentes para ambos hombres. 

El imperio Chanel

Beaux pudo huir a través de los bosques árticos de la península de Kola, empapándose del frescor que emanan lagos y ríos bajo el sol de medianoche, dijo, y establecerse en Francia como perfumista. Un buen día, en el verano de 1920, Coco Chanel se personó en su laboratorio de Cannes, a instancias de su amante, el gran duque Dmitri Pávlovich, uno de los muchos nobles rusos exilées. Tras inspirar 10 frasquitos de muestras, la modista escogió el quinto -de ahí Chanel nº 5- como emblema de su casa de alta costura, porque, dijo, tenía "olor a mujer". Construido su imperio, tras la Segunda Guerra Mundial Coco Chanel tuvo que afincarse en Suiza para zafarse de los cargos penales por colaboracionismo con los nazis

En cambio, el segundo perfumista, Michel, no abandonó el país de los sóviets porque había encontrado al amor de su vida y las autoridades le retuvieron el pasaporte. Con la revolución y la guerra, las empresas perfumeras, ahora nacionalizadas, establecieron otras prioridades: la producción masificada para abastecer al Ejército Rojo y cubrir las necesidades básicas de higiene de la población: jabón, talco, colonia de batalla. Cuando se reanudó la importación de aceites esenciales, Michel pudo crear su perfume Krásnaya Moskvá (Moscú Rojo) -supuestamente también a partir de la fórmula fraguada para los zares-, que salió al mercado en 1927 para conmemorar el décimo aniversario de la Revolución de Octubre. El tapón del frasco imitaba una cúpula de cebolla.

El pobre Michel, con sus apellidos extranjeros, desapareció sin dejar rastro en 1937, probablemente víctima de la gran purga estalinista. En la parte soviética de la historia, también entra en juego otra mujer clave: Polina Zhemchúzhina, esposa de Viacheslav Mólotov, ministro de Exteriores de la URSS, y quien siguió siendo una acérrima estalinista hasta el final de sus días. Como escribe Schlögel: "Una gota de perfume es tiempo atrapado en olor, y el frasco es el recipiente que contiene el aroma de la época".