MISCELÁNEA
He venido a hablar de mi libro: Francisco Suárez
Francisco Suárez
"El deseo, la pasión y el placer forman el ser humano esencial. Las novelas lo recuerdan". Manuel Vilas.
Cierto. He venido a hablar de mi libro aunque debo confesaros que el libro no lo he escrito yo. Un día de enero por la mañana temprano, desayunando churros con chocolate en la Churrería Laietana, en la Via Laietana de Barcelona, al ir a pagar la consumición, un señor de unos 50 años, alto elegante y de ojos dorados, me invitó. Se lo agradecí.
En la calle, fumándonos un cigarrillo, me dijo: "Te conozco. He visto algunas funciones tuyas en el Teatro Español de Madrid y me gustaron mucho. Sé que has comenzado a escribir una novela, un género complicado, amigo, y que llevas tiempo bloqueado sin saber por dónde tirar. Esto le ocurre a los novatos como tú. Me gustaría poder ayudarte porque tienes talento. Lo he hecho en muchas ocasiones y desde hace siglos. Por si no lo sabías, ayudé a Goethe a escribir Fausto. Si quieres, y cuando quieras, después de desayunar churros con chocolate nos ponemos a currar. Conmigo alcanzarás la gloria y te haré inmensamente rico".
No recuerdo si me quedé de piedra o me entró un tembleque. ¿Quién puede negarse a esta incitante oferta? Al día siguiente nos pusimos manos a la obra y en dos meses estaba terminada. Me encandiló, me sedujo y me poseyó. No me quedó otra que entregarle mi alma.
Una novela endemoniada
El resultado es una novela endemoniada. Toda ella es él pues en ningún momento me dejó meter baza. Finalizado el trato, desapareció. Se evaporó como una nube. Fui a buscarlo a la churrería varias veces y nadie lo había vuelto a ver. Le estaré siempre agradecido. Recomiendo a los novatos como yo que se acerquen a la Churrería Laietana por si acaso un señor, alto, elegante y de ojos dorados, os invitara a tomar unos churros con chocolate calentito.
Cuando William Faulkner leyó la novela El viejo y el mar de Ernest Hemingway, de admirable sencillez, dijo que, por fin, en ese libro el americano había encontrado a Dios en Cuba, en una tasca de mala muerte bebiendo aguardiente. A Dios o al Diablo te lo puedes encontrar en cualquier sitio.
Dios escribe novelas ambiguas, bien escritas por supuesto, pero carecen de los estrépitos del alma que sí tienen las del Diablo. Los personajes de Dios van y vienen como si ya supieran su destino, sin embargo los del Diablo andurrean perdidos sin encontrarse a sí mismos.
En El mar de Tánger el deseo vas más allá de lo carnal. Sus personajes sienten un hambre insaciable, un dolor de tripas provocado por la ausencia del amor. Duele físicamente el vacío de la carne deseada, pero es un dolor consolable, se alivia con el consumo de otra aunque sea prostituida; sin embargo, el dolor causado por el deseo insatisfecho de poseer otras almas es inconsolable, enloquecedor, perenne y corrosivo; es la peor manera de aquejar a un ser humano que vaga por las calles como un loco embelesado y deambula por el mundo buscando inútilmente su consuelo.
El señor alto, elegante y de ojos dorados que me invitó a chocolate con churros no es otro que el deseo de compartir con los demás el dolor y los sueños que nos pertenecen a todos.
'El mar de Tánger'
Francisco Suárez
Editora Regional de Extremadura
308 páginas
12 euros
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