Entrevista | Julia Viejo Escritora

Julia Viejo: "Lo femenino también es universal y contiene multitudes"

Sus cuentos hicieron que hasta Luis Landero se fijara en ella y su primera novela, 'Mala estrella', que publica dentro de unos días, la coloca entre lo mejor de una generación literaria a la que, a veces, le sobran memes y le falta originalidad

Julia Viejo, escritora.

Julia Viejo, escritora. / José Luis Roca

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Hay algo indómito, y sin embargo cándido, en la mirada de Julia Viejo (Madrid, 1991). En la que despliega sentada delante de un té caliente en una fría mañana invernal en Madrid. Pero también en la que caracteriza su literatura. Su voz es, todavía, la de la niña, traviesa y responsable, tímida y huidiza, que creció en un ambiente científico, racional, en el que los libros eran la puerta de entrada a esa mundo ficticio no tan distante de la realidad.

Eso, la ambigüedad de la propia existencia, la descubrió gracias a la poesía; primero, la de Federico García Lorca y la de Antonio Machado, que su padre le leía sin el peso de la gravedad y, después, la de Gloria Fuertes, a la que ella convirtió en una amiga durante su infancia, en un personaje más.

Cuando la lectura pasó a ser un rasgo definitivo y definitorio de su carácter, quiso ser como sus abuelas y empezó a mirarse en el espejo de Elena Fortún, de Carmen Laforet, de Ana María Matute... Y empezó a escribir, siendo ya veinteañera, para explicarse, pero a sí misma, no a los demás, y sin ninguna pretensión, ni siquiera la de llegar a entenderse.

Sus cuentos, reunidos en En la celda había una luciérnaga (2022), hicieron que hasta Luis Landero se fijara en ella y su primera novela, Mala estrella (Blackie Books), que publica dentro de unos días, la coloca entre lo mejor de una generación literaria a la que, a veces, le sobran memes y le falta originalidad.

P. Vayamos al comienzo de su historia, de su cuento, esa niña que crece en el madrileño barrio de Pirámides, que tiene frente a su casa una fábrica de papel y lee mucho.

R. Mis padres son científicos, son biólogos, pero siempre han sido muy lectores. Mi padre me leía a Machado, a Lorca, de muy pequeña, sin decirme quiénes eran, y yo incorporé los libros como algo natural. Me ha parecido la manera más natural de ver el mundo, a través de palabras. Parece una obviedad, pero mucha gente concibe el mundo de otras formas, por imágenes...

P. La literatura muestra el mundo de un modo menos limitante. 

R. Sí, quizás, sí, porque las palabras a mí me dan mucha libertad. 

P. Claro, porque ¿cuántas cosas puede ser una palabra?

R. Ya no sólo una palabra, sino la combinación de todas ellas. Las palabras me permiten explicar, describir cosas que no veo en la realidad, que no escucho en la realidad, sensaciones, sentimientos… Yo me explico a través de eso.

Siempre me ha parecido la manera más natural de ver el mundo, a través de palabras. Las palabras a mí me dan mucha libertad

P. ¿Y cuándo empezó a escribir para explicarse, lo recuerda?

R. Quizás primero leía para explicarme y ya a escribir empecé bastante más mayor, en la universidad.

P. ¿Y no tiene la sensación de que estaba escribiendo mucho antes, sin haberse puesto aún a escribir? 

R. Sí, claro, porque escribir es crear un mundo propio que antes de ponerlo en el papel tú lo pones en tu cabeza. En la novela también hay mucho de eso, de cómo una se desdobla para explicarse a sí misma. Vera se desdobla en León, que es…

P. Su amigo imaginario.

R. Su voz interior, como quieras expresarlo. Yo también me desdoblo en Vera y hay una serie de desdoblamientos entre realidad y ficción.

P. Se podría decir que para usted la literatura es ese amigo imaginario. 

R. Sí. Pero ese amigo imaginario lo he tenido desde antes de escribir. 

P. Ha mencionado a Lorca y Machado. Cuando la leo veo esas influencias y la huella de Gloria Fuerte, Ana María Matute... ¿Qué lecturas la convirtieron en escritora? 

R. Me da la impresión de que nos influyen más nuestras abuelas que nuestras madres, literariamente hablando, quizás también vitalmente, pero literariamente yo tiendo a fijarme más en escritoras mayores o incluso ya fallecidas, conecto más con ellas. Hay una cosa en la figura de la niña sin padres que siempre me ha atraído mucho. Y eso lo tienen mucho las escritoras del siglo XX: Elena Fortún con Celia, Pippi Calzaslargas, Carmen Laforet… Aunque no sean padres muertos, sí son padres ausentes, que es para mí cuando una puede desarrollar un poco lo que tiene dentro, escucharse a sí misma en vez de estar escuchando la voz de sus padres.

Me da la impresión de que nos influyen más nuestras abuelas que nuestras madres, literariamente hablando, quizás también vitalmente

P. Hablando de voces, la de la protagonista, Vera, es una voz inocente, la voz de una niña de 13 años. 

R. Niña, chica… Me encanta esa edad que no sabes cómo llamarlo.

P. Esa voz, supuestamente infantil, le permite hablar con mayor libertad de cosas muy duras, muestra una realidad incluso sórdida.

R. Sí, es mi manera natural de pensar. Yo no soy muy de racionalizar lo que escribo, escribo y luego pienso en lo que he hecho. Esa voz tan inocente es incluso la mía, pero no con 13 años, con 30. Creo que hay algo ingenuo en mí que me cuesta mucho perder, para bien o para mal, y que siempre está mirando el mundo con sorpresa y con extrañeza.

P. Una voz adulta habría sido más limitadora literariamente.

R. Claro. La voz de Vera tiene una dualidad: la cosa inocente o más delicada o más literaria se contrapone con esa ironía, esa rebeldía que a mí me genera naturalidad y, al mismo tiempo, humor, que es una herramienta indispensable en mi vida, en mi escritura y en todo.

P. La conclusión a la que llego después de leerla, también me pasa con Elvira Lindo, es que la infancia no es un paraíso y, si lo es, es un paraíso bastante inhóspito. No sé si está de acuerdo conmigo.

R. Sí, y de mucha soledad, de mucha incomprensión. No tienes herramientas para defenderte de lo que ocurre. Hay una desprotección muy grande, al menos para las niñas que son más sensibles o que no están en el mejor ambiente familiar.

Hay algo ingenuo en mí que me cuesta mucho perder, para bien o para mal, y que siempre está mirando el mundo con sorpresa y con extrañeza

P. ¿Usted se siente parte de una determinada generación literaria? 

R. Sí, supongo. Yo he tendido a decir muchas veces eso de "yo no soy como las otras chicas, no me veo identificada", porque todas vivimos en una sensación de soledad permanente. Pero al escribir he visto que las autoras de mi generación compartimos ciertos temas, ciertos gustos por estas niñas salvajes, por las chicas raras, por cierta estética, porque todas hemos bebido de las mismas cosas. Te das cuenta de que hay algo común que se irá perfilando con el paso del tiempo.

P. Por cierto, ¿cómo se siente al oír hablar del "fenómeno" de las "novelas escritas por mujeres"?

R. Me parece absurdo. Es como decir "novelas escritas por personas humanas".

Julia Viejo, escritora.

Julia Viejo, escritora. / José Luis Roca

P. Se han llegado a escribir artículos quejándose de que ahora todos los premios literarios son para mujeres.

R. Sí, y que ya hemos hablado demasiado de nosotras mismas, que ya está bien, que podemos hablar de hombres, por ejemplo, que nunca se ha hablado de ellos [ríe con ironía]...

P. ¿Qué piensa cuando lee eso?

R. Me parece una ridiculez y creo que no hay que darle mucho bombo, porque lo femenino también es universal y contiene multitudes, no sólo lo masculino. Hay gente que sigue dando por hecho que lo masculino es lo universal, y no, también la adolescencia de una chavala de 13 años puede ser universal.

P. Lo que pasa es que, tal vez, se perciba cierto interés, por parte de las editoriales, por cubrir un espacio temático que durante mucho tiempo ha estado vacío y eso, paradójicamente, puede ser perjudicial.

R. Puede ser, pero también hay muchas novelas escritas por mujeres que tratan de muchas cosas diferentes, no sólo hablan de mujeres o de infancia o de cosas de chicas.

El sistema patriarcal te lleva a perder la cabeza muchas veces y en este libro en concreto

P. Esa expresión, que usted ha entrecomillado… No existe la expresión cosas de chicos.

R. No. Las cosas de chicos me pregunto qué serán... la vida de verdad, el trabajo de verdad… [ríe]. Pero bueno, incluso nosotras mismas a veces caemos en la autoparodia: "Es que soy una chica, me gustan las flores… ". En Twitter, en internet, porque la posmodernidad va muy rápido y muchas chicas hacen parodia de sí mismas, de las cosas de chicas. Se ha convertido en un meme, en una moda. Yo misma he caído en ese meme a veces. 

P. ¿Y cómo se sale de ese meme? O, mejor, ¿cómo se evita caer en él?

R. Pues hablando y escribiendo de más cosas, no hablando de las mismas autoras siempre, ampliando las miras. No lo sé, yo estoy en ese camino, también.

P. Un camino de autoconocimiento, y eso es lo que, al fin y al cabo, es la escritura. 

R. Sí, para mí ese es el mayor poder que tenemos. Y a mí me da una herramienta muy poderosa para luchar contra el sistema, el autoconocimiento. Saber lo que quiero yo, de verdad, conocerme a mí de verdad, hablar conmigo misma, ser sincera y no dejarme atrapar por el sistema.

P. ¿Y ese sistema cuál es?

R. El sistema capitalista, el sistema patriarcal. La novela habla mucho de patriarcado. El sistema patriarcal te lleva a perder la cabeza muchas veces y en este libro en concreto. 

P. Como autora, ¿cómo encuentra un hueco en el que sentirse a gusto en ese sistema?

R. Yo he tenido la suerte de encontrar una editorial independiente que me da toda la libertad que quiero, y que espero que me siga dando, para ser libre y ser yo y escribir sobre lo que quiera sin imponerme ningún tema ni la manera de hacerlo.

Mirar a lo pequeño al final es importante para no vivir en un inconformismo permanente

P. ¿Cree que eso sucede?

R. Sí, creo que hay gente a la que le puede pasar, que se puede ver inmersa por la corriente atroz, por la velocidad que lleva el mundo, la cultura y todo.

P. ¿Hay manera de frenar esa velocidad sin quedarse fuera?

R. No lo sé, ojalá tuviera la respuesta... Siendo honesto, mirando lo pequeño, no dejándose arrastrar por lo que nos intentan imponer, agarrarte a cosas no materiales... Mirar a lo pequeño al final es importante para no vivir en un inconformismo permanente.

P. La incomunicación que arrastra la familia de Vera es algo muy común en nuestra sociedad, en nuestro país, es casi como un gen que define nuestra educación emocional. No sé para usted, pero para mí la escritura ha sido la manera de acabar con esa incomunicación.

R. Sí, completamente. Ya no solo generacional, es una maldición humana que tenemos. No creo que haya una sola generación que no sufra de incomunicación entre padres e hijos. Habrá que ver las generaciones de ahora cómo evolucionan y sobre qué escriben. Pero me cuesta creer que se vaya a romper esa maldición. Y por eso yo escribo, es la única manera que tengo de expresarme. Ni siquiera hablar. Yo sufro intentando hablar, sufro hablando.

P. Pero no escribiendo. 

R. No, yo disfruto un montón.

Las personas de carne y hueso no son completamente reales, hay mucho de personaje en cada uno, hay mucho de ficción en las interacciones de la gente 'real'

P. Porque está esa etiqueta, ese meme, también, de la letraherida…

R. No, no, para nada. Yo soy… letracurada [ríe]. A mí que me dejen escribir. Yo estoy feliz dialogando conmigo misma. Es la única forma que tengo de mirarme desde fuera. Mucha gente percibe la escritura como mirar hacia dentro. A mí me gusta verlo como un mirarte desde fuera. Es cuando puedes ser más consciente de dónde estás.

P. Otra de las cosas que se reflejan en la novela es la difusa frontera que hay entre realidad y ficción. ¿Cómo entiende usted ese diálogo?

R. De manera muy natural. Para mí no hay una barrera, ni siquiera en la realidad que podemos tocar. Las personas de carne y hueso no creo que sean completamente reales, hay mucho de personaje en cada uno, hay mucho de ficción en las interacciones de la gente real.

P. ¿Y cómo definiría su escritura?

R. No sé, intuitiva. Hay mucho de intuición en mi escritura.

P. A mí me parece que la suya es una escritura antigua, y no lo digo en sentido negativo, todo lo contrario.

R. Yo quiero ser antigua, me parece un halago. También uso mucho la ironía, la ligereza, y a veces peco de ello, por eso en las revisiones lo rebajo, porque me gusta usarlo en las dosis justas.

P. Hemos hablado de sus abuelas literarias: Gloria Fuertes, Fortún, Laforet, Matute… ¿Se siente cómoda con la palabra heredera?

R. Sí, es bonita. También puede tener un doble filo o ejercer presión sobre una, porque yo también me siento hija de otras cosas que son mucho más contemporáneas. Pero es un honor para mí, cómo no me voy a sentir cómoda.

P. Tal vez sea mejor la palabra deudora. 

R. Sí, me parece más bonita, no lo había pensado. Tiene más de agradecimiento que de imposición. Me encanta, la voy a usar más.

P. ¿Dónde se ve dentro de unos años?

R. Escribiendo y traduciendo. Traducir te quita responsabilidad. No creo que sólo pudiera escribir, porque igual me perdería a mí misma. Sé hacer muchas otras cosas, me gusta ser curiosa frente al mundo, me gusta picotear, editar... Yo soy muy feliz haciendo otras cosas que no son escribir, pero nunca voy a dejar de escribir.

'Mala estrella'

Julia Viejo

Blackie Books

240 páginas

21 euros

En librerías el 24 de enero