Entrevista | Mario Obrero Poeta

Mario Obrero, poeta: "La poesía siempre ha estado en el lugar de los vencidos"

Tiene sólo 20 años y en su trayectoria ya figuran premios como el Loewe o el Félix Grande, logros que nunca le harán olvidar que procede de un barrio humilde del sur de Madrid y pertenece a la clase obrera

El poeta Mario Obrero, fotografiado en Madrid poco después de la entrevista con ABRIL

El poeta Mario Obrero, fotografiado en Madrid poco después de la entrevista con ABRIL / José Luis Roca

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

Mario Obrero tiene sólo veinte años y en su trayectoria ya figuran premios como el Loewe (es el autor más joven en conseguirlo) o el Félix Grande. Logros notables que nunca harán que olvide de dónde viene. Nació en una familia obrera en un barrio del sur de Madrid y desde chico fue desarrollando una honesta conciencia de clase que pronto empezó a hermanarse con la poesía.

Sus primeros versos los escribió, con siete años, gracias el envés de las gotas de lluvia en el cristal y ese reverso guía desde entonces su obra, pero también su vida. La pasión por la literatura se la inculcaron sus padres, amantes de las letras, y de sus abuelos aprendió a estar orgulloso de sus orígenes.

Esa cabeza suya, poblada de un cabello tan abundante y rizado que bien podría compararse con un frondoso y fértil bosque, está repleta de poesía libre de prejuicios y de ataduras.

Ha pasado por la Sorbona, por Atlanta (Estados Unidos), ha sido presentador de uno de los pocos programas televisivos que en España hay sobre literatura y en su último poemario, Cerezas sobre la muerte, tira de memoria para recuperar las voces del exilio. Es Mario un poeta obrero que construye y deconstruye.

P. ¿Qué es la poesía para usted?

R. Yo creo que tiene mucho que ver con la forma en que se está en el mundo. Cada vez pienso más, y lo vivo en familia, en amigas, en entornos, que la poesía en papel es una pequeña, diminuta provincia de la poesía en general. El momento en que alguien coge un bolígrafo y escribe está bien, pero no limita, ni mucho menos, las capacidades poéticas para estar en el mundo de una forma. Y, por tanto, creo que sí, que es una actitud que nos predispone y que nos hace ver la otra mitad, que decía Lorca, el envés, el reverso, esos pliegos de los que también hablaba Benjamin que eran los que nos componían. Quien tiene esa visión de pliego, escriba o no, lea o no, es poeta y convive con la poesía. Se puede sacar del papel.

P. ¿Y se debe?

R. Claro. Cuando en la historia literaria hemos tenido un concepto como los tercetos encadenados, pues no te queda sino pensar que esa cosa de estar en el papel es necesaria, es algo que yo personalmente, como muchas otras, hago, pero que es una limitación. La gracias de una cadena no es que te oprima, sino que te una a personas, y la poesía fuera del libro, del texto, tiene esa posibilidad de unir de forma temporal, geográfica, lingüística y, sobre todo, crear esa conciencia común de quien quiere ver la otra mitad de las cosas o mirar el reverso.

Quien tiene esa visión de pliego, escriba o no, lea o no, es poeta y convive con la poesía. La poesía se puede sacar del papel.

P. ¿De qué forma está usted en el mundo gracias a la poesía?

R. Yo creo que se está con una atención propia, porque incluso el concepto de estar atento o mirar las cosas puede ser algo paradójico. Se puede mirar las cosas cuando se hace desde una perspectiva hegemónica, pero la poesía no sólo te ayuda a interesarte, a mirar, a observar, a escuchar, a tener esa atención, sino que la atención es contraria a una lógica predominante, a un entendimiento de qué es la utilidad, de qué es la sociología, de qué son las relaciones, de qué es la historia, de qué es la memoria. En catalán, fer atenció también se dice donar l'orella, y cuando tú das tu oreja, cuando la donas literalmente a otras es cuando esa atención puede escindirse de la lógica de autopistas homogeneizante y ahí encuentras todo un cúmulo de conciencias guardadas, ni siquiera escondidas, yo diría que guardadas.

P. ¿Y qué diferencia habría entre que estuvieran escondidas o guardadas?

R. Esconderse tiene que ver con aquello que sale huyendo, como si fuera una cosa tan débil y tan pequeñita que se ha de guarecer en un espacio acotado. Claro que la poesía es pequeña y claro que es débil y claro que siempre ha estado en el lugar de los vencidos, pero yo diría que no se esconde, no tiene de qué esconderse. En su pequeñez, y sin ningún tipo de virilidad, la poesía es valiente, es valiente desde el momento en que una se atreve a mirar las cosas de otra forma. Decía Virginia Woolf que la única herencia de las escritoras es lo que han escrito otras. Pues yo quiero pensar que esa herencia no necesita esconderse o huir de nada, sino que simplemente está guardada en nuestra propia conciencia, y cuando donamos esa oreja nuestra, ahí la podemos encontrar.

P. O sea que para usted la poesía es un posicionamiento ético.

R. Mucho y, además, la valentía poética es muy interesante, porque concibo, quiero pensar que no es nada patriarcal, no es esa valentía gallarda de quien llega y planta su bandera como si fuera Hernán Cortés. La valentía poética es aquella que te permite escuchar lo que otras y otros no han oído. Ni siquiera dar voz, porque esto es una cosa muy conflictiva.

La valentía poética no tiene que ver con la valentía misógina, porque no da nada a nadie, no gana ninguna batalla, no ejerce imperialismo sobre ningún cuerpo ni ningún concepto

P. ¿En qué sentido?

R. Los bancos dan hipotecas, las financieras dan acciones. Yo no doy nada a nadie. Cuando das voz, te estás posicionando en el centro porque crees que si no eres tú quien escribe ese poema no lo va a hacer nadie, qué bien que existes tú para dar voz a los que no tienen. Se usa esa expresión con mucha buena voluntad, pero yo creo que no. Habríamos de hablar en términos de escuchar voces, no de darlas. Cuando hablamos de autoras que ahora por suerte están en nuestras librerías, nadie le da voz a Luisa Carnés ni a Ernestina de Champourcín ni a Josefina Latorre. Las voces las tenían ellas, simplemente las escuchamos. Y por eso la valentía poética no tiene que ver con la valentía misógina, porque no da nada a nadie, no gana ninguna batalla, no ejerce imperialismo sobre ningún cuerpo ni ningún concepto, sino que lo escucha y participa de él, es más, lo disfruta.

El poeta Mario Obrero

El poeta Mario Obrero / José Luis Roca

P. Desde ese posicionamiento, ¿la poesía es también política?

R. Sí, claro, desde el momento en que la política es la polis, la ciudad, lo público y publicar es hacer ese ejercicio. En euskera hay una palabra preciosa que viene a significar publicar y que significa literalmente salir a la plaza, y es porque el primer libro que conocemos en lengua vasca habla de que el euskera tiene que salir a la plaza. Como la poesía es algo que sale siempre a la plaza, consecuentemente pasa al ágora, pasa a lo público, pasa a la política. Ahora bien, la conciencia poética creo que por suerte no es dependiente de la conciencia política. Yo como ciudadano, como activista, puedo sentirme muy identificado con qué luchas, pero entiendo que no pasan al poema porque yo lo decida, porque esto sería domesticar al poema y llevarle con una correa como si fuera un chihuahua.

Como ciudadano, como activista, puedo sentirme muy identificado con qué luchas, pero no pasan al poema porque yo lo decida, porque esto sería domesticar al poema

P. O sea que en su poesía no es activista.

R. Es una poesía activa, porque tiene una relación con su mundo y el activismo etimológico, el de la actividad, lo cumple. Pero la vocación política que tiene no la impongo yo, sino la propia conciencia poética. Es decir, a mí me encantaría hablar sobre la crisis climática, porque vengo de una generación y de un momento en que creo que es muy pertinente, pero no me he puesto a hacer poemas climáticos, hay ese riesgo de llegar al panfleto, sobre todo cuando la poesía es dependiente de la política actual, una política tan de usar y tirar, tan de procesos cortos, de titulares. Si el titular es algo que sintetiza y la política actual busca esas sintetizaciones del pensamiento, la poesía está en lo contario, está en expandir los horizontes de lo posible y de la capacidad imaginativa del género humano. Por tanto, puede ser que entre la política en la poesía, pero nunca somos nosotras como agentes escritores quienes decidimos qué tipo de vocación acude al poema, es algo en lo que no se participa de forma tan consciente.

El poeta Mario Obrero, poco después de la entrevista

El poeta Mario Obrero, poco después de la entrevista / José Luis Roca

P. En su último poemario, Cerezas sobre la muerte, las cerezas son una especie de espacio políglota en el que tienen cabida voces en euskera, asturianu, castellano, catalán, galego... ¿Qué le parece la polémica surgida a raíz de que ahora en el Congreso de los Diputados se puedan hablar las lenguas cooficiales?

R. Es importante que estas lenguas se vean en Madrid. Yo como getafense laísta madrileño que las aprendí lo agradezco muchísimo. Pero es incluso más importante que en Alacant, que en Tafalla o que en cualquier pueblo de Galiza o Villafranca del Bierzo tengamos esa misma tranquilidad a la hora de expresarnos en galego, no para subir a una tribuna al Congreso, sino para hablar con las vecinas o para comprar cualquier producto, para ir al supermercado, al médico o al juzgado. Y luego, por supuesto, está la otra vertiente de la derecha, que yo creo que no se ha dado cuenta que desde Antonio de Nebrija, pasando por Felipe V, pasando por el siglo XIX, Primo de Rivera y Francisco Franco, se viene intentando una homogeneización lingüística que no se ha conseguido. Si en cinco siglos tenemos todavía autoras que escriben en asturiano, creo que es hora de darnos cuenta de que a lo mejor esa lucha está bastante perdida. La derecha española o la sociedad española que piense que todavía puede llegar a vivir en un país monolingüe, pues yo les invitaría a hacer un poco de genealogía, les invitaría a ver todo el legado de violencia lingüística y diglosia que se ha venido produciendo políticamente desde hace medio milenio y cómo esto todavía no ha devenido en un monolingüismo. Les queda para rato a las lenguas minorizadas.

P. Yo estoy segura, porque le he leído y porque le escucho, de que escribe desde la libertad. ¿Le da miedo perder esa libertad?

R. No me gusta ser catastrofista. Pienso que si la poesía ha existido en las cárceles de este país y de tantos otros, si ha existido entre dictaduras, no va a ser ahora el tiempo en el que muera la poesía y lo poético. Esa libertad, esa capacidad de lógica poética, prevalece, porque si ha prevalecido históricamente en los momentos donde el embudo más oprime no va a ser ahora una cosa distinta. Entonces, por supuesto que está ahí el miedo, por supuesto que uno puede acabar haciendo calceta con el lenguaje en vez de poemas, pero soy esperanzado en ese sentido y una vez uno entra a la poesía esta te tira, te cuida y te sabe llamar por tu nombre.

A la derecha española que piense que todavía puede llegar a vivir en un país monolingüe, yo le invitaría a ver el legado de violencia lingüística y diglosia que se ha venido produciendo políticamente desde hace medio milenio

P. Escribió su primer poema a los siete años. A los 14, publió su primer poemario, con el que ganó el Premio Nacional de Poesía Félix Grande. Fue el autor más joven en ganar el premio Loewe en 2019. Ahora, con 20 años, habiendo pasado por Atlanta, habiendo estudiado en la Sorbona, ¿cómo ve el camino recorrido y hacia dónde se proyecta Mario Obrero?

R. Pues, por una parte, lo veo con mucho orgullo. Siempre que tengo un micrófono delante, una situación como esta, intento no olvidar que vengo de un barrio donde no mucha gente tiene un micrófono delante. Incluso que vengo de una ciudad donde no somos tantas, en Getafe, las que tenemos ocasión de acudir a ciertos actos, de tener ciertos espacios de dicción, e incluso vengo de una region, que es el sur de Madrid, donde tampoco está muy generalizado el poder hablar, pensar, tener espacios de reflexión como estos. Entonces, por una parte, ese orgullo, pero orgullo de clase, no orgullo de quien empieza haciendo batas y se convierte en un gran empresario. Orgullo de quien viene de esos barrios y quien está en esos entornos y de alguna forma intenta siempre continuar ahí. Y luego, por otro lado, pues el camino por recorrer… Me gustaría mucho, Inés, que además de todo esto que decimos, que por supuesto para mí es un honor y lo recibo con humildad y con gran aprecio y con gran agradecimiento, me gustaría también que pudiéramos decir de Mario Obrero que está feliz con sus amigas, o que tiene pareja, o que tiene parejas, o que es una persona que a veces se pasea por el templo de Debod y otras va a los cines a ver alguna película chorra.

P. ¿Como por ejemplo?

R. Como, por ejemplo, pues que va a volver a ver Mamma mia! por decimoquinta vez. Que es una persona que es de Getafe y dentro de los poquitos que tienen micrófono en Getafe también está Camela, y yo a Camela los respeto como un interlocutor de mi ciudad y de mi barrio. En fin, me gustaría mucho pensar que la poesía no tiene nada de Olimpo. A mí me gusta estar con las mías y por supuesto que es importante toda la trayectoria professional. Lo laboral importa, pero más allá de la sociología de lo poético, que es muy pequeña, muy reducida y apenas un pequeño cuartito en las alas del pensamiento humano, prefiero quedarme en la poesía que no sale en los libros, que vive en las calles, que vive en las fiestas, que vive en el gozo, en la celebración y que a veces incluso puede prescindir de un papel, de un bolígrafo y mucho más de un premio, de una edición o de un bolo, lectura, charla o conferencia.

Mario Obrero, al acabar su entrevista con 'ABRIL' en Madrid

Mario Obrero, al acabar su entrevista con 'ABRIL' en Madrid / José Luis Roca

P. En su vida, además de la poesía, la música tiene una importancia notable. ¿Qué relación tiene con la copla, que tanto le gusta?

R. Yo vengo de una casa de izquierdas, donde no se escuchaba copla. Cuando la empiezo a escuchar, tengo el prejuicio de pensar: "Bueno, esto es algo a lo mejor que no corresponde a mis valores o a la ideología en la que me muevo". Y entonces sucede algo, y es que cuando escribo y empiezo a escuchar copla empiezo a ver que hay una ola y antes de pensar en Las olas de Virginia Woolf pienso en Como una ola, de Rocío Jurado; o de repente veo un quicio y no puedo ponerlo porque estoy pensando en Concha Piquer; o, si nos ponemos a hablar de unos ojos, cómo van a ser verdes, si estaría Miguel de Molina. Entonces, empiezo a censurar ese discurso, mientras que si se me ocurre hablar, qué sé yo, de un cangrejo, pues me voy a acordar de Lezama Lima, y a eso no le pasa nada. En lo último que estoy escribiendo me gusta cada vez más la contaminación y la filtración de todas las voces. Cuando hablamos de escuchar las voces, hay que escucharlas sin jerarquización. Tan importante es lo que dice mi abuela Carmen como lo que escribe María Teresa León, porque ambas vienen a hablar de cosas bastante similares y con distintos lenguajes, pero eso es lo maravilloso. Si no hubiera distintos lenguajes, seguiríamos haciendo las Coplas a la muerte de su padre y una y otra vez dale perico al torno. Estoy aprendiendo a reconciliarme con la copla, que es algo que escucho desde hace mucho pero que a lo mejor no le dejaba permear ciertas esferas y que ahora me define a muchos niveles.

Tan importante es lo que dice mi abuela Carmen como lo que escribe María Teresa León, porque ambas vienen a hablar de cosas bastante similares y con distintos lenguajes, pero eso es lo maravilloso

P. ¿Por qué le define?

R. Porque la copla viene del latín cópula y viene a ser la copulación. Que algo tan popular tenga el nombre de una cosa pecaminosa implica muchas cosas muy buenas. Que la llamemos así y que la copla, por tanto, pase a ocupar casi posturas de herejía me interesa mucho porque yo por otras vías distintas también soy hereje. Y tampoco se puede omitir el discurso político que ha tenido la copla en este país. Cuando se habla de Concha Piquer cabe mencionar las multas que le ponían por cantar "Apoyá en el quicio de la mancebía" en vez de apoyar su cuerpo en otro lugar que no fuese un prostíbulo. Miguel de Molina en el 42 era el cantante más escuchado de España. Miguel de Molina estaba exiliado fuera de este país después de recibir una paliza. Cuando pensamos en Juanito Valderrama, hay que pensar en el soldado anarquista que estaba luchando en Córdoba y aquel que le canta a Franco El emigrante, que no venía a ser sino el exiliado, ese medio millón de personas que vivía en campos de concentración. La poesía también tiene esa capacidad de reconvertir los símbolos y los significados. Si decía Pessoa que todo es símbolo y analogía, me atrevería a decir que además de serlo podemos reconvertirlo y encontrar en aquello que ha sido leído de una forma hegemónica su envés y entender la copla también como ese canto popular de las resistencias contra todo tipo de opresión, en el caso de nuestra historia, la opresión fascista.

Entiendo la copla también como ese canto popular de las resistencias contra todo tipo de opresión, en el caso de nuestra historia, la opresión fascista

P. Alguna vez ha vinculado la poesía con el humus, con la tierra. Teniendo en cuenta que humildad viene de humus, ¿cómo puede ser que el poeta sea humilde, porque es su raíz, y deba batallar con el ego?

R. Yo creo que si Derrida va un recital de poesía en cualquier Diputación de España fliparía con el desbordamiento, en este caso del ego. Claro, nos da lo humilde, nos da el humus, nos da la trashumancia, que es ese acto trans de tierra, de movimiento. Y luego nos da lo humano, y lo humano también viene del humus. Entonces, cabe pensar que el poeta es alguien que debe ser humilde, pero la persona humana también etimológicamente le pide su nombre, su nominalización, que acuda a ese lugar. Es muy complicado. A mí me encanta recordar una frase que le escribe Naomi Ginsberg a su hijo Allen cuando se suicida: "No te metas en drogas, cásate, pero sobre todo no te involucres en cosas ridículas". Esa tensión entre humildad y ego reside en las cosas ridículas, todo lo que es extradiegético de lo literario, todo el fetichismo de la mercantilización. Hay que saber muy bien diferenciar, sabiendo lo que es de un ámbito y lo que pertenece a otro. Y, una vez vista esta disquisición, no ser purista. El puritanismo no es una vía de postulado ético, porque tiene una condición de clase. Cabe estar bien orgulloso de pertenecer a la clase obrera, porque eso te ubica en un lugar de la historia y de las sociedades en el que yo siempre querría estar, que es el lugar de mi abuela siendo sastre o el de mi abuelo siendo carpintero.

P. ¿Qué importancia tiene la memoria, no ya en su obra, sino en su vida?

R. Es muy paradójico, porque cuando un escritor con muchas ventas y que sale en El Hormiguero hace una novela sobre el siglo XVI, nos parece que tiene sentido porque es ficción y lo entendemos. Cuando un joven habla de memoria histórica, surge esa pregunta de por qué hablar de esto si tú no lo has vivido. No hemos vivido ningún momento histórico más que el propio, claro, de forma empírica. Y, sin embargo, no nos pasa nada cuando la ficción acude a otros lugares o cuando la escritura se enmarca en otros momentos históricos. ¿Por qué es tan conflictivo hablar de algo que sucedió hace 80 años mientras que hablar de unos acontecimientos sucedidos hace ocho siglos no es más que una herramienta literaria? ¿Y por qué genera tanta crispación que lo haga un joven?

La memoria siempre ha estado en el discurso poético y, en mi caso, además, pasa por mi país, por mi tiempo y por grandísimas anomalías, como tener 114.226 desaparecidas en las 13 fosas comunes de este país

P. Yo se lo pregunto: ¿por qué?

R. Yo creo que es por una historiografía de base sociológica franquista, que es la que manda la relación actual que tenemos con la memoria en este país, que es aquella que piensa que Don Pelayo está mucho más cerca que Federica Montseny y la ley del aborto en 1937. Me interesa mucho el debate que se va al 34, al 36, que habla del 70, de la Transición. Me interesa incluso más el que fijamos nosotros en 2023 como personas que hemos nacido en una democracia y no tenemos que hablar desde las cocinas de nuestras casas, que esto ya no es un tema doméstico, nunca lo ha sido. Es un tema de país y es un tema mundial. Hablar del fascismo es hablar del conflicto global del siglo XX. Pero incluso ahora más tenemos que abordarla desde otra postura, y a mí la memoria me encanta pensarla desde 2023. Esa memoria al 2023, que hoy está en tensión, que hoy quita placas, quita calles y que censura leyes aprobadas por la soberanía popular, es la que más me mueve. Hay una relación entre la memoria y la poesía que no tiene que ver con un discurso de izquierdas o español. "Si alguien lo recordará" es el verso que tenemos de Safo. La memoria siempre ha estado en el discurso poético. Y en mi caso, además, pasa por mi país, por mi tiempo y por grandísimas anomalías, como tener 114.226 desaparecidas en las 13 fosas comunes de este país. No puede ser de otra forma.

P. ¿Sigue siendo del Atleti?

R. Soy del Atleti, supongo que también por memoria. Cuando era pequeño, me contaban a la vez dos historias sobre el abuelo: cómo se colaba a veces en el Metropolitano para ver los partidos del Atleti, y cómo en otras ocasiones le llevaban a Yeserías por pedir en la calle y le rapaban el pelo y le duchaban con agua fría. En ese momento de la infancia, hay una confusión muy hermosa que tengo y es la de no saber cuándo le detenían por colarse en el campo del Atleti y cuándo por pedir dinero. Entonces, hay una especie de conciencia de clase que me lleva a pensar que ambas cosas tienen mucho que ver. Luego, además, cuando yo tenía diez años, el Atleti empieza a ganar un poquito de cosas, pocas, una liga, la Copa del Rey, la Champions y, a la vez, estamos en medio de la marea verde y del 15-M. Yo cogía el Cercanías junto a mi madre y mis hermanas y no sabía muchas tardes si iba con la camiseta verde de la escuela pública o con la rojiblanca. Y ese momento de llegar a Neptuno y gritar “¡Esperanza Aguirre dimisión!” también me ha hecho asociar el Atleti con un posicionamiento político. Esto se me acaba cuando Felipe VI, jefe del Estado, es del Atlético Madrid. Pero sí, en mi casa ha tenido mucho que ver con una identidad más familiar que futbolera.

'Cerezas sobre la muerte'

Mario Obrero

La bella Varsovia 

48 páginas

10,90 euros