Opinión | DAME UNA NOCHE

Por allí viene Salinger

El autor de 'El guardián entre el centeno' no publicó durante décadas, pero tampoco estuvo cruzado de brazos 

J. D. Salinger, fotografiado por sorpresa poco antes de morir

J. D. Salinger, fotografiado por sorpresa poco antes de morir / EPE

J.D. Salinger (1919-2010) le dijo a su hijo Matt que publicase todo lo que había escrito en sus últimos cuarenta y cinco años, y que permanecía inédito. "Publica lo feo, lo bueno y lo malo", le pidió, según declaró el propio Matt hace unas semanas, al visitar España invitado por Alianza Editorial. "Sería una decepción si no consigo publicar los inéditos en dos o tres años", afirmó. Ya en 2019 había anunciado que trabajaba en la obra que había dejado a su muerte su padre. Pero, en realidad, sabíamos desde mucho antes que Salinger no se había cruzado de brazos desde 1965, fecha en que publicó su último relato en The New Yorker.

Entre la habitación en la que escribía y su dormitorio, en la granja de Cornish (New Hampshire), había una misteriosa caja fuerte. Una de las personas que la vio fue Joyce Maynard, con quien el autor de El guardián entre el centeno mantuvo en los setenta una relación cuando ella tenía 18 años y él 53. Los detalles de aquella convivencia de nueve meses aparecen recogidos en At home in the World, traducido al español como Mi verdad, libro en el que Joyce señala que en 1972 lo escuchaba "escribir a máquina todos los días". Escribía y no publicaba, y los textos desembocaban en la caja fuerte. Ella aseguro haber visto al menos dos gruesos manuscritos.

En una entrevista telefónica en The New York Times en 1974, Salinger dice que "hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico. Tranquilo. Publicar es una terrible invasión de mi vida privada. Me gusta escribir. Amo escribir. Pero escribo sólo para mí mismo y para mi propio placer". Uno de sus buenos amigos, el poeta Alastair Reid, reveló en The Sunday Herald que "hay más libros. Yo sé que existen. Me los ha enseñado. Me ha puesto un par de ellos delante de las narices".

David Shields y Shane Salerno, autores de Salinger, quizá la biografía más importante sobre él hasta la fecha, recogen también el testimonio de un exvecino llamado Jerry Burt, que en declaraciones a Associated Press contó que el escritor le había dicho "que tenía una pila de manuscritos en una caja fuerte". Tras nueve años de investigación, sus biógrafos sostivieron haber documentado y verificado con dos fuentes diferentes que entre el material depositado en la caja fuerte hay un libro titulado The Family Glass, que recopila los relatos existentes sobre esa saga, y añade cinco nuevos; un manual de vedanta; una novela de amor con la II Guerra Mundial de fondo y basada en la relación de Salinger con su primera mujer, Sylvia Welter; otra novela más corta, en forma de diario escrito por un agente del contraespionaje que culmina en el Holocausto. A esto aún habría que sumar un relato de doce páginas que Salinger escribió en 1942 y cuya versión original están en la Universidad de Princeton, y es uno de los primeros relatos de Holden Caulfield.

Las altísimas expectativas por leer algo nuevo de Salinger vienen de muy atrás. Una noche de 1977, el editor de narrativa de la revisa Esquire, Gordon Lish, se emborrachó y escribió Para Rupert, sin remordimientos, un relato cuyo título se inspiraba en Para Esmé, con amor y sordidez, una de las piezas que componen Nueve cuentos. En la revista lo publicaron como «Anónimo» y muchos lectores creyeron que detrás se encontraba el verdadero Salinger.

La revista se agotó y aquel número fue uno de los más vendidos en la historia de Esquire. Causó gran revuelo, y todos los medios continuamente hacían referencia al regreso de Salinger… hasta que Lish, por error, reveló a la agente Dorothy Olding que el autor del relato en realidad era él, y se montó la mundial. "Lo que yo pensaba", le manifestaría Lish a Salermo y Shields, "era que, si Salinger no iba a escribir más relatos, alguien tenía que escribirlos por él".