CRÍTICA

'El hombre de la guerra', de Ramiro Pinilla: casa tomada

En esta novela, ahora recuperada y que fue escrita entre 1972 y 1974, el escritor vasco evoca el deseo de un tiempo perdido y el flechazo doloroso del instante épico del dolor

El escritor vasco Ramiro Pinilla, en su caserío de Getxo

El escritor vasco Ramiro Pinilla, en su caserío de Getxo / Vincent West

Ricardo Baixeras

El descubrimiento de Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923-Getxo, 2014) a partir de la publicación gracias a Tusquets de la descomunal trilogía Verdes valles, colinas rojas (2004-2005), con la que obtuvo el premio Euskadi de Literatura en castellano en 2004, el de la Crítica en 2005 y el Nacional de Narrativa en 2006, no debería hacernos olvidar que este éxito tardío pertenece a un escritor solitario que supo construirse a sí mismo a través de una conciencia clara y distinta.

Según se hace saber al lector en una nota final de María Bengoa Lapatza-Gortazar, El hombre de la guerra es una novela recuperada del "gallinero" de la casa de Pinilla, no por azar bautizada por él mismo con el nombre de Walden y que, con toda probabilidad, fue escrita entre 1972 y 1974.

En el centenario de su nacimiento tiene el lector entonces la oportunidad de volver sobre los pasos de un autor que ha sido capaz de forjar una prosa dotada como pocas para dibujar sin alharacas una mitología de caracteres inquebrantables y de tomar el pulso nuevamente a una tenaz conciencia social que quiso, al margen de todo lo que no fuera el propio deseo, erigir una obra alejada de gestos grandilocuentes.

Pinilla despliega con tiento y tino una trama silenciosamente policiaca para relatar la vuelta a Getxo de Urko Pínaga desde Inglaterra, un personaje que acabará "viendo cómo el pasado se reconstruía según sus sospechas" y que regresa urgido por una misteriosa carta de su tía Flora: "Querido sobrino: Te necesito urgentemente. No dejes de regresar a Mallatu esta misma semana. No escribas, no indagues, y ven. No pienses en mí sólo como en una tía inservible, porque además soy una mujer aterrorizada. Nunca te he pedido un favor y nunca más te lo volveré a pedir. No dejes que pase esta semana sin venir. Ven. VEN".

Memoria perdida

Difícil hablar de este libro sin desvelar una trama que acaba convirtiendo la casa de Mallatu en un espacio asfixiante auspiciado por la memoria perdida en la noche de los tiempos y que nadie parece querer desenterrar. Pinilla extiende con su firme sabiduría gramatical un relato que horada la historia secreta que envuelve a la casa y a sus habitantes, acuciados todos ellos por la historia de un pasado inquietante y por un progreso que los amenaza. La tía Flora buscaba librar a la casa, reducto de una historia de amor antiguo, "de toda profanación" para que siga viva la presencia de lo que allí ocurrió. 

Pinilla despliega con tiento y tino una trama silenciosamente policiaca

Y lo que allí ocurrió es que la deriva espiritual de los personajes que habitan el silencio de esa casa tomada está ligada a la "guerra [que] sigue" porque la guerra es siempre interminable, porque las guerras en realidad nunca terminan y porque aquí, en Getxo, los habitantes están atravesados por "lo que nos hizo la guerra". Urko no ceja en su empeño de querer saber lo que ocurrió pero sospecha "que sus novelas policiacas le habían arruinado el sentido de la realidad" y que la "reciedumbre de los hechos arrasaba los convencionalismos de la ficción".

Reconforta cómo Pinilla evoca en esta novela el deseo de un tiempo perdido y el flechazo doloroso del instante épico del dolor desde el eje vertebrador del espacio de Mallatu en el que brillan, como siempre, unos personajes femeninos que, de algún modo, intentan redimirse.

'El hombre de la guerra'

Ramiro Pinilla

Tusquets 

296 páginas

19 euros