OPINIÓN

El lenguaje 'Ibañesco'

Ciertas palabras y expresiones concedieron un sello muy particular a la obra del creador de 'Mortadelo y Filemón'

Una viñeta de uno de los tebeos de 'Mortadelo y Filemón', de Francisco Ibáñez

Una viñeta de uno de los tebeos de 'Mortadelo y Filemón', de Francisco Ibáñez / EPE

Antoni Guiral

“¡Rayos! ¡No sea usted zascandil, corcho, ni me mire con esa cara de besugo que yo a los cabestros que hacen mofa y befa de los hotentotes les doy en todo el colodrillo, gamberro burricalvo!”. Podría ser, perfectamente, un diálogo de la serie Mortadelo y Filemón del gran Francisco Ibáñez. Y es que una de las cosas que más y mejor ha definido a los agentes de la T.I.A. es, precisamente, el lenguaje.

Ibáñez heredó en 1958 algunas de las expresiones más habituales de la Escuela Bruguera (besugo, merluzo) para desarrollar un larguísimo compendio de términos, la mayoría de ellos procedentes del lenguaje popular, pero muchos otros de una forma de hablar pretérita que, sin embargo, Ibáñez mimó, recicló y actualizó. En Mortadelo y Filemón el lenguaje escrito es fundamental; Ibáñez sabía que forma parte intrínseca de la buena historieta de humor, y aparte de ser conciso, directo y ágil, acumuló palabras y expresiones que se hicieron habituales y que concedieron un sello muy particular a su obra.

Aunque entre ellos siempre se trataron con la respetable fórmula de usted desde el inicio de sus historietas (Filemón era “el jefe”, Mortadelo, “Mortadelo”), campaban a sus anchas los exabruptos tipo “beodo, energúmeno, casquivano, andoba o tarugo”. De hecho, Ibáñez rebuscaba en el diccionario para encontrar las palabras más divertidas para explicarnos, por ejemplo, qué era la T.I.A. (Técnicos en Investigación Aeroterráquea) o la agencia criminal la A.B.U.E.L.A. (Agentes Bélicos Ultramarinos Especialistas en Líos Aberrantes), o las insertaba en los títulos de sus aventuras: había un sulfato “atómico”, los cacharros podrían ser “majaretas”, las embajadas “chifladas”, las vacas “chaladas” o la prensa “cardiovascular”.

Sus historietas podían transcurrir en países reales, como todos los que aparecieron en los álbumes dedicados a los mundiales de fútbol o las Olimpiadas, pero también se inventó algunos, como Tirania (en El sulfato atómico) o Gatolandia, donde transcurría la primera entrega ambientada en unas Olimpiadas, aunque esta historieta se publicara inicialmente en 1972 como En la Olimpiada, y se reeditara con el título de Gatolandia 1976. Mucho aparecieron también ciudades, regiones o estados como la Conchinchina, Beluchistán, la Patagonia, Sebastopol o Pernambuco, reales en estos casos.

Políticamente incorrecto

Tampoco tenían desperdicio los títulos de los periódicos presentes durante la primera etapa de la serie, en los que se narraban las “heroicidades” de los protagonistas: La Monda, La Reoca, La Pera o La Trola. Como definitorios eran los nombres de los personajes que en un momento u otro asomaban en la serie. Entre los agentes de la T.I.A., estaban los reconocibles por sus apellidos Tarúguez, Toneládez, Bestiájez o Micróbiez, por no hablar del profesor Bacterio; entre los villanos, patronímicos tan definitorios como los de los miembros de la banda del “Chicharrón”: Wo-ti-jo “el Canijo” (oriental), Mike Ratatá “el Metralleta”, Orzuelo, “el Moro”, Blancanieves “el Mondongo” (africano), Anselmo “el Paquidermo”, Mac Mochuelo “el Sanguijuelo” o Joe Potopotopop “el Motocicleta”.

El humor de Ibáñez fue asumido por varias generaciones y edades sin problemas

Todo políticamente incorrecto, sí, así era el humor de Ibáñez, que sin embargo ha sido asumido por varias generaciones y edades sin problemas. Y es que sus diálogos siempre han sido escacharrantes, sus criaturas gaznápiras o casquivanas, con toques de lepidópteros o cabestros, llenos de futesas y escarnios, que a veces andan con zarandajas y que siempre están dispuestas a aparecer ipso facto.

Este es el lenguaje que identificará, para siempre, a los Mortadelo y Filemón de Ibáñez, que han parodiado todos los temas sociales, políticos, culturales, deportivos y económicos que se nos puedan ocurrir con una libertad casi sin límites, como sin querer faltar al respeto, pero con una rechifla evidente.

¡Rayos, le echaremos mucho en falta!

Antoni Guiral es editor, guionista y divulgador de tebeos. Su último libro es 'Zipi y Zape. Los gemelos más famosos del tebeo'.