CRÍTICA

Crítica de 'Corrientes subterráneas', de Kirsty Bell: en aguas oscuras

La memoria y sus cicatrices

Calabresi, dos velas en la noche

La autora propone dejarse llevar a través de un relato ‘flâneur’ que compagina vida personal, historia y literatura

La escritora Kirsty Bell, autora de 'Corrientes subterráneas'

La escritora Kirsty Bell, autora de 'Corrientes subterráneas' / EPE

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Kirsty Bell (1971), escritora y crítica de arte británico-estadounidense, dejó Nueva York en 2001 para vivir con su novio alemán, más tarde esposo, en Berlín. Fue después de la caída del comunismo y de la unificación. Bell escribe que se sintió algo postergada, digamos fuera de onda: artistas, escritores, cineastas y actores habían llegado antes que ella para formar parte del renacimiento alemán.

Amaba la ciudad pero, después de una década de matrimonio y dos hijos, su mundo cambió cuando la relación se derrumbó, casi sin que ella percibiera señales del declive. Al permanecer en Berlín con la custodia compartida, decidió encontrar tiempo por su cuenta para familiarizarse, de una manera idiosincrásica, con la metrópoli. 

Corrientes subterráneas, que ahora publica Errata Naturae, es el espléndido resultado de esa familiaridad urbana: una narración impulsada por la curiosidad y la serendipia, muy en la órbita del flâneur Walter Benjamin, en cierto modo el santo al que parece encomendarse Bell durante la narración.

Precisamente de observar y explorar extrae Benjamin en Infancia berlinesa hacia mil novecientos (Periférica, 2021) una especie de sentimiento topográfico de la infancia, mientras que le basta tirar del pomo de una cómoda de su casa para adentrarse en una aventura desconocida entre las camisas, camisetas y batas que allí se guardan. Son prácticamente los mismos territorios que mucho tiempo después surca la autora de Corrientes subterráneas

El libro de Bell es una excursión especulativa de alguien que celebra una búsqueda del lugar, del tiempo y de ella misma. Para explicarlo escribe que hay cosas que se pueden ver y otras que solo se pueden sentir como si un susurro cruzara la mente. El viaje al que nos lleva es subjetivo, impresionista: trata más de cosas absorbidas que de historia aclarada. El agua interviene de forma alegórica: Bell se muda a un apartamento a orillas del Canal Landwehr, cuya belleza se vuelve peligrosa en el momento de las inundaciones.

Estoicismo

Ella acepta esa dualidad con un estoicismo lacónico: la naturaleza es más grande que nosotros y nunca susceptible a nuestros deseos. Cuando su esposo la deja, comienza a ver sus luchas simbolizadas en la infraestructura y la historia del edificio en el que vive, y en la ciudad embrujada que observa a través de la ventana del apartamento. Por medio de la lectura y de la exploración de las calles, nos conduce a un apasionante recorrido por la historia reciente de Berlín, desde los inicios del siglo XX, pasando por los años de la guerra y sus secuelas, hasta la caída del Muro.

Las coincidencias existen, Rosa Luxemburgo, la líder comunista asesinada en 1919 durante el llamado Terror Blanco por los Freikorps, es un cadáver que sacan del Landwehr, el mismo canal que Bell mira desde la ventana de su cocina. No deja de ser consciente en ningún momento de los potenciales peligros de compaginar la historia personal con la de un lugar tan tenso y sometido a los cambios que impiden reconocerlo. Se pregunta qué puede hacer con hechos así en comparación con los pequeños descarrilamientos de su vida.

Formando parte de la bibliografía de este libro no solo figuran Benjamin, Franz Hessel, Gabriele Tergit y el propio Rainer Werner Fassbinder, entre tantos otros más, los recursos literarios en torno a Berlín y quienes crearon sobre ella jamás se agotan. Una tarde de diciembre, durante sus paseos, Bell se detiene a tomar un café y cae en sus manos el Berliner Zeitung con un artículo que conmemora el bicentenario del nacimiento del autor berlinés del siglo XIX Theodor Fontane (1819-1898).

Presente eterno

El título del artículo la invita a dejarse llevar. Lee que la forma de pensar y escribir de Fontane no sigue un impulso hacia la concreción; él creía mucho más en los estados de ánimo y las coincidencias que en la necesidad de mostrarse exhaustivo o riguroso con la historia. Bell tampoco busca una explicación ordenada, sino simples evocaciones del lugar donde se halla. Por ello abraza una especie de presente eterno.

Además de superar las barreras entre el pasado y el presente, las rompe también en cuanto a las formas; consigue un híbrido de memoria, historia y exploración literaria. De esa heterodoxia nace el mayor mérito del libro. ¿Dejarse llevar? La solución para cualquiera que intente entender una ciudad tan compleja puede que sea esa. Las oscuras aguas berlinesas no siempre arrastrarán a uno a los lugares más hermosos o emocionantes. Pero sí, sin ninguna vacilación, hacia algo interesante. Despojada de cualquier otra pretensión, es lo que propone Bell con Corrientes subterráneas.

'Corrientes subterráneas'

Kirsty Bell

Traducción de Elena Pérez San Miguel

Errata Naturae

328 páginas

22 euros