SEQUÍA

Virginia Mendoza, autora de 'La sed': "Las sequías cada vez van a ser más frecuentes, más graves, más prolongadas pero se ve cierta parálisis"

La antropóloga y periodista reflexiona en su libro sobre lo que provoca la ausencia de agua y su relación con el ser humano desde que se considera como tal

Virginia Mendoza, antropóloga, periodista y escritora, autora de 'La sed' (editorial Debate, 2024)

Virginia Mendoza, antropóloga, periodista y escritora, autora de 'La sed' (editorial Debate, 2024) / cedida

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Se dice que sin agua la vida no existe, pero es la sequía, o la ausencia de agua, el motor de los grandes cambios de la Humanidad. Es la tesis que sostiene la periodista y antropóloga Virginia Mendoza (Valdepeñas, 1987) en su más reciente libro, La sed, publicado recientemente por la editorial Debate. Mendoza ha investigado el desarrollo de la especie humana, y su relación con el agua y su ausencia, a la vez que cuenta la propia historia de su familia, enraizada en una de las zonas más secas de España, La Mancha. Desde la organización social, la cultura e incluso la gastronomía (¿por qué se come cerdo, si es un animal que compite con los humanos por el agua? ¿Por qué los cultivos principales son la cereal, la vid y el olivo? ¿Qué cambios se produjeron en los periodos de grandes sequías?), desde Altamira hasta el Quijote, pasando por un amplísimo abanico de referencias, Mendoza reflexiona en su libro sobre lo que provoca la ausencia de agua y su relación con el ser humano desde que se considera como tal. Mendoza, que dice que el origen de este interés en la ausencia del agua parte de su anterior libro, Detendrán mi río (Libros del KO, 2021), sobre una mujer que se ve obligada a abandonar su hogar porque se ve inundado por la construcción de una presa, atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA desde Teruel, otra zona en la que el agua escasea, donde vive en la actualidad.

-Pregunta: Usted es antropóloga y cuenta en La sed cómo el miedo a sufrir una sequía y una inundación son ideas muy arraigada en algunas culturas, ¿por qué cree que ocurre?

Es algo bastante universal, porque lo he encontrado en tantos lugares que diría que es algo que ocurre en todas partes. Por un lado hay miedo a la sequía y por otro a la inundación, hasta el punto de que muchas culturas parten de esta base en sus mitos fundacionales. Creo que los más conocidos son los que tienen que ver con esa inundación primigenia, pero hay otros muchos que que parten de de una sequía. Tiene sentido que estos dos miedos se den en los mismos lugares, porque por ejemplo, en un desierto,un lugar en el que a pesar de que llueve poco, cuando llueve, si no hay árboles y la tierra está excesivamente seca, pues es fácil también que se dé una una inundación de manera mucho más rápida. Por eso, por paradójico que resulte, hay personas que viven en el desierto y que sienten un tipo de fobia que no sé si tiene nombre, pero es una fobia a una posible inundación.

-P: En España el cambio climático arroja una fuerte amenaza de desertización. ¿No le parece que vivimos de espaldas a esa realidad, como si fuese algo que no va a ocurrir, después de todos los ejemplos históricos similares que explica en su libro?

Totalmente. Más allá del negacionismo climático, sí que hay como un olvido muy extendido, se pierde de vista rápido que nos están diciendo que la Península Ibérica es un lugar en que el más mayor riesgo de desertización se encuentra ahora mismo en Europa. Concretamente esa Iberia seca que abarca la mayor parte de la península. Y nos están diciendo que con el cambio climático, las sequías cada vez van a ser más frecuentes, más graves, más prolongadas. Y sin embargo, se ve como cierta parálisis. Y también olvido, porque en esa España seca venimos ya de vivir sequías cíclicas y tendría que ser aterrador que te digan que todavía va a ser peor. También lo es que aún así haya personas que derrochan el agua, que la maltratan, que la contaminan.

-P: Es un poco aterrador leer en su libro todos esos episodios históricos de sequías y todo lo que han provocado: desplazamientos masivos, extinciones, revueltas e incluso guerras por la escasez de alimentos que en realidad habían estado precedidas de la escasez de agua... ¿La historia nos da una pauta de lo que va a ocurrir?

Es un lugar al que acudir para ver cómo se gestionó en otros momentos. Por eso, en parte, también quería resaltar la importancia de episodios históricos en los que ni siquiera se menciona esa escasez de agua. Porque, por ejemplo, en los motines del hambre todo el mundo los llamaba motines del hambre, motines del pan, motines de subsistencia. Pero el precedente de muchos de ellos había sido una sequía de tres o incluso cuatro años. La situación ya era límite. Pero claro, también insisto en que eran momentos en los que no solamente había sequía. La gente empezó a descubrir que había personas que estaban acaparando ese grano. No fue sólo la sequía lo que les hizo levantarse: fue la sequía, el hambre de sus hijos y la avaricia de unos pocos.

-P: Uno de los lugares que menciona en su libro es Las Tablas de Daimiel, un espacio que está prácticamente seco. ¿Es un espejo en el que mirarse?

Mira, de hecho, en Daimiel, sin ir muy lejos de las tablas, que la verdad que es bastante doloroso lo que ha ocurrido, tienes la Motilla del Azuer, que está considerado el pozo más antiguo de la Península. Lo han encontrado en la misma loma en la que estaba la huerta y los olivos de mi familia. Esa cultura surgió en torno al agua en un momento de sequía extrema de siglos, y últimamente estamos conociendo estudios que están llegando a la conclusión de que varias civilizaciones más o menos en ese mismo tiempo colapsaron en plena sequía, no solo por la sequía, sino por esos otros factores que he comentado de abuso de poder, la mala gestión de los recursos, etc. Bueno, pues esta cultura consiguió salir adelante extrayendo agua subterránea mientras las otras culturas caían. Sin embargo, hoy tú vas a la Motilla del Azuer y no ves agua en ese pozo. Yo no sé si realmente ha habido algo que me ha impresionado tanto en relación con la sed y lo que estamos viviendo, como esto. Me parece muy alarmante pensar que hace 4300 años nuestros antepasados consiguieron salir adelante, gracias a esa agua subterránea y ahora nos estemos quedando sin ella. Y hace 4.000 años la sequía fue de siglos, fue muy devastadora. Claro que es bastante aterrador cuando pensamos que ya no tiene nada de agua.

-P: En el libro ofrece muchísimos datos sobre la prehistoria. ¿Qué ha sido lo más revelador del proceso de investigación?

Pues diría que lo que más me ha llegado ha sido, por un lado, poder profundizar en el arte rupestre, en todas esas eh hipótesis que hay alrededor de su posible significado y sobre todo dar con una que lo conecta con las estrellas. Yo ya quería hablar de nuestra relación con las estrellas en cuanto a la necesidad de lluvia, porque hay tantas culturas que que tradicionalmente han asociado la aparición y desaparición de de de la constelación de Tauro y luego concretamente con los cúmulos de estrellas de las ciudades, las Pléyades y cómo eso les daba una información sobre la llegada de la temporada de lluvias. Me pareció curioso ver que hay científicos que tienen una nueva hipótesis. Según esto, las pinturas rupesters posiblemente eran una especie de de mapas estelares que no es que hablen expresamente de la lluvia, pero que podría dar información para cuestiones como los momentos de mayor fertilidad de los animales de los que te alimentas. Me parecía interesante poder ir más allá de lo que siempre hemos oído profundizar sobre cómo estamos conectados con personas que vivieron en tiempos remotos y con los que parece que no tenemos nada que ver.

-P: La literatura está muy presente, con menciones al Quijote y a otras obras...

Sí, alguien que está muy presente es John Steinbeck. Su libro Las uvas de la ira antes de ser novela y antes de ser película fue una historia real de desplazados por la sequía. Steinbeck se basó en personas que él mismo había conocido y que había entrevistado para escribir la serie de reportajes Los vagabundos de la cosecha, publicados en 1936 en The San Francisco News. Es una historia de las que más me han atrapado siempre. De hecho, desde hace mucho tiempo la película ha sido una de mis favoritas.

-P: ¿Ha cambiado la escritura de este libro su comportamiento en relación al agua en algún sentido?

Pues diría que no, pero lo que sí es cierto es que ahora me molesta mucho más que se banalicen las conversaciones sobre el tiempo, esta idea de que es una conversación de ascensor para sobrevivir a la incomodidad de estar con un desconocido, por ejemplo. Yo me he criado en un contexto en el que el tiempo era importante para bien o para mal, porque si no llovía, evidentemente era malo, pero mis padres trabajaban en mercadillos de pueblos de La Mancha y de Andalucía y llover muchas veces significaba perder el día, porque la gente no iba a comprar si llovía. La vida de muchas personas depende directamente de la lluvia, no es un tema banal.