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Realismo mágico

Cataluña ha votado dejar de ser una Macondo mediterránea 

Operarios recogen el material de campaña en la sede electoral de Puigdemont en el sur de Francia

Operarios recogen el material de campaña en la sede electoral de Puigdemont en el sur de Francia / David Borrat / EFE

Gabriel García Márquez llevó el realismo mágico a la cumbre de la literatura, convirtiendo lo extraño o irreal en algo común y cotidiano. Gabo vivió en Barcelona entre 1967 y 1975, pero su huella es muy profunda en una parte de la clase política catalana. El procés fue, en gran parte, la trasposición a la vida política de las andanzas de José Arcadio Buendía en Cien años de soledad, convertida Cataluña en una Macondo mediterránea. La “leyes de desconexión”, las “estructuras de Estado”, la declaración de independencia… el castillo de naipes ficticio que habían levantado mano a mano Carles Puigdemont y Oriol Junqueras no aguantó el envite de la ley.

Que el expresident de la Generalitat haya pasado los últimos siete años fugado en Bélgica no le ha ayudado precisamente a tomar conciencia de la nueva realidad política catalana. Muy diferente a cuando él se marchó. Sólo así se entiende sus intervenciones del domingo por la noche y de este lunes. No existe en Cataluña la posibilidad de conformar un “gobierno sólido de obediencia netamente catalana”, por utilizar sus propias palabras. El realismo mágico ha pasado a la historia y en el Parlament no hay una mayoría nacionalista por primera vez desde las elecciones de 1980, ni el PSC puede ni plantearse medio minuto dejarle gobernar. 

La capacidad de autoengaño del independentismo ha tenido pocos límites estos años, pero el análisis de Puigdemont tras el 12M no puede ser más erróneo: los catalanes han votado para cambiar el paso tras 12 años de ensimismamiento nacionalista y una parte de los propios secesionistas ha dado la espalda a sus líderes.

Quien así lo ha entendido y ha sido coherente tras el mal resultado obtenido es el todavía presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que este lunes ha anunciado que dará un paso a un lado. Aragonès intentó hacer un quiebro a Junqueras y Marta Rovira, líderes de ERC, para asegurarse repetir como cabeza de lista y adelantó las elecciones catalanas. Ahora sabemos que fue una decisión temeraria para los intereses de su partido. Confirmado el batacazo, marcharse era la decisión coherente.

Las dos principales formaciones independentistas, Junts y ERC, pueden tener la tentación de forzar una repetición electoral. En el primer caso, para aplazar la jubilación política de Puigdemont; en el segundo, para probar con Junqueras como candidato, como quería algún sector de los republicanos. Volveríamos al realismo mágico que les ha guiado estos años, porque con una participación de apenas el 58%, los catalanes les dijeron este domingo a sus políticos que el hastío es muy superior a la ilusión por ir a votar. 

Recuerden, los electores nunca votan mal y a los políticos corresponde gestionar el resultado que emana de las urnas.

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