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Entre el cambio deseado y el riesgo de bloqueo

Querían un cambio de Gobierno y han votado en consecuencia. La pregunta que está ahora encima de la mesa es qué pasaría si Esquerra decidiera bloquear la investidura de Illa

El candidato del PSC, Salvador Illa, celebrando la victoria electoral.

El candidato del PSC, Salvador Illa, celebrando la victoria electoral. / Manu Mitru

Querían un cambio de Gobierno y han votado en consecuencia. La amplia mayoría de los catalanes manifestaba en las encuestas previas a los comicios del pasado 12 de mayo que tras las elecciones deberían ser otros quienes se ocuparan de la dirección de Cataluña. Concretamente, los datos señalaban al candidato del PSC, Salvador Illa, como la opción preferida por un mayor número de ciudadanos para ocupar el cargo de President de la Generalitat. Los deseos se han cumplido, aunque de momento solo a medias. En efecto, los resultados han dejado claro que los catalanes han evaluado al anterior Gobierno de ERC con un sonoro suspenso. El President, Pere Aragonés, centró gran parte de su campaña electoral defendiendo una gestión que la mayoría de los ciudadanos (incluyendo a un parte sustancial de su electorado) la consideraban mala. Los resultados obtenidos por Esquerra hacen imposible, numérica y políticamente, que la formación republicana pueda repetir en el Gobierno. Desde luego, no Aragonés, que tras la debacle electoral de su partido, ha decidido no tomar posesión de su acta de diputado en el Parlament y abandonar la primera línea política. El análisis de costes y beneficios del adelanto electoral no ha sido el adecuado y quien decidió anticipar las elecciones ha acabado siendo, paradójicamente, el mayor damnificado. En todo caso, primer deseo de la ciudadanía, cumplido: habrá cambio de Gobierno.

El PSC, por su parte, ha obtenido un resultado histórico como ya apuntaban las encuestas: por primera vez desde que se celebran elecciones autonómicas ha sido la primera fuerza política en número de votos y escaños en el conjunto de Cataluña. Pero, con todo, los datos son insuficientes para poder proclamarse vencedor de las elecciones. Gana el que gobierna y, de momento, no se sabe quién lo hará. Todos los datos demoscópicos indican que la sociedad catalana ha virado y quiere un cambio que hoy por hoy lo representa Illa en mayor medida que cualquier otro candidato. Pero, de momento, ninguna opción se puede descartar.

Carles Puigdemont ya ha anunciado su intención de presentarse a la investidura sabiendo que cuenta con pocas opciones, pero con la intención de meter presión a una debilitada Esquerra: no tanto para que apoye su candidatura como para que no facilite la elección de Illa. Sin duda, lo que busca el líder de Junts es ganar tiempo y forzar una repetición electoral en la que aspiraría a atraer a todo el voto independentista posible para situarse como primera fuerza política. Una alternativa complicada, pero la única opción que le queda a quien anunció que se retiraría de la política activa si no lograba nuevamente la presidencia de la Generalitat.

La pregunta que está ahora encima de la mesa es qué pasaría si Esquerra decidiera bloquear la investidura de Illa. En este caso, ¿deberían los diputados del PP y Vox facilitar el camino a la presidencia del candidato socialista para evitar unas nuevas elecciones? Para contestar a esta pregunta, empecemos señalando qué opinan sus votantes. Según un estudio preelectoral de Ipsos, de las opciones de Gobierno que se anticipaban como más posibles y viables antes de los comicios, los catalanes se decantaban, en primer lugar, por la de un gobierno en solitario del partido que quedara en primera posición en las elecciones. Esta opinión la compartía el 40% de los votantes del PP y un tercio de los de Vox. Es decir, existiría cierta predisposición de una parte del electorado de la derecha españolista en Cataluña para apoyar una hipotética investidura de Illa. Pero sabemos que para que esto fuera posible y para que estos porcentajes fueran más elevados, sería necesario la implicación directa de los líderes políticos de estos dos partidos.

Y tanto Núñez Feijóo como Abascal ya han rechazado esta posibilidad. Es probable que en los próximos días resuenen los ecos del ofrecimiento que el líder de los populares le hizo al presidente del Gobierno durante el debate previo a las elecciones generales de 2023 para firmar un documento que permitiera investir a la lista más votada. Fue un mantra del PP durante aquella campaña que ahora les puede rebotar. Lo cierto es que la situación ahora es diferente porque el PP no tiene ninguna posibilidad de Gobernar en Cataluña. La decisión de investir a Illa tendría como principal finalidad, por tanto, evitar una repetición electoral.

Y esto es importante si se tiene en cuenta que volver a las urnas es considerada una mala opción para la mayoría de los catalanes que han mostrado cierto agotamiento electoral como ha quedado patente con la baja participación registrada el pasado domingo. Pero, sin duda, para adoptar una decisión política de este calibre que implica convencer no solo a los votantes, sino también a parte de la dirigencia del partido, se necesita fortaleza y requiere liderazgo. Internamente, esto es, dentro del partido, pero también de cara a los ciudadanos. Y según los últimos datos (Barómetro de Mayo del CIS) Feijóo no atraviesa su mejor momento de imagen. Su puntuación media entre el conjunto de los españoles (4.0) es la peor del último año; solo el 22% dice confiar mucho o bastante en él (su peor dato de toda la serie histórica desde que accedió a la presidencia del PP) y solo el 13% dice preferirle en estos momentos como presidente del Gobierno (también su peor dato de los dos últimos años). A esto hay que añadir que en poco más de una semana comienza la campaña electoral de las elecciones al Parlamento Europeo que se celebran el próximo 9 de junio: periodos en los que los líderes políticos asumen pocos riesgos.

Por cierto, las negociaciones entre los partidos para elegir la composición de la Mesa y la presidencia del Parlament, que será quien decida qué candidato se someterá primero a la investidura, se van a llevar a cabo durante la campaña electoral a las europeas y los partidos tienen como máximo hasta el 10 de junio (el día después de esos comicios) para elegirlos. Así que, hasta entonces, todo está en el aire.