Opinión | EL CUERPO EN GUERRA
Cancerland
El cáncer, como el dolor, arrasan con todo cuando tocan
Hay personas que son lugares. Paul Auster nos devolvía a Brooklyn una y otra vez. Allí falleció esta semana arropado por su familia. ¿Dónde descansar mejor que en el que uno ha elegido como su lugar en el mundo? Sin embargo, en los últimos tiempos Brooklyn se desdibujó: él y Siri Hustvedt, su compañera de vida y escritura, aterrizaron inexorablemente en Cancerland.
De hecho, fue ella quien nos mantenía al tanto de su estado con sus publicaciones en redes sociales. Frente a otros personajes públicos que deciden mantenerse en silencio o anunciar su enfermedad a través de un comunicado, ellos tomaron partido y eligieron contarlo para así contribuir a visibilizar y humanizar una enfermedad que nos arrebata cada año a 10 millones de personas en todo el mundo (1 de cada 6 muertes se deben a esta imperiosa C). Así, Siri escribía en marzo de 2023: «Llevo desconectada de Instagram por un tiempo. Es debido a que a mi marido se le diagnosticó cáncer en diciembre después de varios meses enfermo. (...) He estado viviendo en un lugar que he llegado a llamar Cancerland. Mucha gente ha cruzado sus fronteras, ya sea porque ellos lo hayan sufrido o porque amen a alguien (...) que tiene o ha tenido cáncer.» Ahí tenemos su primera mención a este no lugar: Cancerland. Y añadía que transitar este territorio es «el verdadero trabajo de amar».
El cáncer, como el dolor, arrasan con todo cuando tocan -tengo experiencia con ambos-. Son terrenos áridos y, a su vez, pantanosos donde es fundamental la compañía (o el ejército) que los transita contigo. Hasta ahora, he conocido que adopten tu «vocabulario» para denominar estas galaxias. Pero Siri fue más allá: fue ella, la no enferma, quien acuñó el término «Cancerland» para referirse a este no lugar que atravesaban juntos.
Hasta ahora, pensaba que lo máximo a lo que se podía aspirar en una unión era a cambiar tu caligrafía por la influencia de la otra persona o a que el trabajo de ambos se uniera en una simbiosis en la que hubiera un crecimiento vital y creativo, como Tess Gallagher y Raymond Carver. Ahora advierto que se puede ir más allá y construir algo más genuino: dejar que el otro narre tu propia historia a través de sus ojos y que estos te devuelvan la verdad. Desnudarte y entregarte al otro tal cual, enfermo, indefenso, para que, ya que tus fuerzas fallan, sea la otra persona quien narre la nueva realidad común. Común. A lo mejor para llegar ahí se necesita acumular 43 años juntos, como Siri y Paul, de vida y escritura compartida. O quizás sean algo genuino.
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