Opinión | ÁGORA

La necesidad de los ‘ochoeme’

La dimensión inclusiva de la democracia, que ofrece la promesa de oír todas las voces, ha colapsado ante el ruido

Miles de mujeres se manifiestan durante el 8M en Madrid

Miles de mujeres se manifiestan durante el 8M en Madrid / DAVID CASTRO

El grado de asociacionismo en España es muy bajo. Lo atestiguan todas las encuestas que se han publicado al respecto en las últimas décadas. Esta carencia no es nueva, y, de hecho, ha ido aumentando al tiempo que se desarrollaba la democracia en nuestro país. Según datos del estudio del CIS Tendencias de asociacionismo en España (publicado este pasado mes de enero), solo el 22% dice pertenecer a alguna asociación en la actualidad. El 15% lo hizo en el pasado, pero ya no. Las asociaciones que cuentan con mayor atractivo son las de carácter cultural y las asociaciones políticas (entre las que cabe incluir a los propios partidos políticos). La pertenencia a alguna asociación feminista es inferior al 1% entre el conjunto de la población.

No obstante, y a pesar de esta baja afiliación asociativa, la mayoría de los españoles destaca la importancia del asociacionismo para cambiar la realidad actual, alejada está todavía del ideal de igualdad. Así, por ejemplo, el 62% cree que formar parte de una organización feminista es muy o bastante útil para promover la igualdad de género en la sociedad española. Una opinión que está prácticamente igual de extendida entre los hombres (61%) que entre las mujeres (63%). Y un porcentaje similar (61%) piensa que asociarse a una organización feminista es útil para lograr que las administraciones públicas sean más activas en la eliminación de la discriminación entre hombres y mujeres.

Según esta misma encuesta del CIS, el 45% de los españoles considera que las organizaciones feministas tienen actualmente mucha o bastante influencia en las decisiones políticas que se adoptan en España. De las 13 organizaciones o asociaciones por las que se pregunta en el sondeo, las feministas ocupan la cuarta posición de este ránking de influyentes, solo por detrás de los partidos políticos (71%), las organizaciones empresariales (61%) y los sindicatos (49%). Ahora bien, de todas estas organizaciones, las dos que según los españoles tendrán mayor capacidad de influencia dentro de cinco años en comparación con la que tienen actualmente son las ecologistas (51%) y las feministas (45%). Estos datos podrían entenderse como una creciente conciencia de la importancia y relevancia de estas dos cuestiones en la sociedad española. Sin embargo, esto también podría interpretarse como una señal de advertencia de que, en el futuro, la lucha y defensa de los derechos medioambientales y de las mujeres necesitará ser más intensa, debido a un posible retroceso en estas áreas.

En este sentido, no llegan buenas noticias ni de Europa ni de Estados Unidos. En el primer caso, la mayoría de las encuestas publicadas de cara a las próximas elecciones al Parlamento Europeo de junio anticipan un aumento de las opciones populistas de derecha. En el segundo caso, la aplastante victoria de Donald Trump en las primarias republicanas del Supermartes celebrado hace dos días augura una reedición del duelo Biden-Trump de cara a las presidenciales de final de año, con claras opciones para la reelección del republicano cuatro años después de su convulsa salida de la Casa Blanca. Sin duda, este auge a nivel mundial de los movimientos populistas de derecha, que, recordemos, se caracterizan por una retórica que niega la ciencia del cambio climático y minimiza la importancia de la igualdad de género, representa un desafío significativo para las organizaciones y los objetivos medioambientales y feministas. Están en juego los avances realizados en estos campos, que, claro está, no son permanentes ni inmutables: requieren constante vigilancia y defensa. Son tan difíciles de conseguir como fáciles de perder.

En este sentido, los datos de la encuesta llevada a cabo por Ipsos en más de 30 países de todo el planeta con motivo del Día Internacional de las Mujeres avisan de estos riesgos. La principal bandera roja se observa entre los jóvenes y, más específicamente, los hombres jóvenes. Estos son mucho más conservadores en lo que respecta a los problemas de igualdad que las mujeres y que otros hombres de otras edades. En concreto, existe una diferencia de 20 puntos porcentuales entre los hombres y las mujeres de la Generación Z en lo que respecta a la afirmación de que hemos llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que estamos discriminando a los hombres. Una brecha que también se observa de manera similar en el caso de los jóvenes españoles.

Otros datos del sondeo ponen de manifiesto que las posiciones reaccionarias también discurren con facilidad entre la juventud, por ejemplo, en la concepción de la masculinidad como incompatible con las tareas domésticas. Tanto la Generación Z como la generación de los Millennials tienen más probabilidades que las generaciones mayores de pensar que un hombre que se queda en casa para cuidar a sus hijos es menos hombre, y que, cuando se trata de dar a las mujeres derechos iguales a los de los hombres, las cosas ya han ido lo suficientemente lejos.

Por esto, entre otras cuestiones, las manifestaciones del 8M siguen siendo muy necesarias. Son un recordatorio vital de que la lucha por la igualdad de género está lejos de haber terminado y que todos debemos hacer nuestra parte para defenderla y promoverla. Sirven como un llamado a la acción para mantener la guardia alta y evitar cualquier retroceso en los avances logrados en este campo. A pesar de los progresos significativos realizados, la igualdad de género es un terreno que se ha ganado a pulso y que siempre está en riesgo de ser socavado. Nos vemos mañana.