Opinión | LIMÓN & VINAGRE

José Luis Ábalos, sin derecho a resurrección

La carrera política de Ábalos responde en parte a ciertas tradiciones del PSOE y en parte a la transformación del escosistema socialista bajo el liderazgo milagroso del secretario general

El diputado socialista y ex ministro de Transportes, José Luis Ábalos.

El diputado socialista y ex ministro de Transportes, José Luis Ábalos. / EPE

Una de las técnicas gestuales más trabajadas de José Luis Ábalos es esa supuesta tranquilidad y dominio de sí mismo de la que hace gala cuando aparece un micrófono o una cámara de televisión. Lo consigue -o cree conseguirlo - bajando ligeramente la voz y lentificando su discurso. A veces incluso arrastra un poquitín las palabras. Quiere transmitir una serena firmeza, pero muy a menudo parece estar aguantando las ganas de soltar una hostia. El otro día, cuando llegó al Congreso de los Diputados, primeras horas después de ser conocida la actividad de su exasesor Koldo García como comisionista, echó mano al viejo recurso. Hablaba con pesadumbre y lo hacía agotado. Daban ganas de pagarle un café al hombre para que espabilara y se atreviera a mirarse al espejo para preguntarse: «¿Digo que era amigo de Koldo o no?». Y se respondió que no. Un no largo, arrastrado, exhausto.

Claro que eran amigos. Este artículo se escribe desde Canarias, y ambos tres -ministro, secretario de Organización del PSOE y asesor- eligieron las islas como destino vacacional en un par de ocasiones. Venían con las familias y pagaba Koldo al contado, billete sobre billete. Un día, frente a varias autoridades canarias que acudieron a saludar al responsable de Transportes, a Koldo se le cayó al suelo un sobre con billetes de cien euros que se apresuró en recoger. Así eran de amigos. ¡El asesor pagándole las vacaciones al ministro! Es realmente hermoso. No puede extrañar que a Ábalos esto le duela tanto después de tanto tiempo compartido dentro y fuera del ministerio. Ábalos adora el poder como solo puede hacerlo un outsider, pero también las diversiones humanas, demasiado humanas, que le permiten reconectar consigo mismo para terminar en pantuflas y calzoncillos en su casa.

La carrera política de Ábalos responde en parte a ciertas tradiciones del PSOE -el cursus honorum que deben emprender los que llegan de provincias- y en parte a la transformación del escosistema socialista bajo el liderazgo milagroso del secretario general, poblado por una aristocracia de sangre sanchista, y un estrato de fontaneros y aparatistas. Un representante de lo primero puede ser Pepe Blanco, ahora lobista millonario, y que únicamente contaba con el bachillerato para lograr un lugar en el mundo. Un ejemplo de lo segundo son los que han sucedido a Óscar López como secretario de Organización del PSOE. Sánchez quiere luchadores - sea de boxeo o de sumo -para dirigir los asuntos internos del partido, no luminarias políticas o intelectuales. López todavía era un señorito con idiomas y marisabidillo. Mejor César Luena y mejor todavía Ábalos, que ha sido el que más ha durado en el cargo (de junio de 2017 a julio de 2021). Ábalos es diplomado en Magisterio, aunque solo ha impartido clases como maestro medio curso escolar, y todavía mejor: es hijo de un torero, Heliodoro Ábalos, El Carbonerito.

La familia, arraigada en la localidad valenciana de Torrente, era modesta y menestral. El toreo no les sacó de pobres y el joven Ábalos curró en varios sitios (una tienda familiar de muñecas, otra tienda de souvenir, una gestoría) mientras estudiaba la carrera. Todo el mundo coincidía en que se las arreglaba muy bien organizando recursos y personas. Militó en el PCE unos años, pero luego se mudó al PSOE, y en muy poco tiempo comenzó su carrera política: con 25 años, jefe del gabinete del delegado de Gobierno en Valencia. El PSOE ha sido su empresa durante más de cuatro décadas. Después se metió en la política municipal, y en el Ayuntamiento de Valencia estuvo 18 años: ocho como asesor y diez como concejal. Fue secretario general de la agrupación valenciana y de la provincia de Valencia y vicesecretario general del PSPV-PSOE.

Ábalos tenía el convencimiento de que el PSOE de Valencia marchaba al desgüace y quizás él mismo también, y por eso apostó por Pedro Sánchez y le consiguió avales y votos para ganar las elecciones a secretario general. Cuando Sánchez fue defenestrado se mantuvo a su lado: confió en su inteligencia, su resistencia temperamental y su instinto de poder. Así fue elegido, cuando el regreso triunfal, secretario de Organización. Leal, pragmático, astuto, maniobrero y brutal cuando lo estima necesario, después de tanto trabajo había reunido un patrimonio apreciable: tres viviendas y dos locales comerciales le rentaban 5.000 euros mensuales en 2020. Un año después era destituido como ministro y él mismo dimitía como secretario de Organización. Ahora no quiere hacerlo como diputado. Sabe perfectamente que si lo hace está muerto políticamente. Y esta vez sin derecho a resurrección.