Opinión | DESPERFECTOS

Los Reyes Magos en Waterloo

Junts tiene en sus manos la dosificación de la estabilidad del Gobierno que, indirectamente, es una baza para el PP si opta por formular sus pulsiones con moderación constructiva

Carles Puigdemont interviene en el pleno del Parlamento Europeo para revisar la presidencia española del Consejo de la UE.

Carles Puigdemont interviene en el pleno del Parlamento Europeo para revisar la presidencia española del Consejo de la UE. / RONALD WITTEK / EFE / EPA

Un Gobierno débil en la Moncloa es el mejor regalo que los Reyes de Oriente pudieron dejarle a Carles Puigdemont. Junts tiene en sus manos la dosificación de la estabilidad del Gobierno de Sánchez que, indirectamente, es una baza para el PP si opta por formular sus pulsiones con moderación constructiva. Incluso para deslindarse de Vox es de su conveniencia transmitir que en política no todo vale, precisamente porque la ciudadanía sospecha abiertamente que para los políticos no hay nada que se salve del rifirrafe de intereses partidistas.

Eso ocurre incluso en los casos más anecdóticos. ¿Hacía falta armar tanta escandalera porque, debido al covid, el ayuntamiento de Madrid no logró contratar un actor negro para representar al rey Baltasar y se recurrió a un actor de piel blanca adecuadamente maquillado? Está visto que los políticos justicieros que se han afanado con el teclado del móvil para escandalizarse con el racismo del PP o el igualitarismo radical no tuvieron en cuenta –por ejemplo- que todavía hay niños que, sea cual sea el ejemplo de los adultos, creen en los Reyes Magos.

En beneficio de un interés político y más bien espúreo, la controversia llegó de inmediato a los platós de televisión. No favoreció la ilusión de los niños –muchos o pocos- que la anécdota tuviera tanta exposición mediática. En fin, tal vez es que el progresismo da por hecho que ya nadie cree en los Reyes Magos o que son una leyenda oscurantista que necesita desaparecer. A pesar de todo, aún queda margen para creer que los tres Reyes Magos siempre acaban llegando a Belén. Sea como sea, confundir el 'casting' de urgencia con el racismo no es signo de cordura política.

Tampoco lo sería proclamar que el caso del rey Baltasar ilustra matemáticamente lo que es el sanchismo. Es otra cosa, como Puigdemont ha podido comprobar. En parte, es una colección de espumas. De otra, un abuso de ficciones y super-ofertas. Las zancadillas a Sánchez que Puigdemont ordene al grupo parlamentario de Junts pueden favorecer a Núñez Feijóo, si es que logra dar consistencia a sus mensajes al electorado catalán. Los antiguos matrimonios de conveniencia se fundamentaban en el 'quid pro quo': una parte ponía el linaje y la otra, patrimonio. El linaje de Puigdemont son siete escaños, en coincidencia con un bajón del independentismo en las encuestas. El patrimonio de Sánchez son las cuentas del Estado y el bajón de votos del PSC según la demoscopia. Correlativamente, Pamplona se ha convertido en otro laboratorio político de alto riesgo.

Mientras tanto, en Moncloa parecen confiarlo todo a Vox. Todo lo que haga Vox se traslada directamente al PP. Todo lo que haga Vox ha resultado ser el arma secreta del ministro Bolaños, quien pronto va ser identificado como nuevo estratega de la MAD –“Destrucción mutua asegurada”-. En teoría, Pedro Sánchez y Sumar tiene por delante una legislatura de cuatro año,s aunque la acumulación de obstáculos en la pista olímpica puede acortar su mandato. No es previsible que las elecciones europeas le den oxígeno, ni tampoco las gallegas ni las del País Vasco.

A los diez años de la primera llegada de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE, la alternativa pudiera ser gobernar de verdad pero eso ¿cómo se hace con Sumar en la sala de máquinas y Puigdemont desbaratando la brújula? Para eso, se filman exteriores en la calle Ferraz y lo demás es la culpa de los bancos.