Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

La máquina de la sucesión en el PSOE ya está en marcha

Pedro Sánchez ha sometido al partido a una quiebra emocional tan dura que sus explicaciones han dejado a muchos a medias y en Andalucía, el castigo en las europeas alimenta más el descontento

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, durante un pleno del Congreso.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, durante un pleno del Congreso. / JOSÉ LUIS ROCA

La decepción es una emoción dolorosa que te araña cuando se incumplen tus expectativas. La frase de manual de psicología facilón viene al hilo del sentimiento que embarga al PSOE. Por un lado, alivio. Descanso al saber que Pedro Sánchez no dimitirá sino que asegura que en cinco días ha cogido fuerza para seguir otros siete años. Por otro, decepción. Una corriente de desengaño que tímidamente aflora en boca de muchos dirigentes socialistas que al oír al líder el pasado lunes en la Moncloa no pudieron evitar preguntarse: ¿Todo para esto?, ¿De verdad?

Llevar al límite a una organización como la socialista le pasará factura a Sánchez. Se la pasó a quienes orquestaron su decapitación política aquel fatídico 1 de octubre de 2016 y sometieron al partido a una prueba de estrés que sublevó a la militancia. Desde aquel momento, el aparato que quería imponer a Susana Díaz perdió las primarias. Por primera vez, Sánchez ha dado un paso que en el medio plazo le pasará factura interna.

Por más que insista en que tiene energía para agotar el mandato e intentar uno más, con su extravagante retiro y su aislamiento, el presidente del Gobierno ha mostrado su agotamiento y ha echado a andar la máquina de la sucesión. Hoy más que nunca los socialistas son conscientes de que deben buscarle recambio al líder y en cualquier organización política este tipo de gestos desencadenan movimientos subterráneos imparables desde que se desencadenan. Ahora veremos loas al líder, mensajes de apoyo, celebración y euforia pero las placas tectónicas han empezado a moverse e inevitablemente acabarán, cuando toque, en terremoto interno.

Concretemos mirando a Andalucía. La federación más numerosa de los socialistas se ha volcado con dedicación reverencial hacia el líder. El secretario general de los socialistas andaluces, Juan Espadas, no ha escatimado en mensajes enfervorecidos de apoyo. Los ocho secretarios provinciales firmaron una carta cerrando filas y mandando energía. Si hay alguien que se haya dejado la vida en convencer a Sánchez de que se quede, mientras que él no respondía ni los Whatsapp, ha sido la sevillana María Jesús Montero.

Este martes se han conocido las listas europeas. El castigo a Andalucía es indiscutible. La primera andaluza, Lina Galvez, aparece en el sexto puesto. El segundo andaluz, Alejandro Moyano, en el 22, sin posibilidad de salir según todas las previsiones. Los andaluces han perdido cuota y muchos no dudaron en leer lo ocurrido como una humillación. No por supuesto Espadas, que celebró las listas. El ruido interno fue sonoro una vez publicados los nombres.

Sánchez ha premiado a José Luis Rodríguez Zapatero rescatando a Leire Pajín, ha mandado a su mejor activo en los pasillos de Europa, la vicepresidenta Teresa Ribera, ha respetado al PSC, ha premiado a una federación como Madrid, con la cabeza de lista y dos posiciones de salida (4 y 20), pero con Andalucía ha tenido poca reciprocidad. Eso del amor sin esperar nada a cambio, debería saber el líder socialista que no existe, ni siquiera en el más romántico de los mundos. ¿Con lo que hemos hecho por ti, así nos tratas, Pedro?, invocaron en los cuadros medios del PSOE-A.

El primer presidente de Andalucía elegido en las urnas, Rafael Escuredo, el veterano que frente a los desaires de Felipe González y Alfonso Guerra, más se ha fajado por Pedro Sánchez lo resumió muy bien en su cuenta de X, antes Twitter: “Si el PSOE no concreta sus medidas de regeneración habremos hecho un pan con una tortas”. Escuredo se encerró en una huelga de hambre para conseguir la autonomía de primera para Andalucía y doblar el brazo al poder de Madrid, incluido al de su partido. Qué tiempos aquellos, qué distinta aquella gallardía política.