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Cooperación tecnológica para el clima

Logo de la COP28 de Dubái.

Logo de la COP28 de Dubái. / EFE/EPA/ALI HAIDER

¡Se acaba el tiempo! se escucha en los discursos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) desde hace años. Y las proyecciones siguen yendo a peor. El año 2023 ha sido uno de los más cálidos jamás registrados. El mundo ha experimentado un calor extremo. Octubre estableció un nuevo récord. Concretamente, la temperatura más alta en 174 años. La posibilidad de que ésta supere el límite de 1.5°C que marcó el Acuerdo de París, en los próximos cinco años ha aumentado casi un 50%. Estas temperaturas han contribuido a eventos climáticos extremos a lo largo del globo; olas de calor, incendios forestales y fuertes lluvias han estado presentes en nuestras vidas. Miremos hacia donde miremos pinta mal. La pérdida de hielo se ha intensificado. Entre 2011 y 2020, el continente antártico experimentó una pérdida de casi un 75%. Los ecosistemas polares se están degradando más rápido de lo previsto. La innovación para combatir la crisis climática no es solo una buena idea, sino absolutamente urgente. Y para atraerla hace falta dinero, mucho dinero.

Según el informe sobre el Estado de la Tecnología Climática ha habido una disminución en las inversiones de capital privado en startups que innovan en tecnología climática, concretamente han sufrido una caída de más del 40% en comparación con el año anterior. ¿Se ha ido todo el dinero a los chatsGPT? Desgraciadamente, esta pérdida de inversión ocurre en un momento en que la necesidad de nuevas formas de mitigar, medir y adaptarse al cambio climático es más importante que nunca. El mundo tiene que decarbonizarse siete veces más rápido de lo que lo está haciendo si quiere limitar el calentamiento sobre los promedios preindustriales. Y la tecnología es vital para conseguirlo. Las soluciones innovadoras para la descarbonización existen, pero su escalabilidad sigue siendo un reto limitado no solo por la técnica sino también por la economía, la política y la falta de cooperación global.

A pesar de esa disminución general, los inversores sí están buscando oportunidades en nuevos espacios porque quieren moverse de otros menos dinámicos como el de la movilidad. Y aquí vendrían bien incentivos para redirigir el mercado de la innovación en la dirección de las grandes emisiones. Curiosamente, las tecnologías como la captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS) o el hidrógeno verde están atrayendo capital. Sin embargo, las soluciones climáticas de alto impacto requieren grandes inversiones en sectores difíciles de descarbonizar, como la industria y la energía. Y obviamente, los inversores también quieren que se les garanticen retornos financieros para que los puedan disfrutar ellos y no las siguientes generaciones; lo que presenta desafíos para producir ciertas tecnologías de manera rentable a gran escala.

En el contexto de la COP28, donde líderes y expertos se reúnen estos días, la inteligencia artificial o la innovación son temas centrales. No obstante, aunque su papel de en la lucha contra el cambio climático es indispensable, es solo una pieza de un rompecabezas más grande. Alcanzar los objetivos ambiciosos establecidos por los acuerdos climáticos globales requiere un enfoque integral que involucre reformas políticas, reestructuración económica y cooperación global.