Opinión | EL REVÉS Y EL DERECHO

Bendodo y adiós

"Fue, de veras, un hombre contracorriente. Cuando en su partido no se sabía si las escaleras servían (como sostenía Julio Cortázar) para subir o para bajar, él la emprendió contra los adversarios (ahora enemigos) de su partido"

El coordinador general del PP, Elías Bendodo.

El coordinador general del PP, Elías Bendodo. / Alberto Ortega - Europa Press - Archivo

Venía a Madrid cargado de promesas, todas ellas cumplidas en su larga etapa como parte principal del Partido Popular que arrasó a los socialistas cuando ya finalmente cantó victoria su amigo Juanma Moreno. Elías Bendodo tenía mucho que contar de cómo lo hizo, porque no fue sencillo, pero fue fundamental.

Mi madre decía que, cuando alguien era expulsado o maltratado habiendo hecho las cosas bien, es que alguien quería dejarlo “a tres por medio cuartillo”. Y es lo que ha pasado en su partido con Elías Bendodo. Él lo vio venir, se lo dijo a su antiguo jefe, que ahora sale en las noticias como uno de los ganadores de Doñana, porque no se sentía de veras querido, y lo notaba.

En efecto, ahora, sus nuevos jefes (su nuevo jefe era Alberto Núñez Feijóo, pero tiene muchos por delante ahora) lo han relegado tanto que a uno se le ocurre que por tener razón no hay que ser tan crueles ni tan injustos, pues Bendodo no traicionó nunca ni el espíritu del PP ni, me parece, los espíritus de los que ahora mandan en el partido que aspira a ser el que gane lo próximo, cuando sea.

Fue, de veras, un hombre contracorriente. Cuando en su partido no se sabía si las escaleras servían (como sostenía Julio Cortázar) para subir o para bajar, él la emprendió contra los adversarios (ahora enemigos) de su partido. Lo hizo con tal ahínco, y con tantos argumentos, que parecía que no habría otro que lo hiciera mejor en este tiempo de reyerta, cuando había que tener al de enfrente sostenido por la yugular, o aledaños.

Los fines de semana en que Bendodo iba al sur sacaba tiempo y vida para explicar, desde allá abajo, cuáles eran las fallas (y los agujeros, sobre todo) del partido socialista, que era el enemigo a batir, pasara lo que pasara. En medio de esas tormentas que amainaban durante la semana él se preparaba la lección en contra y la lanzaba a la vez que, en las olas del mar bravío, Málaga, sobre todo.

Las especulaciones sobre su destino no le torcieron el porvenir de sus argumentos, y fue fiel a ellos aun a riesgo de que pareciera que se había atado tanto a los argumentarios. Tenía algo de muy andaluz en su modo de decir aquello que llevaba escrito, y que miraba a veces, pues lo interpretaba, no lo decía por decir, con ironía a lo José María Pemán y a veces con la gracia de Manuel Alcántara. No se sabe si en su equipo de enfrente (en su propio partido) estarían o no atentos a ese modo de decir suyo, pero había alcanzado un modo de ser notable, de aquel que se pasaba, mejorando, el léxico de su jefe, porque daba la sensación de que se lo había preparado con una sintaxis más exigente.

Es notorio lo que ha pasado, pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que en este mundo de la política estas cosas suceden y nadie dice nada, porque quien manda manda, y aquí alguien mandó a que callara Bendodo, o que al menos ya no hablara tanto los fines de semana. Su hoja de ruta merecía otro destino, mejor o más alegre, pues ahora es vice y había trabajado para ser de la parte de arriba de la tabla. Pero… Pero es una palabra muy usada ahora por sus jefes, y da la impresión de que ha caído de lleno sobre su cabeza de andaluz bien hablado, o quién sabe.

Su hoja de ruta es notable, y en algún momento también ha sido sobresaliente. Construyó el PP de Málaga a imagen y semejanza, eso se sabe, del buen alcalde malagueño, que procede de la extinta UCD. Construyó un partido liberal de centro, dedicado en gran parte a lo que llamamos cultura, y es bueno recordar que a él se debe, por ejemplo, la Térmica, un ejemplo preclaro de gestión diversa de la literatura. Ahí, por ejemplo, hizo coincidir a muchos de los que nunca estuvieron cerca de la derecha y terminaron sintiendo que, de esa barra, la cultura, iba a disfrutar todo el mundo.

Con ese bagaje, y con sus dotes de abogado que aprendió a negociar desde muchacho, se lo llevó Moreno Bonilla a su lado, para hacer de centro su porvenir y el de su partido. Pero… El nuevo PP se lo trajo a Madrid, él creyó que tenía que poner en alto la voz de los que venían, y de pronto, en el vaivén presente, lo han echado a la parte baja de la tabla, a la segunda división de su partido.

Parece como que haya cometido un pecado cuando en realidad lo que había dicho, parece, es que se aburría haciendo menos, y que si las cosas tenían que ser así mejor volvía a Andalucía. A alguien no le gustó esa confidencia y ahora ahí tenemos a Bendodo diciendo adiós a todo aquello que le habían prometido.