Opinión | GUERRA EN GAZA
Los árboles y el bosque
Israel necesita mucha sabiduría porque se enfrenta a decisiones muy difíciles y no puede seguir pretendiendo que el problema palestino no existe
A veces los árboles no dejan ver el bosque y perdemos la perspectiva. Eso puede estar pasando con el conflicto que enfrenta a Israel con Hamás, nos distraemos con las tragedias cotidianas y perdemos la visión de conjunto. Las líneas que siguen pretenden centrar el estado actual de la cuestión en tres planos: el inmediato, el medio y a largo plazo.
A corto plazo es deseable que la iniciativa europea de "pausas humanitarias" pueda llegar a buen puerto. No se trata de un alto el fuego, mucho más difícil y para el que por el momento no se dan las condiciones necesarias. Las pausas permitirían cesar momentáneamente las acciones armadas para atender a las necesidades humanitarias más urgentes y disponer de más de tiempo para liberar a los rehenes. La televisión Al Jazira mostraba imágenes aterradoras de incubadoras con niños prematuros mantenidos en vida con generadores a punto de quedarse sin combustible mientras un médico comentaba, apesadumbrado, que bastaban cinco minutos sin electricidad para que todos aquellos pobres críos murieran sin remisión. Sería otro crimen. Como también es un crimen contra la humanidad hacer rehenes con civiles inocentes. Su liberación es otra prioridad, Hamás quiere canjearlos por prisioneros palestinos y supongo que ya debe haber negociaciones con ese fin. Démosles tiempo con la esperanza de que tantos inocentes puedan regresar sanos y salvos a sus hogares. Aunque los hayan destruido.
A medio plazo se plantea el problema de la invasión de Gaza para acabar con Hamás, algo que comprensiblemente el pueblo de Israel reclama pero que se me antoja imposible. También se quiso acabar con la OLP, se la expulsó de Cisjordania, Jordania y Líbano y hoy gobierna en Ramalla. Gaza está sembrada de minas, trampas y túneles, habrá muchos muertos por ambos bandos porque, además, Hamás desea multiplicar el desastre humanitario que ya vive Gaza con objeto de dañar la imagen de Israel si no actúa con proporcionalidad y dentro del derecho internacional, como corresponde a una democracia que debe combatir el terrorismo sin piedad pero con normas. La trampa de Hamás es tratar de convertir al agredido en agresor y presentarse ahora ante el mundo como víctima de una respuesta desproporcionada por parte de Israel. Que ya está ocurriendo. No olvidemos que Occidente considera a Hamás una organización terrorista, pero que no es esa la opinión de la mayoría de la población mundial que busca las raíces últimas de lo ocurrido en la ocupación israelí —como ha dicho el secretario general de la ONU— y ve hipocresía y doble rasero en la postura occidental de condenar la ocupación rusa de Ucrania y mirar para otro lado —haciendo caso omiso de las resoluciones de la ONU— cuando es Israel el ocupante de tierra palestina.
A más largo plazo y como no me cabe duda de que Israel vencerá militarmente, se le planteará el problema de qué hacer con la Franja de Gaza. ¿Reocuparla? EEUU lo desaconseja porque recuerda Irak y sabe que no sería fácil administrarla con una población hostil, pues no en balde se dice que si tienes diez terroristas y matas dos... te quedan veinte. La mejor opción sería entregarla a la Autoridad Palestina, que gobierna en Cisjordania y es enemiga jurada de Hamás, pero que no puede llegar a Gaza montada sobre los tanques israelíes. Una tercera posibilidad sería que la ONU se hiciera cargo y dispusiera una administración internacional durante cierto tiempo. Parece una buena idea pero podría chocar con el veto de algún país que prefiere mantener a los Estados Unidos enfangados en Oriente Medio y descuidando otros asuntos. Tampoco veo a Israel muy partidaria de la ONU. La opción de la anexión, que defienden algunos extremistas israelíes, no la considero porque, además de ser ilegal, ¿qué harían con los dos millones de gazatíes desesperados y que no tienen adónde ir? Por eso, y a falta de otra opción mejor, recobra fuerza la tesis de los dos Estados —aunque Israel no la desee— y España pide que una Conferencia Internacional se reúna para ayudar a conseguir lo que palestinos e israelíes nunca lograrán por sí solos.
Todo eso suponiendo que se evita la extensión del conflicto, algo no descartable y más probable cuanto más dure y peor sea la situación humanitaria en Gaza. Israel necesita mucha sabiduría porque se enfrenta a decisiones muy difíciles y no puede seguir pretendiendo que el problema palestino no existe.
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