Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA

Investiduras con encajes (II): Sánchez

Existen negociaciones abiertas para el turno de investidura de Sánchez; mucha opacidad sobre su letra pequeña, optimismo de los socialistas y enojo de Junts por que se pueda vender la piel del oso antes de cazarlo

Pedro Sánchez, durante su comparecencia en Moncloa.

Pedro Sánchez, durante su comparecencia en Moncloa. / José Luis Roca / JOSÉ LUIS ROCA

Asumía este jueves el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, que para seguir siendo presidente debe superar una negociación "compleja" con un viejo conocido: Carles Puigdemont. Claro. Nunca nada fue fácil ni sencillo con Puigdemont… bien debería saberlo a estas alturas Sánchez, que recibió el apoyo de una parte de los exconvergentes para derrocar a Mariano Rajoy con una moción de censura y, unos meses más tarde, se quedó sin presupuestos y sin legislatura porque Puigdemont, huido a Waterloo, decidió poner en valor la palabra "complejidad". ERC le siguió el paso entonces y todo terminó en elecciones.

¿Y ahora? Ahora existen negociaciones abiertas para el turno de investidura de Sánchez; mucha opacidad sobre la letra pequeña de lo que se está negociando, optimismo por parte de los socialistas y enojo por el lado de Junts por que se pueda vender la piel del oso (una investidura) antes de cazarlo. De momento ya han avisado al PSOE de que esto será una partida con sus blancos y con sus negros, sin grises, y que votarán "sí" o "no" a la posibilidad de un Gobierno progresista. Vamos, que la abstención es una quimera y que nuevamente el botón para convocar generales lo aprieta formalmente el líder socialista, sí, pero es Puigdemont quien puede apretar sobre el dedo que aprieta con oficialidad el botón… El resto de grupos parlamentarios, cuyo apoyo también es indispensable para poder ser investido, parecen difuminados, de segunda, desenfocados, sin protagonismo… y sin demasiadas ganas de poner por ello el grito en el cielo, según parece.

El jefe de los socialistas, en Granada este jueves como anfitrión de una cumbre muy relevante para el presente y el futuro de la Unión Europea, con Zelenski y la guerra como invitados y con la Alhambra de fondo por ser el turno de España para presidir la UE (qué poco está pudiendo disfrutar un Sánchez en funciones su papel de presidente europeo, con lo que le gustan a él estas cosas…) se dice "feliz". Sí. De hecho dijo a los periodistas que cubrieron el cónclave que estaba "muy feliz". Por estar donde estaba, haciendo lo que hacía y acabar de recibir la noticia de que en unos años seremos también anfitriones, junto a Portugal y Marruecos, del Mundial de fútbol.

Puede Sánchez tener felicidad en una jornada con brillo, pero lo que no tiene es el pájaro de su futuro presidencial en la mano. Su equipo negociador le da vueltas a cómo se puede poner sobre la mesa una iniciativa a la que se le pueda llamar "amnistía" al procès sin desbordar la Constitución. "Complejo" el asunto, como Puigdemont. Tan complejo como dar por cierto en estos momentos que habrá Gobierno antes de que la heredera de la Corona, la princesa Leonor, jure ya con su mayoría de edad la Carga Magna el próximo 31 de octubre, tal y como calculaban los socialistas. Complejo y arriesgado… como ha venido siendo la trayectoria política de Sánchez, que se dispone a escribir un (nuevo) capítulo trascendente en su biografía en el que Puigdemont será tan protagonista como él. O más.

En todo caso ambos se han medido ya antaño en situaciones complejas y han hablado cara a cara de encajes para Cataluña. Del referéndum, de la autodeterminación, de reformas constitucionales, de las valentías y de los reclamos inaceptables... sí, sí, de tú a tú. Sentado el uno frente al otro. Era 15 de marzo de 2016. Palau de la Generalitat, Barcelona.

"[...] Si tú eres atrevido con el referéndum, te ayudaremos. Y además, ten en cuenta que la comunidad internacional te aplaudirá, tendrás apoyo internacional y liderazgo […]", le dijo aquel día el expresident de la Generalitat a Sánchez, entonces jefe de la oposición en un momento de su conversación privada, según la autobiografía de Puigdemont M’explico: de la investidura a l’exili, redactada con la ayuda del periodista Xevi Xirgo para Plaza&Janés. Sánchez cerró esa puerta (quedaba más de un año para el polémico 1-O y meses para que el socialista fuera boicoteado por sus propios compañeros), pero sondeó sobre una reforma constitucional o un nuevo Estatut. Aquella conversación fue un ensayo de la partida que ahora se juega. Compleja, cómo no.