Opinión | PROPIEDAD EMPRESAS

La debilidad europea en telecomunicaciones

La necesaria vigilancia por la soberanía digital no debe suponer un cerrojazo

Edificio corporativo de la española Telefónica.

Edificio corporativo de la española Telefónica. / REUTERS / VIOLETA SANTOS MOURA

La compra del 9,9% de Telefónica por parte de la operadora STC, controlada por el fondo soberano de Arabia Saudí, ha despertado la alarma por las implicaciones estratégicas que implica la operación, de la que el Gobierno español en funciones se enteró pocas horas antes del anuncio oficial. De hecho, la vicepresidenta económica Nadia Calviño se afanó en recordar que el Ejecutivo tiene que dar su aprobación y que velará por los intereses españoles. Más allá de los movimientos que se hagan a partir de ahora, es conveniente analizar cómo se ha llegado a este punto, en el que la primera compañía de telefonía española (que tras el fin del monopolio ya no tiene capital público) puede tener como principal accionista a una compañía propiedad del Estado saudí. La respuesta está en la debilidad del mercado europeo de las telecomunicaciones, advierten los analistas, que lo convierten en más vulnerable frente a sus competidores globales.

La radiografía resultante de analizar la situación de las compañías del sector deja poco lugar a dudas: mientras que en la UE hay un centenar de operadoras para 500 millones de habitantes, en EEUU hay tres grandes para 320 millones de personas, y en China, cuatro para 1.400 millones. Los gigantes norteamericanos y asiáticos están a años luz (en número de clientes, en cifra de negocio y en capitalización bursátil) de las empresas europeas, que además tienen mercados segmentados por cada país miembro de la Unión. En Europa prima una tradición garantista regulatoria, enfocada a proteger al consumidor y defender la competencia para que los precios sean más bajos. Obliga, por ejemplo, a que haya al menos cuatro grandes compañías en cada país, y mira con lupa las fusiones, como se está viendo ahora con Orange y MásMóvil en España. Esto, que pudo tener su lógica hace 30 años para asegurar que el mercado se liberalizara, ha acabado por convertirse en una limitación al crecimiento de estas compañías. A esto se añade que en la era de los datos en la que nos encontramos es imprescindible reforzar las infraestructuras, desplegar redes y tecnologías, lo que exige unas inversiones que, en un mercado tan fraccionado y atomizado, no son fáciles para las compañías que lo integran. Los operadores de EEUU tienen una capacidad de inversión que duplica la de los europeos.

Las infraestructuras, digitales o no, tienen una importancia estratégica para los estados"

También está la cuestión de la soberanía. Las infraestructuras, digitales o no, tienen una importancia estratégica para los estados y por ello la entrada de capital extranjero en las grandes compañías preocupa. El próximo octubre, los jefes de Estado y Gobierno de la UE debatirán este asunto, a partir de una propuesta de España, que este semestre ostenta la presidencia europea. El punto de partida será un documento que propone un mecanismo de supervisión de las inversiones extranjeras, para limitar el dominio de países no afines, que puedan ser un riesgo para la seguridad y el desarrollo de las industrias nacionales. Operaciones como la de STC en Telefónica indican la pertinencia del debate. También Asia y EEUU tienen sus estrategias proteccionistas. Pero esta necesaria vigilancia por la soberanía digital no debe suponer un cerrojazo, del mismo modo que proteger los intereses de los usuarios tampoco debe significar mantener minifundios porque, paradójicamente, nos deja más expuestos a las amenazas exteriores.