Opinión | CLÁSICOS DEL VERANO

El chiringuito

 ¿A quién se le ocurrió la idea de levantar un quiosco en la propia orilla de la playa? No tengo ni idea pero desde mi infancia los chiringuitos han estado allí... Y eso son casi tantos años como los de las pirámides.

El chiringuito es uno de los lugares para disfrutar, pero con prudencia, si eres alérgico

El chiringuito es uno de los lugares para disfrutar, pero con prudencia, si eres alérgico / Foto de Michal Malota en Unsplash

Escribía aquí la semana pasada sobre un tópico del verano: "la salida", y hoy me propongo hacer lo propio con otro que tiene similar fuerza pues, ¿qué hace uno nada más dejar aparcado el coche tras el largo trayecto hasta el destino vacacional, a veces sin ni siquiera sacar las maletas? Qué va a ser: "bajar" a la playa y mojarse los pies en esas pequeñas olas que llegan con su graciosa espuma a besar la arena entre traviesas y risueñas (no sé si eso me ha quedado muy de modernista malo o de Isabel Garcés en una película de Marisol). 

Y para colmo de felicidades, a continuación, se dirige uno al... chiringuito a pedirse una cerveza y pensar que la vida es buena. Al menos algunas veces.

Sí... tomando un delicioso helado de churretoso y fresquísimo chocolate, en la tumbona de un chiringuito, bajo las sombrillas de brezo y esparto, mirando el horizonte de un mar que sigue la línea curva de la tierra engañando a nuestros ojos... uno puede alcanzar un nirvana casero.

Chiringuito en la playa de la Barceloneta.

Chiringuito en la playa de la Barceloneta. / PERE BATLLE

¿A quién se le ocurrió la idea de levantar un quiosco en la propia orilla de la playa? Que conste que el chiringuito no se limita al lugar de refrescos que se levanta mirando al mar, pero centrémonos en este, que es sin duda el más popular. 

No tengo ni idea pero desde mi infancia los chiringuitos han estado allí... Y eso son casi tantos años como los de las pirámides.

Al margen de ironías sobre la edad, la palabra parece venir de Cuba y querría decir "chorrito" que era lo que los trabajadores de los cafetales tomarían al colar el café con una media. Por extensión, cuando se levantaron quioscos de chamizo donde servir ese café durante el descanso de las labores se los llamó chiringuitos también.

Y en España el vocablo parece haberse popularizado en el siglo veinte a partir de un establecimiento de Sitges. Y de Cataluña pasó a las costas valencianas y a las andaluzas.

Ahora están muy establecidos en nuestros usos y costumbres. Casi nadie concibe una playa concurrida sin sus chiringuitos.

¿Y de qué tipos hay? Pues tantos tipos como personas que los ponen en pie, pero por hacer una clasificación académica, exacta y científica diría que hay tres: el quiosco de helados, el chiringuito medio y el premium, donde no sólo hay bebidas, tumbonas, sombrillas y música de animación nocturna, sino también actividades como aerobic, capoeira, o actuaciones varias. Es como la versión playera de esos quioscos de prensa donde puedes encontrar más DVDs que en la Fnac y más chuches que en Frutos Secos el Rincón: un supermercado de la diversión de arena, sol y mojitos.

Imagino, aunque esos ya no los conozco, que también habrá chiringuitos vips donde sólo se accede con invitación y camareros que parecen modelos de pasarela te sirven aperitivos muy pequeños en platos muy grandes. Se trata de un mundo de ciencia ficción a explorar y cuya existencia sospecho, pero de la que no tengo pruebas tangibles como de los billetes de 500 euros o los establecimientos de "todo a un euro" (que ya no se llaman así, porque suena poco moderno y cool) donde los empleados no te persigan por los pasillos con la sospecha en los ojos.

Casi nadie concibe una playa concurrida sin sus chiringuitos

Y ahora la pregunta del millón: ¿se liga en los chiringuitos o hay que venir "ligado", es decir con el ligue puesto de casa? Esa es una de las grandes dudas existenciales de la humanidad como por qué se extinguieron los dinosaurios, si tienen fecha de caducidad las estupideces o a qué huelen las nubes. Lo cierto es que hay playas y playas, chiringuitos y chiringuitos, pero en la mayoría de ambos se da una mezcla de gentes que retrata muy bien a nuestra sociedad y, sin embargo, pareciera que tras la operación bikini allá todos los cuerpos son esculturas clásicas tirando a hipermusculadas, hiperoperadas e hiperoxigenadas. 

De igual manera la semidesnudez (en nuestras costas el tanga no es común entre los hombres pero hay bañadores-slip y hay bikinis mínimos y el toples sigue existiendo así que insisto en lo de la semidesnudez) y la exhibición de esas formas ideales y perfectas da la impresión de que llamase a la contemplación y de la contemplación... al cortejo.

Vamos, que todo nos lleva a un ligoteo y que en definitiva un chiringuito viene a ser como un bar o un pub en mitad de la arena, y en esos sitios, digo yo, que aún se seguirá ligando... ¿o eso son antiguallas? Ya no sabe uno si ligar es políticamente incorrecto, puede ser un acto político aunque sea incorrecto, es correcto pero sólo si es político o es algo que se hace ya casi por obligación, aunque esté mejor mirado dedicar el tiempo a ir al gimnasio, tomar dietas supervitaminadas y llevar una pancarta sobre la libertad de la soltería extrema, es decir el buey solo bien se lame.

Ya no se sabe si está bien mirar pero no tocar, hablar pero no mirar, mirar pero sin excesos, hablar pero sin piropos, o mejor dedicarse al mojito y pensar en la inmensidad del mar y en la eternidad de los espacios publicitarios que nos sueltan entre trozos de películas.

Me pueden llamar espía o cotilla, pero me están entrando unas ganas enormes de irme a un chiringuito con un buen poemario de Manuel Machado (sí, sí, dije Manuel, no Antonio) o una sonata de Valle-Inclán, pedirme un café con hielo, estirar las piernas… y oculto tras las gafas del sol y las páginas del libro, dedicarme a observar y escuchar qué pasa en los chiringuitos de hoy, y si se liga o no se liga. O cómo son las nuevas costumbres de la seducción.

Quizá se lo cuente uno de estos días…