Opinión

La guerra de los tejados

En la recta final de la reciente campaña electoral se desató una pequeña polémica en torno a la presunta oposición por parte de Vox a la arquitectura Bauhaus, aunque en realidad se refería a la iniciativa Nueva Bauhaus de la Comisión Europea

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Bauhaus / MAS PERIODICO LES DONES DE LA BAUHAUS GENERAL BAUHAUS

En la recta final de la reciente campaña electoral se desató una pequeña polémica en torno a la presunta oposición por parte de Vox a la arquitectura Bauhaus, aunque en realidad se refería a la iniciativa Nueva Bauhaus de la Comisión Europea. Pero ¿qué era en realidad la Bauhaus? La vinculación de arquitectura y política no es, en ningún caso, una novedad en Europa, como evidencia precisamente el nacimiento de esa corriente en la Alemania de entreguerras.

La catástrofe económica y moral que supuso la derrota de 1918 para Alemania alimentó una corriente arquitectónica de vanguardia, la Neues Bauen (Nueva Forma de Construir), a la que se sumaron profesionales que, como Walter Gropius, fundador de la escuela Bauhaus en 1919, o Mies Van der Rohe, su director entre 1930 y 1933, deseaban romper con el pasado e impulsar una arquitectura y un diseño inéditos para afrontar las urgentes necesidades colectivas. Los arquitectos de la Neues Bauen se agruparon en Der Ring (El Anillo), asociación creada en 1924 y disuelta en 1933, cuyos integrantes defendían una arquitectura social en entornos urbanos saludables, pensada para mejorar la vida de las clases desfavorecidas a coste reducido. 

De ahí el austero diseño de sus edificios y la elección de materiales industriales y elementos prefabricados. Sus propuestas conquistaron a alcaldes de izquierdas, quienes promovieron la construcción de barrios que modernizaron sus ciudades. La antipatía que suscitó en ambientes profesionales la influencia de Der Ring explica la fundación, en 1928, de Der Block (El Bloque), cuyos arquitectos reivindicaban el empleo de diseños, materiales y procedimientos basados en la tradición arquitectónica local y despreciaban el urbanismo y la arquitectura de la vanguardia, que consideraban ajenos a las esencias germanas.

La nostalgia por un idealizado pasado preindustrial les condujo a la construcción de urbanizaciones cuyos edificios, de anacrónica factura, recreaban el aspecto de asentamientos rurales idílicos y, por supuesto, falsos. Bajo esos presupuestos, el modelo constructivo de Der Block interesó a los ideólogos nazis, quienes vieron en él un instrumento de lucha política. Comenzaba, así, la guerra de los tejados.

En julio de 1927 se inauguraba en Stuttgart la exposición Die Wohnung (La vivienda). Su objetivo: difundir las últimas tendencias en arquitectura doméstica e interiorismo que promovía la Neues Bauen. La muestra incluía un barrio experimental, Weissenhof, cuyos edificios podían ser visitados. Respaldó la exhibición el Deutscher Werkbund, institución creada en 1907 para garantizar el buen diseño de los productos alemanes. Participaron 17 arquitectos; de ellos, seis extranjeros.

Su comisario, Van der Rohe, fue criticado por ello y porque exigió que los concurrentes diseñaran edificios techados con azoteas en vez de cubiertas inclinadas. Esta imposición, ligada a las formas geométricas de los inmuebles y al revoque blanco de sus fachadas, hizo que Paul Bonatz, decano de la Escuela de Arquitectura de Stuttgart, publicara un artículo despectivo donde comparaba los paralelepípedos blancos del barrio con la Jerusalén palestina. Otros llamaron a Weissenhof "la Casablanca de Suabia", y hubo quien retocó las postales diseñadas para promocionar la muestra, dibujando tejados sobre las azoteas. También circularon tarjetas donde los peatones que deambulan por el barrio visten chilabas.

Polémicas al margen, las viviendas tenían calefacción, cocina y cuarto de baño funcionales, adecuada orientación solar y ventilación cruzada. En los interiores hubo arquitectos que optaron por una planta libre donde sólo el cuarto de baño y la cocina tenían un emplazamiento predeterminado. El reducido mobiliario nada tenía que ver en número y aspecto con los enseres que invadían los hogares alemanes. Los espacios vacíos, las paredes blancas y los muebles de tubo de acero eran símbolos de una modernidad que hacía bandera de la funcionalidad, la sencillez y la limpieza.

Que en la República de Weimar la cubierta de los edificios era una declaración política fue algo que descubrieron los vecinos del distrito berlinés de Zehlendorf, mediada la década de 1920. Les bastaba cruzar una calle. A un lado de la vía, la Onkel-Toms Hutte; del otro, la Fischtalgrund. Azoteas frente a tejados, Der Ring frente a Der Block. La urbanización Onkel-Toms Hutte (Cabaña del Tío Tom), llamada así por un restaurante de la zona, fue levantada por sindicatos de izquierdas para familias modestas. Sus arquitectos, dirigidos por Ludmilla Herzenstein, diseñaron edificios con cubierta plana insertos en un entorno ajardinado. Al proyecto se opusieron residentes y políticos, que consideraban una aberración la estética de los edificios. 

Simultáneamente, una promotora de sindicatos de derechas inició Fischtalgrund, destinada a empleados y funcionarios, cuyos inmuebles disponían de tejados a doble vertiente y viviendas amuebladas según el gusto conservador de Der Block. La prensa hizo su agosto a cuenta de la guerra de los tejados. El tema fue tratado, asimismo, en publicaciones especializadas donde hubo quien criticó construir residencias para urbanitas diseñadas como viviendas campesinas en una urbe de cuatro millones de habitantes, mientras otros cuestionaban la cubierta plana en una ciudad como Berlín, donde la posibilidad de usarla para disfrutar del aire libre se tropezaba con la realidad de un clima con sólo 40 días de sol anuales. 

En cualquier caso, no fueron los expertos quienes se encargarían de imponer uno u otro modelo, sino la realidad política que llevó a Hitler al poder en 1933 y arrasó, en pocos meses, con cualquier opción cultural que no respondiera a las exigencias del NSDAP.