Opinión | ELECCIONES GENERALES 23J

Los límites de la negociación

Es la hora de un acuerdo de mínimos, en una u otra fórmula, que le permita a España salir del atolladero, que resulte positivo para los ciudadanos de España y de Cataluña y que abra un camino de diálogo sea entre los grandes partidos

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / José Luis Roca

El ganador de las elecciones del domingo, Alberto Núñez Feijóo, ha expresado su deseo de acudir a la investidura, con unos números que no salen excepto en el caso de que consiga la abstención del PSOE, que aún no ha pedido formalmente. Igual ha hecho el líder socialista, Pedro Sánchez, que cuenta sobre el papel con una posibilidad aritmética de alcanzar la Moncloa con apoyos parecidos a los que obtuvo en 2019.

El reto de Sánchez es ahora el de transformar la aritmética en política, pactando su investidura con los independentistas catalanes y vascos. Para ello deberá tener en cuenta que la ecuación se le ha complicado por la necesidad de contar con el apoyo, o la abstención, de Junts per Catalunya, el partido liderado desde Waterloo por Carles Puigdemont. 

Si Feijóo no suma y no se puede reeditar otro Gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos (ahora Sumar), apoyado por los partidos independentistas, solo queda el bloqueo y la repetición de las elecciones. Ninguna de las alternativas asegura la estabilidad que el país necesita, pero el bloqueo es el peor de los males. La repetición electoral debilitaría la credibilidad de nuestras instituciones y la presidencia española de la Unión Europea.

España no puede soportar un bucle de elecciones como el que han vivido otros países de mayor solera democrática. Si el PSOE mantiene el veto a Feijóo, la constitución de un Gobierno de coalición entre el PSOE y el resto de la izquierda aparece pues como la solución viable para salir del impás, si Sánchez consigue el apoyo parlamentario de independentistas vascos y catalanes en condiciones que una mayoría del electorado pueda entender.  

Pedro Sánchez, con Yolanda Díaz, en un pleno del Senado.

Pedro Sánchez, con Yolanda Díaz, en un pleno del Senado. / Senado

Ante esta hipótesis, conviene precisar que la voluntad de gobernar de un partido que no ha ganado las elecciones es también legítima. Sin embargo, la legitimidad no basta para justificar el intento y aún menos para concluirlo. Pedro Sánchez tiene derecho a explorar todas las posibilidades, pero debe tener en cuenta el resultado de unas elecciones que han reforzado la presencia de las fuerzas constitucionalistas en las dos cámaras, con mayoría absoluta del PP en el Senado. 

Por otra parte, los líderes independentistas catalanes no pueden obviar que han perdido más de 700.000 votos. Al saberse imprescindible, Puigdemont vive horas de euforia, pero él tampoco puede olvidar que Junts ha sido la quinta fuerza de Cataluña en número de votos, y que el castigo podría ser aún mayor de facilitar el acceso de la derecha al poder. Ni Sánchez, ni Puigdemont, ni Junqueras pueden obviar que derecha y la ultraderecha están a un tris de gobernar España y que cuentan con un poder territorial que nunca tuvieron. 

No es momento de frivolidades ni de maximalismos. Es la hora de un acuerdo de mínimos, en una u otra fórmula, que le permita a España salir del atolladero, que resulte positivo para los ciudadanos de España y de Cataluña y que abra un camino de diálogo sea entre los grandes partidos o sea con los que representan su diversidad identitaria, cultural y lingüística. Ningún partido debería tener la pretensión de representar en exclusiva a España o a Cataluña.