Opinión | VERDIALES

Los derechos que todos nos jugamos en estas elecciones

No puedo eludir el deber de defender con palabras la convivencia, el estado de bienestar, el progreso, la ansiada igualdad, las garantías civiles.

La escritora Elizabeth Duval, seguida de Yolanda Díaz, candidata de Sumar a las elecciones generales

La escritora Elizabeth Duval, seguida de Yolanda Díaz, candidata de Sumar a las elecciones generales / Isabel Infantes

Hace un tiempo, no mucho, una autora a la que admiro porque la he leído me dijo que lo peliagudo (nada de sic, el adjetivo es cosa mía) de escribir artículos de opinión es que, precisamente, te ves obligada a opinar. Y, para ello, has de tener formada una idea u opinión acerca de aquello sobre lo que has decidido manifestarte.

Lo demás es pura demagogia, una práctica que linda más con la política que con el periodismo, incluso en el diccionario. De aparecer tus textos, en el medio que sea, bajo el amparo de una sección tan agradecida como, por ejemplo, Cultura, puedes dar rienda suelta a tu genio, el literario y el otro, sin preocuparte de cuitas que no estén relacionadas con los libros, el cine, la música y todas las artes que hacen bella la vida.

Mi admirada autora tenía, claro, razón, y a mí me puso en un brete del que, en las últimas y convulsas semanas, he procurado salir, en lo narrativo, sin recurrir al efugio. Tarea nada fácil, porque mi carácter huye del conflicto y la opinión pública, una de mis asignaturas favoritas en la facultad que debía formarme como reportera, está tan emponzoñada en esta España muerta que da miedo formar parte de ella, algo inexorable cuando tienes voz y el privilegio de que esta sea escuchada.

Así, al menos, entiendo yo mi oficio, ligado al compromiso, a la responsabilidad social de rebatir la mentira con hechos contrastados, como hizo mi compañera Silvia Intxaurrondo ante Alberto Núñez Feijóo, candidato del PP a las elecciones generales que se celebran el domingo, en una entrevista celebrada el pasado lunes en la televisión pública.

No han sido pocas las veces, desde que soy opinante en un periódico, en las que, sin embargo, he tenido la tentación de recurrir al subterfugio cultural, que no personal, puesto que eso es siempre político, y ahora más que nunca. Pero si me han calificado como “valiente” por escribir un libro, el último, en el que, simplemente, hablo en público con la misma libertad que en privado, no puedo ahora, en uno de los momentos más críticos de las últimas décadas para nuestra democracia, con la ultraderecha heredera del fascismo patrio ya en gobiernos autonómicos y municipales, eludir el deber de defender con palabras la convivencia, el bienestar social, el progreso, la igualdad, el ecologismo, las garantías civiles.

Todo eso nos jugamos en un par de días en las urnas. Y nos lo jugamos todos, no sólo una minoría concreta o un determinado colectivo. Todos. Porque los derechos son universales, no de unos o de otros, de ahí su fundamento. Quien crea que por no ser homosexual, trans, mujer, inmigrante o cualquier otra condición discriminatoria está a salvo de la banalidad del mal que lleva a sujetos a agredir a quienes portan banderas que defienden libertades o, simplemente, piensan distinto que ellos, es rehén de una lógica muy perversa, la del egoísmo democrático.

“Entiendo que vosotros [en referencia a la comunidad gay] estéis preocupados”, tuve que escuchar el otro día de un familiar. “Ese vosotros es un nosotros”, le contesté yo. Una primera persona de un plural nada mayestático. Porque yo podría ser la escritora Elizabeth Duval, portavoz de feminismo, igualdad y derechos y libertades LGTBI de Sumar, que hace unos días fue tachada, por ser una mujer transexual, de “enferma crónica” por una diputada de Vox en un debate organizado por la agencia Efe. Sí, yo soy Elizabeth Duval. Y tú también. Todos los somos.

No soy tan ingenua como para pensar y mucho menos creer que mi opinión, la que estoy manifestando en estas líneas tras haber llegado a una conclusión formada en base a los hechos, cambiará el voto de alguien. Ni siquiera lo hacen los programas electorales con propuestas anticonstitucionales o los debates entre candidatos que no están a la altura del país que quieren presidir. No aspiro a eso. Pero, por favor, vota. Por ti. Por nosotros.