Opinión | ELECCIONES

El pormenor de los pactos

Es democráticamente inquietante normalizar algunos de los discursos de la extrema derecha

Feijóo se compromete con la España rural y las políticas de proximidad en Celadas (Teruel)

Feijóo se compromete con la España rural y las políticas de proximidad en Celadas (Teruel) / EFE/Antonio García

Este sábado se constituyeron más de 8.000 consistorios españoles, eligieron a sus alcaldes y quedó confirmada la pérdida de poder local del Partido Socialista, que pasará a gobernar sólo 10 de las capitales de provincia (11 si se confirman los resultados de León), frente a las 30 con las que se ha hecho el Partido Popular. Mientras, siguen a su propio ritmo las negociaciones para conformar los ejecutivos autonómicos, no todos con la precipitación con la que se aprestaron a cerrar su acuerdo PP y Vox en la Comunidad Valenciana, y las diputaciones. 

En 12 de estas capitales, los pactos entre distintos grupos para formar una mayoría de la mitad más uno de los representantes electos han provocado que la lista más votada (las hay socialistas, del PP, de Bildu y de Junts) no se haya hecho con la alcaldía. Todos ellos legítimos, algo cada vez más asumido en la cultura democrática del país, aunque haya quien sólo señale ilegitimidades cuando es el perjudicado. Quien discrepe tiene como alternativa plantear una reforma del sistema electoral, que muy probablemente requeriría de mejoras: aunque difícilmente podrán pasar, en un sistema representativo y proporcional como el que establece la Constitución, por la sacralización de la lista más votada. 

En algunos casos los pactos se pueden leer en clave de política general. En otros, en función de dinámicas estrictamente locales. Estas a veces explican mucho más lo que ha ido sucediendo que los análisis a distancia: como, por ejemplo, que después de lo que ha pasado en la ciudad de Barcelona sigan abiertas las opciones para que los socialistas catalanes gobiernen algunas diputaciones o las dinámicas de pactos locales en el País Vasco, tan contradictorias con el uso que se hizo en campaña del historial de voto en el Congreso de los Diputados de Bildu.

Es evidente que, tras la convocatoria electoral del 23 de julio, muchas decisiones han quedado mediatizadas por la mochila de los pactos que convenía o no arrastrar camino de esta inesperada convocatoria . Y se han hecho muchas interpretaciones de lo sucedido. Aunque a Sánchez parece convenirle poner el foco en los pactos y a Feijóo desviar la atención de ellos, cabe distinguir entre intensidad y extensión, entre lo cualitativo y lo cuantitativo, sobre los acuerdos consumados entre el Partido Popular y Vox. Es democráticamente inquietante abrir a la extrema derecha las instituciones, normalizar algunos de sus discursos y aún más, si lo consigue, que inspiren políticas efectivas en campos donde hay derechos esenciales que pueden verse amenazados

Pero ni dimensionar su presencia más allá de lo constatable (Vox ha pactado con el PP en cerca de un centenar de municipios), ni fiar los resultados en las urnas a la alarma ante su irrupción (magnificar el fenómeno en algunos contextos lo ha hecho crecer, y en todo caso parece que ha conducido a más mayorías absolutas del PP que a movilizaciones en masa desde las izquierdas) tiene por qué dar los resultados esperados. Como tampoco, en general, los pactos a la contra, cuya efectividad quizá merecería algún debate y reflexión.