Opinión | LA CARTILLA DE LA DIRECTORA

Nos han ensuciado la democracia

Las listas de Bildu, ETA, el racismo en el caso Vinicius y, ahora, la tormenta de chapapote con varios fraudes por compraventa de voto

Imagen de una cola para votar por correo en la Ciudad Autónoma de Melilla

Imagen de una cola para votar por correo en la Ciudad Autónoma de Melilla / Europa Press

Recta final. Rozamos con los dedos de la mano la jornada de reflexión. Y nos los ensuciamos. Porque nos han ensuciado la democracia. Y la marca España. Quedan unas horas para que se apaguen las luces en esta extrañísima campaña electoral, que arrancó sobre la ola de la sobredosis de anuncios de Pedro Sánchez, el debate en torno a la nueva ley de vivienda y las iniciativas indigeribles sobre Doñana. Pero con el paso de los días han llovido todo tipo de cafés en el campo electoral. Las listas de Bildu, ETA, el racismo en el caso Vinicius y, ahora, la tormenta de chapapote con varios fraudes por compraventa de voto –de momento los más relevantes en Melilla y Mojácar, pero con réplicas en Zamora, Murcia, La Gomera, Cáceres, Huelva...–. Súmenle a la sorprendente lista la investigación del número dos del PSOE de Andalucía por su posible vinculación con el secuestro de una edil de Maracena, en Granada.

Fango. Partidos enfangados. De momento, a Coalición por Melilla y al PSOE le está afectando especialmente el ruido. Ya veremos si también el estruendo en la noche electoral. Los socialistas miran con gran preocupación hacia Andalucía, donde hay mucho poder local en juego. Los populares giran sus cañones hacia Ferraz por lo escandaloso del asunto, pero al tiempo no paran de comprobar si algunas de las acusaciones –hasta ahora no han pasado de eso– que también han caído sobre candidatos suyos en pequeños territorios de España son o no ciertas. Lo niegan, pero cruzan los dedos.

Nos han enlodado la campaña. El cortejo a los votantes en los previos de la fiesta de la democracia. Crecen las demandas para aumentar con urgencia las medidas de seguridad sobre el voto por correo, pese a que el Supremo ya alertó en 2021 de que el mecanismo vigente era clara y fácilmente manipulable. Hay generales en diciembre y esta sensación de mancha nacional en el proceso democrático, aunque sea parcial y limitada (esperemos), no ayuda a contener los nervios y reclamar prudencia a los partidos políticos.

Dado el momento procesal en el que nos encontramos, a las puertas del 28M, a los líderes nacionales y regionales no les queda otra que actuar con transparencia, ejemplaridad y humildad. Hu-mil-dad. Si los suyos, aunque sean unos pocos, nos han ensuciado nuestro modelo electoral, urge que se apliquen a limpiarlo cuanto antes. Que adopten las medidas pertinentes, sin titubear. En el corto plazo. Y en el medio, también, antes de que lleguen unas legislativas donde hay tanto en juego. Queremos urnas relucientes. Exigimos respeto a la soberanía nacional. Demandamos lealtad a la imagen de nuestro país, que no es propiedad de las autoridades de un Estado, sino de quienes lo habitan y le dan razón de ser.

Los votos no se compran ni se venden. Se logran desde la confianza ganada. O se pierden desde el compromiso traicionado. Pero el hecho de que haya sujetos que perviertan el concepto democrático para pagar a sus vecinos a cambio de apoyos, aunque sean una minoría dentro de un nutridísimo grupo de candidatos y candidatas que sí actúan de forma ortodoxa, merece que la prensa, especialmente la que como se ha propuesto EL PERIÓDICO DE ESPAÑA no velar por los intereses de uno u otro partido, sino por los de los españoles, coloque el foco en este charco. Cuidado. La democracia es sagrada, pero vulnerable a la suciedad de los indignos.