Opinión | SOCIEDAD

El nuevo conformista

El neoconformismo es también muestra del fracaso de las soluciones colectivas, el reflejo quizá de una sociedad cansada de sí misma

La razón por la que el vídeo de Pantomima Full nos ha hecho llorar y reír a partes iguales

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Trazo líneas, intento conectar planos de realidad entre el pasado y el presente en busca de un sentido. Escribir es bucear en las propias entrañas en busca de un significado. La mejor historia de la semana es la de Manuel Lluesma, otro olvidado de la Historia que quiso dejar constancia de su historia con un mensaje en el tiempo. Escribir es esperanza, incluso en la desesperación.

Manuel, que no era casi nadie en Moncada, un obrero y poco más, escribió su nombre, quién era y lo que le esperaba, porque en el último momento mantenía la certeza de que vendría un tiempo mejor. Eso interpreto ahora, porque quiero creer que escribir es un intento de dar sentido a la vida. "Soy Manuel Lluesma, me fusilan el 29 de diciembre de 1942, dejo hijos". Metió el mensaje en una pequeña botella y guardó esta en un bolsillo de sus ropas antes de que quedaran manchadas de sangre. Casi cien años después, las palabras han sido leídas, han servido y Manuel es algo más que un muerto.

Escribo para ser. Trazo líneas en busca de un sentido

Delineó rectas invisibles en el tiempo. La noticia que resume la semana, que extracta estos tiempos turbios, es la de las decenas de muertos en un centro de inmigración de México. Provocaron un incendio porque iban a ser deportados y nadie les abrió la puerta de la celda. Los centinelas prefirieron no hacer nada mientras el humo acababa con sus vidas por el delito de soñar con un futuro mejor en un lugar que no era el suyo. El olvido de los olvidados es el síntoma del delirio de una sociedad que naufraga. El Gobierno se justifica porque el fuego lo provocaron ellos, encerrados como delincuentes. Como los de la valla de Melilla. Como los de las pateras hundidas en el sarcófago del Mediterráneo. La ausencia de compasión refleja la decadencia de una sociedad.

Justicia social, solidaridad, fraternidad, grandes valores de una civilización arrollada por el poder del dinero. Casi no hay más esta semana de llamas, viento y polvo que la famosa que compra ser madre para intentar dar sentido a la muerte. Todo es mercado. Quién sabe si ser madre será una profesión dentro de poco: ganarse la vida teniendo hijos para otros. Una verdadera empresa familiar en el vientre para escapar de la pobreza, porque al final, aunque prime el altruismo, nadie cuestiona que hay que compensar a la mujer no por prestar su vientre, sino su tiempo, a gestar para otros. Aquí, el mismo día, sabemos de una condena (menor) para el acaudalado alcalde libanés que acudió a esta orilla del Mediterráneo en busca de parias que le prestaran parte de su hígado para sanar. Escribo y parece un mundo distópico. Pero es el mundo de hoy, donde el dinero tiene la última palabra.

Escribo para ser. Trazo líneas en busca de un sentido. La película de la semana dura minuto y medio, es de risa seria y muestra a unos jóvenes conformistas en una España descolorida. Sus ilusiones son ir tirando, sin más, en un barrio de medio pelo, porque el futuro podría ser peor. El conformista es el que no aspira más que a salvarse él mismo en el naufragio colectivo.

Conecto mundos y el conformista, para mí, es el de la película de Bertolucci, en la que intentaba buscar algún sentido a la base social en la que germinó el fascismo en Italia. ¿La reaparición del concepto es un indicio de un mundo enfermo que creíamos que se había ido? ¿Pero con qué conformarse hoy? El resignado actual es la otra cara de la moneda del indignado que sale a la calle en Francia porque le están negando un poco de su futuro para que aumente (más) la concentración del dinero. Sin embargo, conformarse es una respuesta también al discurso neoliberal donde solo cabe la aspiración a poseer más. El neoconformismo es también muestra del fracaso de las soluciones colectivas. El reflejo quizá de una sociedad cansada de sí misma.

Busco sentidos y encuentro más preguntas que respuestas. Trazo líneas y pienso en Manuel Lluesma, en su ansia por un mundo mejor a un minuto de conocer la muerte. Por él y por tantos aún sigue siendo válido no bajar la cabeza y conformarse. Conviene soñar.