Opinión | CHINA

El emperador y su corte

La mayor ambición es lograr antes de 2049 “la reunificación pacífica” con Taiwán, aunque Xi ha dejado claro que no renuncia a recuperar la isla por la fuerza

El primer ministro chino, Xi Jinping.

El primer ministro chino, Xi Jinping. / SERGEI BOBYLEV

Coronado como el líder supremo que pretende guiar el ascenso de China a la cumbre del poder mundial, Xi Jinping ha formado una corte de leales para enfrentar lo que llama “las tormentas peligrosas” que asoman por el horizonte. Son seis hombres, cuatro de ellos de nuevo nombramiento que, junto con el zar de la Seguridad Wang Huning y el exjefe anticorrupción Zhao Leji, cumplirán sin desviación alguna las líneas directrices que les marque el emperador.

El XX Congreso del PCCh consolida una China más autoritaria y con una visión del mundo más asertiva en cuanto a la defensa de sus intereses. Xi se atrinchera entre fieles con la mirada puesta en 2049, el centenario de la República Popular y cuando China deberá tener capacidad para impulsar un desarrollo global acorde a sus propios parámetros. La primera etapa concluye en 2035, cuando pronostica que el país lidere la revolución tecnológica y la mayoría de los chinos haya alcanzado un nivel de bienestar social similar al de los países desarrollados tanto en salario, como en sanidad y educación. 

La mayor ambición es lograr antes de 2049 “la reunificación pacífica” con Taiwánaunque Xi ha dejado claro que no renuncia a recuperar la isla por la fuerza. En una clara advertencia a Washington, subrayó que Pekín no cederá ante el “chantaje externo, la contención, el bloqueo y la presión”.

Entre las renovaciones propiciadas por el congreso destaca la de la Comisión Militar Central, que supervisa al Ejército Popular de Liberación, el más numeroso del mundo, con 1,6 millones de efectivos. Xi Jinping, que permanece como presidente de la CMC, ha ascendido a vicepresidentes al general de su máxima confianza Zhang Youxia y al general He Weidong, que planificó los ejercicios militares de bloqueo de Taiwán tras la visita de Nancy Pelosi a la isla. Xi ha exigido a las tropas lealtad al partido y estar preparadas para el combate.

Es evidente que el cónclave ha jugado a favor de Xi, que ha sacado músculo y arenga a los 97 millones de militantes del Partido Comunista Chino (PCCh) para que hagan valer su “espíritu de lucha” y aceleren el avance de China, sobre todo en estos momentos en que la economía, duramente afectada por la política de ‘cero Covid’ y la guerra comercial y tecnológica de EEUU, amenaza con estancarse.

El presidente promete seguir abriendo la economía. Contará con el nuevo número dos, Li Qiang, jefe del partido en Shanghai y que en marzo será ungido primer ministro por la Asamblea Popular Nacional. Sin embargo, el objetivo es la autosuficiencia tecnológica para dejar de depender del exterior y sobre todo de EEUU, que acaba de dictar unas durísimas restricciones para que ni las empresas chinas ni los ciudadanos de la República Popular puedan comprar semiconductores o alta tecnología estadounidense susceptibles de ser usados en la fabricación china de superordenadores o en la industria militar avanzada. 

La búsqueda de la seguridad, la innovación y la tecnología se percibe también en los perfiles de los integrantes del nuevo Comité Central, que cuenta con 205 miembros. El Politburó ha quedado reducido a 24, entre los que no hay ni una mujer, una lamentable marginación de quienes Mao dijo que “sostienen la mitad del Cielo”. Dos de ellos están vinculados al aparato de Seguridad del Estado: Chen Wenqing, exjefe del espionaje, y Wang Xiaohong, jefe de la policía, lo que revela la preocupación de Xi tanto por la seguridad exterior, como por la interior.

En los 100 años de historia del PCCh muchos de sus dirigentes se quedaron en la cuneta, pero las batallas nunca se libraron ante los delegados de un congreso. La expulsión, a la vista de todo el mundo, del expresidente Hu Jintao, sentado en primera fila a la izquierda de Xi, dejó atónitos a los asistentes. Hu, de 79 años, cuya década en el poder fue criticada por el líder supremo en el discurso de apertura del cónclave por haber permitido un brutal incremento de la corrupción, fue sacado contra su voluntad justo antes de que se votaran dos enmiendas a los estatutos del PCCh que refuerzan el dominio incontestable de Xi.

Tal vez el emperador prefirió humillar a su anciano predecesor antes que permitirle alzar la mano para votar en contra. Las propuestas se aprobaron por unanimidad. O tal vez quiso dejar claro que continuará con la lucha a ultranza contra la corrupción. O tal vez, que en la nueva era no cabe la disidencia. China siempre ha estado muy sola y este gesto no le granjeará nuevos amigos.

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